La propuesta de dolarización parcial de la economía que proponen los libertarios más realistas se asemeja a la experiencia cubana de la década del noventa del siglo pasado. Como mostraba el artículo de la semana pasada en esta sección del Cash, el resultado fue una economía bimonetaria donde una parte de la población recibía ingresos en pesos cubanos, mientras que otra (ligada al turismo o que recibía remesas de familiares emigrados) obtenía ingresos en dólares. 

Por su parte, la oferta de bienes y servicios básicos se mantenía en pesos cubanos a valores accesibles para todos, mientras que los demás bienes y servicios se debían pagar a precios dolarizados sólo accesibles para quienes tenían ingresos en divisas. La experiencia cubana no debe sorprender a muchos argentin@s que ven sus sueldos en pesos incapaces de acceder a bienes con valores dolarizados, como es el caso de la vivienda.

Pese a la desigualdad social que generaba dicha política, fue juzgada necesaria para estimular el ingreso de divisas vía remesas ante la grave restricción externa que pesaba sobre la economía cubana tras el derrumbe de la URSS. Sin embargo, gran parte de esas divisas no podían ser utilizadas para importar bienes esenciales como combustible para sostener el sistema eléctrico y de transporte. Ello se debía a que los dólares se utilizaban como circulante y depósitos del sistema bancario en la propia economía cubana, tal como sucede en Argentina con gran parte de los ingresos de divisas de exportaciones que terminan financiando la acumulación de dólares en colchones, cajas de seguridad y cuentas bancarias.

La solución encontrada por los cubanos a la dolarización parcial de su economía fue de gran originalidad. Para evitar el uso de dólares como moneda de circulación y como ahorro, se lanzó una moneda indexada al dólar (más tarde al euro) que conviviría junto al peso cubano. El peso cubano convertible valía lo mismo que un dólar y podía ser adquirido para operar en el sector de la economía dolarizado. En paralelo, se prohibía el uso de dólares en dicho sector y se imponían una serie de impuestos que estimulaban la utilización de la nueva moneda. Al fin y al cabo valían lo mismo y cumplían la misma función, por lo que el peso convertible reemplazó rápidamente al dólar incluso en la economía sumergida, sin que surjan mercados paralelos.

El peso convertible cubano reemplazó al dólar pero no al peso cubano tradicional, que continuó siendo la fuente de ingresos de la mayoría de los cubanos y la moneda en la que se ofrecían los bienes y servicios básicos. En ese sentido, la desigualdad creada por el bimonetarismo continuó, ya que los bienes y servicios ofrecidos a pesos convertibles eran inaccesibles para quienes tenían ingresos exclusivamente en pesos cubanos. 

Sin embargo, mejoró la eficiencia en el uso de las divisas que ingresaban como remesas y por el turismo que ya no se mantenían como circulante o ahorros. Ahora esas divisas debían cambiarse por pesos convertibles, engordando las reservas del Banco Central y quedando disponibles para hacer frente al pago de importaciones.

@AndresAsiain