“ Después de echar un vistazo a este planeta,

                                                                      un visitante de otro mundo diría:

                                                                                       quiero ver al mánager”.

                                                                                                William Burrought


En su mundo feliz, reiterativo, y por eso feliz --para ella--, de repente la Barbie estereotipada (ya que todas se llaman Barbie) se enfrenta con algo que la aterroriza. Al bajarse de sus tacos, como lo hace a diario al regresar a su casa perfecta, nota algo que nunca le había sucedido. Sus talones tocan el piso. Pone por primera vez “los pies sobre la tierra”. Esta interesante película existencialista (como pocas en los últimos años) puso al mundo (al público más variado que va desde niños pequeños hasta adultos), además de jugar con el color rosa, el makeup y todo un despliegue de creativas historias en las redes sociales, a hablar y pensar algunas de las ideas que sobrevuelan nuestra cultura actual; el efecto del patriarcado, el consumismo, la cosificación (acá retratada no solo por Barbie sino de manera singular a través del personaje del Ken playero (ya que todos los muñecos varones también se llaman Ken), entre tantos otros tópicos.

Otto Gross, uno de los primeros autores, sino el primero, en entender desde el psicoanálisis el estado patriarcal y la figura del padre autoritario como los principales responsables del sufrimiento en general, escribe en 1908, Violencia paterna. Manifiesta allí que el verdadero origen de los conflictos se produce cuando el exterior (la educación, por ejemplo, y lo que ésta instala) viene a potenciar el conflicto interior generando más sumisión, sentimiento de inferioridad y pérdida de la capacidad crítica.

En el patriarcado rige la regla patrilineal, o filiación patrilineal, que es cuando prevalece la posición de padre y es sólo ocupada por un hombre que funda una sociedad mínima como la familia y una extendida como la sociedad. En Barbieland es Ken quien se encuentra, luego de conocer el mundo real, con aquello que no existe en su mundo. No hay una casita para Ken, no se venden casitas de Ken en el merchandinsing de Barbie. Los kens, que en Barbieland sólo realizan actividades recreativas, no tienen ni voz ni voto. Se trata de un matriarcado. En el mundo rosa, la presidenta es mujer, también las juezas, incluso las obreras de las construcciones. Él, enamorado de Barbie, deseaba quedarse en casa de ella alguna noche, pero todas las noches eran “noche de chicas”. Como tantas otras cosas, descubre también el patriarcado (queda fascinado con los hombres de negocios, del poder, policías montando caballos, etc), se siente respetado por ser allí un hombre y comienza a cuestionar lo que falta en su mundo, al tal punto que no puede ver cómo trataban, de manera cosificada, a la mujer, en este caso a su novia Barbie estereotipada. Vuelve a Barbieland y decide crear allí un patriarcado comenzando “lavándoles las cabezas” a las Barbies. Cuando los Kens le declaran la guerra a las Barbies se refleja algo de la idea de Gross respecto de la forma del matrimonio, que según informa él, nace del rapto de las mujeres, por lo que el patriarcado se basa en el abuso de las esclavas. En El malestar en la cultura (1030) Freud retoma esta idea de la cacería, y sostiene que las mujeres no querían separarse de sus desvalidos vástagos, se vieron obligadas a permanecer junto al macho, más fuerte. Las Barbies se someten a ellos ya que el miedo a la soledad conduce a la sumisión.

Al llegar al mundo real, Barbie dice que no tiene vagina y Ken tampoco tiene genitales. Él se ruboriza y niega lo que ella dice. Siguiendo la línea de Gross, al existir ciertas tendencias represivas en la sociedad se generan tendencias expansivas que hoy pueden observarse, fundamentalmente, en las redes sociales. Por un lado, el daño directo lo sufre el individuo aislado, causado por afectos de la sexualidad reprimida y, por otro lado, por las frustraciones generadas por la cultura. Esto conduce, según Gross, “al conflicto patológico original entre el deseo sexual y su rechazo por parte de la voluntad” y agrega como causa de esto al consumismo,progreso”, donde la voluntad de poder provoca en una vuelta hacía el sí mismo, y como consecuencia el famoso sentimiento de inferioridad.

Gross propone que la creación del nuevo orden, posterior al Génesis bíblico, comienza con el aprovechamiento de los recursos naturales, su acumulación y la creación un sistema económico descentralizado (pasaje a la propiedad privada). Así, la “elección amorosa” también deviene en objeto de compraventa, donde debe negarse el deseo común. La mujer concebía así su sexualidad “como algo que no desea” y sólo aguantaba. A lo largo de las generaciones, esto se inscribió en lo inconsciente y se lo llegó a considerar como algo dado por la naturaleza, por lo que nos “es natural” la lucha entre lo propio y lo ajeno, el autoritarismo y la represión. Es eso lo verdadero contra lo que hay que luchar.

De qué se trata, entonces, el cuestionamiento al patriarcado que hace Barbie. No debería ser la lucha entre varones y mujeres, ni contra el hombre en tanto tal, sino la solidaridad entre todos los in-dividuos (en tanto lo indivisible de lo social) que permita rebelarse contra todo tipo de poder autoritario al que podamos estar sometidos, y así conseguir igualdad de derechos que no es lo mismo que decir que todos somos iguales.

Ezequiel Achilli es médico, psicoanalista, docente y escritor. Miembro de APdeBA y la International Psychoanalytical Association. Magister en Psicopatología y Salud Mental. Autor del libro El príncipe heredero (Letra Viva).