En la yema de uno de sus dedos acaba de punzarse con una lanceta que penetra la piel para que brote una gota de sangre. Pincharse con ese arpón a escala es un proceso que no por cotidiano deja de resultar incómodo, doloroso. Pero es indispensable. La muestra, medida con un reactivo, le permite saber con exactitud la cantidad de azúcar que corre por su torrente sanguíneo. Repite la secuencia cinco o seis veces por día. Cristian Lucchetti es diabético y hace más de diez años convive con una patología que lo obliga a un estricto control, gracias al cual su carrera deportiva no se vio modificada. El arquero que debutó en noviembre de 1996 en un Banfield-Boca habló con Enganche por primera vez públicamente de la enfermedad crónica que padece y que se disparó a partir del fútbol.
Durante más de dos años, en sus etapas en el Santos Laguna mexicano y Racing, jugó infiltrado y fueron esas dosis de corticoide las que activaron su propensión genética a la diabetes. De otra forma, la enfermedad podría haberse manifestado a los 40 o 45 años. O tal vez nunca. Lo cierto es que desde hace tiempo el kit para conocer el nivel de glucemia e inyectarse insulina se convirtió en un elemento indispensable. Puede olvidarse la billetera o el celular, pero nunca le faltan los elementos para monitorear su organismo y estabilizarlo en caso de que sea necesario. Así fue como también se acostumbró a llevar consigo caramelos, algún chocolate o una lata de gaseosa.
Aunque se asume un centrodelantero frustrado y por eso asegura que no arrastra las típicas costumbres de los arqueros, a los 38 años está vigente en Atlético Tucumán. Los cuidados y hábitos que debió asumir con la diabetes le permitieron prolongar una carrera profesional que lleva más de dos décadas.
-¿Cuándo te enteraste que tenías diabetes?
-A los 25 años. Me había desgarrado en un partido de Banfield contra Estudiantes por la Copa Sudamericana y tardaba más de lo normal en recuperarme porque el dolor no se iba. A eso se agregó que durante dos o tres días empecé a tener la necesidad de hacer pis muy seguido, algo que jamás me había sucedido. Entonces le pregunté al médico qué podía ser y me mandó a hacer unos estudios. Ahí los análisis de sangre en el laboratorio dieron la glucemia en valores altos y me enteré al poco tiempo que tenía diabetes.
-¿Te dio miedo?
-Lo primero fue el miedo lógico de saber que tenés una enfermedad, con la que encima vas a tener que convivir siempre. También se agregaba el hecho de tener que ponerme insulina sin saber qué efecto podía tener en mi cuerpo. Fue difícil jugar los primeros partidos sabiendo que era diabético, por el miedo a no saber cómo podía reaccionar mi organismo. Los primeros años fueron complicados. Pero ese miedo se fue pasando a partir de ir aprendiendo en el día a día cómo me tenía que controlar y qué era lo que tenía que hacer.
-¿Influyó de alguna manera en tu carrera?
-No, nunca me impidió hacer nada ni me perjudicó. No hablé nunca del tema porque para mí no implica nada especial en mi carrera, no me victimiza ni nada parecido. Incluso la diabetes se transformó en un desafío que me ayudó a levantarme todos los días con más ganas.
-¿Conocías algo de la enfermedad?
-Sí, porque mi hermano es diabético desde los 4 años. Con él vivimos muchas cosas complicadas, con episodios de hipoglucemia que hacían que varias veces tuviese que venir una ambulancia a la madrugada a mi casa y hasta llegó a estados de coma. Eran tiempos en que la insulina que se usaba era animal, los pinchazos eran mucho más dolorosos y el resultado de la medición tardaba entre dos y tres minutos para dar un valor aproximado. Mi mamá creó una mutual de diabetes en Luján de Cuyo con un banco de insulina para las personas que no tenían acceso. Esa convivencia con la enfermedad me hizo saber qué era lo que tenía y lo que me podía pasar si no hacía las cosas como me indicaban los médicos.
-Entonces, tu mamá siempre estuvo involucrada.
-Imaginate que con dos hijos diabéticos y tantos años en contacto con la diabetes a esta altura debe saber casi tanto como un médico. Sigue estando pendiente de la mutual en Mendoza y fue ella la que me dijo con los primeros análisis que la cuestión podía venir por el lado de los corticoides. Mi mamá y mi papá siempre estuvieron pendientes, al igual que mis amigos, mis hijas y, sobre todo, mi esposa.
-¿Qué es lo más difícil?
-Es una enfermedad con la que tenés que tener muchas precauciones, y sobre todo mucha conciencia de lo que implica. Hay que tomarse un tiempito para controlarse y poder seguir adelante con lo que estés haciendo. Yo enseguida me habitué a ser muy ordenado. La dificultad de la diabetes radica en que el ser humano no es matemático, entonces el cuerpo no siempre responde de la misma manera. Los estados de ánimo y las sensaciones que uno tiene se reflejan en el organismo.
-¿Es complicado el acceso a los elementos que se necesitan?
