Hay hechos pequeños, o poco difundidos que, bien leídos, pueden enhebrar una historia de las luchas de las mujeres en la Argentina y de la microfísica del poder. Inscribirlos en un proceso más amplio permite reflexionar sobre cómo fueron variando los temas de la agenda feminista y cómo persisten algunos. Eso es lo que hace Eugenia Izquierdo en su libro Mujeres, luchas y conquistas, una historia visual de las batallas femeninas por la conquista de los derechos desde 1900 a la actualidad.

Se trata de un relato cronológico de más de 200 acontecimientos que conectan las luchas de comienzos del siglo pasado con las que inundaron las calles del país desde 2015 con el Ni Una Menos.

Según la autora, no hay un único hito que sintetice “la emancipación de la mujer” y que lo significativo del movimiento es su continuidad y diversidad. Con gran cantidad de fotos, el volumen lucha contra la idea de que la ley 13.010 que asignó derechos políticos fuera el fin de la exclusión, “una construcción simplificadora. Todo ha sido muy complejo y lo seguirá siendo”. Cineasta, investigadora y feminista, Izquierdo es cordobesa, tiene 46 años, le gusta coser, entrenar aikido, ver películas y series, y compartir tiempo con sus hijos y su compañero.

En la primera parte del volumen, "La República sin ciudadanas", se consigna la incorporación de Gabriela Laperrière de Coni al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista, “que permite hacerse una idea sobre las estrategias políticas de las mujeres de principios del siglo XX para participar de la vida cívica y social. Gabriela es una romántica residual del siglo XIX, su trabajo es descomunal, pero fue muy poco recuperada en investigaciones. Un borramiento que provino de los conservadores e industriales, porque la legislación que proponía para mujeres y niños trabajadores atentaba contra sus intereses, pero también de sus correligionarios. El Partido Socialista fue bastante esquivo al desarrollo femenino al interior de sus filas y Alicia Moreau sólo habló de ella como una figura crítica”.

Artistas del colectivo Expresión Mole en la puerta del Congreso en 2020. 

En el capítulo "La ilusión de la igualdad", Izquierdo rescata la ley 14.367 sobre hijos extramatrimoniales, emblema del segundo gobierno de Perón. Es una norma tardía, pero audaz, demorada por lo que implicaba el poder eclesiástico sobre el legislativo, cuando Perón tensiona la relación con la Iglesia. En menos de un año se la promueve, junto con el divorcio y la regulación del trabajo en casas de familia. La 14.367 pone fin a una injusticia que damnifica a las mujeres en un momento en que ellas acceden a muy duras lecciones políticas y esas experiencias las llevan a comprender el valor de la transversalidad. La ley vincula la trayectoria de Eva Perón, que había experimentado la humillación de ser hija natural, con Victoria Ocampo, que la festejó y publicó una nota de apoyo en la revista Sur.

En la tercera parte, "De la resistencia a la reorganización", aparece la ley de cupo femenino que constata que la igualdad fue una ilusión durante los más de 40 años transcurridos entre 1947/1951 y 1991/1993. La incorporación de mujeres a la política había sido espasmódica y dispar, en número y condiciones. Fue consecuencia de la asociación de mujeres de distintos partidos, quienes pagaron con su carrera política el “desatino” y reivindicaron su acción con escenas bellísimas de sororidad.

"Todes a las redes, todes a las calles", la cuarta parte del libro, refiere al rechazo de la ley de interrupción voluntaria del embarazo en el Senado, en 2018, y a la movilización, reuniones parlamentarias, ocupación de las calles, vigilias, como motores de la sanción dos años después, durante la pandemia.


UNA AGENDA DE LUCHA QUE ATRAVIESA UN SIGLO

En una primera etapa de la investigación (2015-2017) “solo relevé proyectos parlamentarios sobre voto femenino; cuando me puse a organizar todo en forma cronológica comprendí que era sólo una porción, quizás la más visible, de algo más amplio y diverso. Traté de reconstruir la agenda de lucha de las mujeres argentinas a lo largo del siglo XX entre 2020 y 2022. Originalmente la idea era tener un material ordenado y accesible para desarrollar un producto audiovisual, un proyecto que trabajaba en un espacio que coordina Fabiana Castaño, quien sugirió presentarlo como libro. A partir de ahí surgió la necesidad de contar con financiación. El aporte más importante pero no el único fue un Mecenazgo en 2020. El proceso fue muy artesanal porque demandó mucho diseño y gestión en archivos de imágenes".

Eugenia gestó el libro en pandemia, “cuidando de mis dos hijos mayores, en un contexto atípico y con escaso espacio físico y mental para un trabajo tan demandante. La etapa final coincidió con la gestación de mi beba. Fue muy lindo y también desafiante”.

Tiene en su agenda el registro del turno en el Archivo General de la Nación para localizar imágenes y en el renglón siguiente la cita para el escáner fetal y la prueba de glucosa. “El libro era absolutamente compatible con la gestación de la niña, me resultó estimulante saber que era una historia que la involucraba y había que terminarlo antes de que naciera, por el fantasma de que el puerperio es imprevisible. El papá de los niños trabajó en el diseño así que cerramos el proceso en la intimidad”.

Al investigar, surge la potencia femenina, “la sensación de que juntas es posible cambiar todas las estructuras que nos someten. De a ratos también aparece el desasosiego porque parece que el ritmo de la historia se detiene o retrocede. Mi lectura del presente no es optimista, aunque hay brechas en las que se filtran las posibilidades de sostener la organización, defender las conquistas e ir por más. Hay una masa de mujeres despierta, atenta y receptiva. Siempre que se materializaron modificaciones en la condición de vida de las mujeres fueron el resultado de la organización transversal a las filiaciones políticas tradicionales y sostenida en el tiempo. Incluso en períodos de aparente letargo los feminismos se mantienen activos y reformulan su agenda de modos admirables, habitando y construyendo en la diferencia, como en ningún otro espacio de participación”.

Eugenia trabajó con Fabiana y con Lorena, compañeras de cobertura colaborativa y amigas. “La investigación fue también un espacio de interacción nutritivo con bibliotecarias, archiveras, editoras, colegas que aportaron imágenes, reporteras gráficas como Mónica Hasenberg. Todos los contactos generaron una pequeña comunidad, que se amplía con la circulación del libro y que redimensiona la tarea que, aunque lleve mi firma, es colectiva”.