En plena efervescencia por la Copa, diciembre queda demasiado lejos. En Boca lo sabe cualquiera: las elecciones hoy importan menos que la Libertadores. Porque faltan cuatro meses, Riquelme parece un muro infranqueable para la oposición y Macri tiene un problema más grande que la interna de Juntos por el Cambio. Su candidato para presidir el club casi no mueve el amperímetro: Andrés Ibarra, uno de sus CEOS en el grupo SOCMA y exministro de Modernización en su gobierno, no convoca multitudes. Por eso se estaría evaluando bajarlo de la postulación y que su jefe político lidere la lista. La idea ha sido comentada como una posibilidad en el entorno boquense del empresario que llegó a la Casa Rosada en 2015. Su paso por la institución entre 1995 y 2007 le sirvió de plataforma para sacarse aquel gusto. Un berretín que le costó a la Argentina 44 mil millones de dólares por el préstamo que le otorgó el FMI y el título oneroso de campeón del endeudamiento. Otro título que debería agregar a sus vitrinas.
El escaso conocimiento de Ibarra entre los socios de Boca se percibe cada domingo de partido. Aunque el economista y ex funcionario hace proselitismo, se muestra a metros de la Bombonera, participa en algunos actos y lo acompaña un núcleo duro en su campaña electoral -que incluye a ex jugadores como Diego Cagna y el Pato Abondanzieri-, no parece que dé el piné para vencer a Riquelme. Gane o no gane Boca la Copa Libertadores.
El ídolo y vicepresidente tiene un piso muy alto. Si hoy lo votara un discreto porcentaje de los socios que colmaron la Bombonera en su partido de despedida, no habría equivalencias. No es un pronóstico. Es un dato factual. Lo que más destaca la dirigencia que trabaja en el día a día con Riquelme es su poder de convocatoria entre los más jóvenes. “Mucha gente que votó al oficialismo hace cuatro años está recaliente con varias cuestiones, pero creo que hay cierto entendimiento de que, más allá de las diferencias, jamás se volvería al macrismo, que es básicamente la negación de nuestra propia identidad”, dice un socio bastante informado de la actualidad política interna que pidió anonimato. Si tiene que puntualizar un error de la conducción, menciona: “el manejo de las entradas”.
En la oposición, la experiencia de un candidato lanzado a ocupar el gobierno para que Macri ejerza el poder, ya fracasó: Christian Gribaudo sacó el 30 por ciento de los votos contra el 53 % de la fórmula Ameal-Riquelme en 2019.
El macrismo entonces analiza un enroque. Aun cuando el expresidente correría un riesgo muy alto si el actual vice anunciara que encabezará la fórmula oficialista. “Si pierde sería su sepultura política, justo en el club que utilizó para lanzarse a la política nacional”, explica el joven que milita en una organización del barrio de la Boca y es socio de la institución. “Para mí va Macri como candidato a presidente”, piensa un ex dirigente que integró la última comisión directiva de Daniel Angelici y después se distanció con él. Con esta información también coincide el referente de una histórica agrupación.
Ibarra, mientras tanto, se muestra en las redes sociales como un candidato en movimiento, pero por ahora de bajo impacto. Apunta a “un sueño en marcha” que es la Bombonera Siglo XXI presentada el 23 de mayo pasado. Un estadio que hasta ahora no pasó de la condición de maqueta igual que otros proyectos anteriores. Con capacidad para 105.638 socios e hinchas, promocionado como el “más grande del continente” y “unido por un puente” al histórico templo de Brandsen y Del Valle Iberlucea.
El exdirector del Correo Argentino cuando quebró, dejándole una deuda al estado de 659 millones de dólares de la convertibilidad, se recicló después como gerente general de Boca en febrero de 2004. Con él llegó al club el comisario Jorge “el Fino” Palacios como gerente de Seguridad, un cargo que no existía. Aquel de la represión trágica en diciembre de 2001, la causa AMIA y la primera Policía Metropolitana en la ciudad de Buenos Aires.
Ibarra repite el slogan de Pasión y gestión, el mismo título de un libro que publicó en coautoría con Macri y el contador público Alberto Ballvé. Su camino a las elecciones de diciembre suele verse reflejado con más despliegue en los grandes medios afines que en la calle. Aferrado a su proyecto de Bombonera Siglo XXI, no parece que le alcance solo con eso. Tampoco lo favorece el contexto de una oposición dispersa. Porque además de su candidatura, emerge la del empresario publicitario Jorge Reale -que también proyecta la construcción de una nueva cancha en la isla Demarchi-, la del comunicador y presentador Mario Pergolini, que compartió la fórmula con Ameal y Riquelme en 2019, y la más reciente de Rafael Di Zeo, el líder histórico de la barra brava.
La Boca ya apareció decorada con su imagen y el lema “Rafa 2023”. En su cuenta oficial posteó: “Lo mejor está por venir”. Y el 15 de julio anunció en el programa partidario Pintado de Azul y Oro: “Me estoy preparando de la misma forma que se están preparando todos. Yo vengo aprendiendo desde los 16 años”. Ya sin causas penales abiertas, apunta a jugar un papel decisivo en las elecciones. En marzo de este año recordó cómo pudo evitar la cárcel si “entregábamos al de saco y corbata, que era, según ellos, el que beneficiaba a la hinchada con cosas. El de saco y corbata, con el tiempo, fue jefe de Gobierno y Presidente de la Nación”, aludió a Macri sin nombrarlo en una entrevista que le hizo el periodista Pablo Carrozza.
Di Zeo tiene un núcleo duro de seguidores en la Doce pero si la participación electoral -como se estima por lo que está en juego- superara los 38.363 de socios que votaron en diciembre de 2019, su aporte no sería tan determinante. En el oficialismo, la mayoría de los votos son de Riquelme, con el aura de ídolo que lo acompaña. En diciembre de 2022 lanzó su propia agrupación con un título muy significativo: “Soy bostero”. Hoy es una de las dieciséis que tiene el club.
Ibarra lo cuestiona, transformado en el alter ego de Macri: “Como dirigente es muy malo”, declaró. Pero el exfuncionario no computa que al hombre a quien le dedicó su vida laboral, él mismo que gobernó Boca entre 1995 y 2007, también acumuló varios traspiés como presidente. La lista de operaciones turbias se extendieron a sus tres mandatos: el fondo común de inversión La Xeneize; el primer balance rechazado en 40 años a un presidente; el lapidario informe de una comisión investigadora; el vaciamiento de las divisiones inferiores a manos de ACE SA; el gerenciamiento de Boca SA que iba a delegar en la quebrada ISL y no prosperó; la controvertida exigencia de avales para ser dirigente; el club transformado en paraíso de los intermediarios; el caso de Boca Crece; las calles del barrio que el club ocupaba ilegalmente y la re-reelección que Macri consiguió y Menem no gracias a un fallo de la Sala K, de la Cámara Civil porteña de entonces.
Aquel extenso período de gobierno de doce años deja una moraleja. El expresidente que ahora pretende volver al poder, se atribuye la gloria pretérita gracias a un grupo de jugadores guiados por Carlos Bianchi. Ganaron la mayoría de los 16 títulos de su mandato presidencial con Riquelme como figura estelar. Él mismo al que disfrutó en la cancha y hoy quiere desplazar. Podría decirse, su peor pesadilla.