-Hay una ley nacional de diabetes que no siempre se cumple. Teniendo un sistema de medicina privado a mí durante mucho tiempo sólo me querían cubrir el 70 por ciento de la insulina y los reactivos. Son cosas caras y hay gente a la que le cuesta mucho acceder. Me hacían presentar una demanda con un abogado y cosas así; incluso tenía que completar todos los años una declaración jurada para certificar la diabetes, cuando es una enfermedad de la que no te curás, sos diabético hasta que te morís.
-¿Es un tabú en el fútbol hablar de diabetes?
-Pasa que es un tema del que nunca hablé porque nunca me significó un impedimento para jugar. Es cierto que hay un gran desconocimiento y por eso cada vez que aparecía un club interesado en contratarme lo primero que hacía era contar que tenía diabetes. Está a la vista de todos que es algo que no me impidió seguir haciendo lo que a mí me gusta, que es jugar al fútbol. Aunque el ejercicio de alto rendimiento influye mucho en los niveles de glucosa, para mí nunca fue un impedimento de nada, por eso es algo sobre lo que nunca antes había hablado públicamente. Asumí que tenía diabetes y eso implicaba cuidarme y controlarme para seguir adelante con el fútbol.
¿Creés que algún club desistió en contratarte a causa de la diabetes?
-No lo sé, nunca supe que la posibilidad de ir a algún club se haya caído por esta cuestión. En su momento se hizo mi pase a Boca y después a Atlético Tucumán sin problema.
-¿A tus compañeros les llama la atención el control que llevás?
-Las primeras veces te preguntan de qué se trata todo eso, cuando ven los elementos que tengo para pincharme y ponerme la insulina. Entonces les explico de qué se trata todo esto. Pero es normal, tiene que ver con el desconocimiento de no saber de qué se trata. Uno no sabe de muchas cosas hasta que te pasan o te tocan de cerca.
-No deja de ser una particularidad estar en la alta competencia con diabetes.
-Tal vez haya otros casos. Yo siempre hablo con los médicos de dóping, porque hay que declarar la insulina, y me preguntan cómo la llevo y demás. Ellos no saben de otro caso en el fútbol de acá. Sí me dijeron que hace muchos años había un jugador en Unión, pero la verdad que no sé de nadie más.
-¿Te costó cambiar hábitos alimenticios?
-La verdad que no tanto, porque nunca fui de alimentarme mal. Desde los 18 años que tengo el mismo peso, apenas puedo moverme un kilo para arriba o para abajo. Además, no estaba pendiente de las cosas dulces; de hecho, las empecé a comer más a partir de la enfermedad porque con el ejercicio hay más riesgo de tener episodios de hipoglucemia. Por ahí de acuerdo a los valores que tenés antes de comer modificás algo, con algún agregado o sacando algo. Tuve que modificar algunas cuestiones de la alimentación, sí; pero no me significó ningún problema.
-¿Cuántas veces por día tenés que controlar tus valores de azúcar en sangre?
-El primer control lo hago al despertarme, después antes de almorzar, cuando me despierto de la siesta, previo a la cena y antes de irme a dormir. Son cinco o seis veces por día seguro, y me pongo insulina entre cuatro y cinco veces por día. A veces uso una que tiene efecto más rápido pero menos duradero y, otras, una más duradera pero que demora en activarse.
-¿Los días de partido cómo es el control?
-Me mido los valores antes del partido, en el entretiempo y cuando termina. Lo ideal es tener la glucemia en valores cercanos a 100, pero yo no puedo jugar un partido con menos de 200 o 250 por las alteraciones que se producen con la exigencia física y la adrenalina de la competencia. Necesito esos valores a la hora de jugar, que no son los ideales en una persona normal, para no tener un episodio de hipoglucemia y desvanecerme en el medio de un partido.
-¿Te pasó alguna vez de sentirte mal en un partido?
-Hace poco, en uno de los partidos con Peñarol por la Copa Libertadores. Antes no me había sucedido nunca. Me empecé a sentir mal y me di cuenta que estaba con hipoglucemia, entonces enseguida lo llamé al médico y con una bebida y unos caramelos me pude estabilizar bien.
-Alguna vez se echó a correr la bola de que no veías bien de noche.
-Es imposible detenerse en esas cuestiones y ponerte a explicarle a todo el mundo que es mentira. De todas maneras, que periodistas reconocidos, a los que escucha mucha gente, digan algo así te duele, te molesta. Pero la realidad es que jugamos más partidos de noche que de día. No le tengo que demostrar nada a nadie. Y quien tiene alguna dificultad en la vista la tiene de noche y también de día. Me hago controles exhaustivos cada seis meses y no tengo ningún problema en la vista.
-¿Creés que te va a costar más la enfermedad cuando dejes de ser futbolista profesional?
-Me parece que va a ser más complicada, porque yo manejo mucho los valores de la glucemia haciendo ejercicio. La actividad me ayuda a colocarme menos insulina o a comer más si tengo hambre. Me doy cuenta que va a ser así porque en las dos semanas que tenemos de vacaciones mis valores cambian al no tener la intensidad de los entrenamientos y los partidos. Por eso creo que me va a costar más. Pero ahora disfruto el día a día del último tramo de mi carrera, porque amo el fútbol y me siento bien para seguir jugando.