Falta una semana para las Primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). Por fin. Las campañas continuarán hasta el estricto momento de la veda. El exministro (degradado a Secretario) de Trabajo Dante Sica rompió lanzas contra la ultraactividad de los convenios colectivos o sea propone su eutanasia. ¿No será demasiado en los días finales cuando el programa anti laboral de Patricia Bullrich es reconocido y re-conocido? ¿No sería más práctico centrear un cachito desde la pared derecha? Quién sabe… La Confederación General del Trabajo (CGT) cantará retruco: apoyará al candidato-ministro Sergio Massa en un acto de cierre. Los sindicatos y el grueso de los movimientos sociales se alinean en Unión por la Patria (UxP), ejercen la defensa propia. Los cambiemitas vienen por ellos y más aún por sus bases, dispuestos a demoler o dinamitar las instituciones laborales que sobreviven. Los halcones son pro dinamita, las palomas pro demolición.
La dirigencia cegetista estará en pleno, en general perduran décadas en los gremios pero les cuesta fidelizar los votos de sus representados en comicios nacionales. Un clásico que se remonta a 1983 y que afectó incluso a Saúl Ubaldini, el más popular y querido de los gremialistas en los últimos cuarenta años. Las cúpulas de las organizaciones sociales tampoco traccionan a sus bases hasta el cuarto oscuro. Son representativas en otras ligas, en el espacio público.
Las encuestas serán sometidas al microscopio el día después. La crema de la casta las encargó y garpó con munificencia, les dispensó crédito, los sondeos fueron brújula. Ahora mismo un sentido común compartido atraviesa los comandos de campaña. En una de esas entre Massa y Juan Grabois UxP superarán el 30 por ciento. Algo más u otro tanto cosecharían los dos lemas de Juntos por el Cambio (JxC). En conjunto, rondan dos tercios del padrón votante, guarismo inferior a los acumulados de 2015 y 2019.
El diputado Javier Milei, presagian los oráculos consultores, rozaría el 20 por ciento. Meses atrás se le adjudicaba un tercio o el 30 por ciento, una barbaridad. Circa veinte sería un montón para un tercero en discordia, ojo. Massa como presidenciable lo excedió apenas en 2015 (21,39 por ciento). Posiblemente incidió para la victoria de Mauricio Macri en segunda vuelta. Otro tercero famoso, el exsuperministro Domingo atravesó por poco la valla de dos dígitos, 10,23 por ciento en 1999 durante el clímax de su carrera.
Ningún otro aspirante llegaría a dos dígitos, nadie o pocos a cinco puntos porcentuales, habrá quien no supere el umbral del 1,5 de las PASO; condición necesaria para estar en octubre. La tele perderá animadores vistosos, en una de esas.
Una sombra terrible hace tendencia en los quinchos, en las tertulias de café, en las redes, en los medios. La apatía, la desafección, la bronca, modos blandos de anomia, explican por qué mermó la participación en las elecciones provinciales.
Un dato contundente signa la competencia. No serán de la partida la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el expresidente Mauricio Macri, el actual Alberto Fernández. Los mandatarios que gobernaron la Argentina sucesivamente desde 2007 hasta el 10 de diciembre. Un viraje rotundo cuyo alcance y proyección futuros desconocemos, inimaginado hace dos años o hace uno.
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Los bastones: La tentativa de homicidio contra Cristina y la aberrante sentencia en su contra en la causa Vialidad ahondaron la degradación del sistema político. La pandemia trastocó la vida de la gente común. Quedan fuera de las narrativas de campaña por causas diferentes, acumulables.
En diciembre Cristina anunció que no sería candidata a nada. Siempre cumplió con esas promesas, sus contrincantes ningunearon el compromiso y muchos de sus seguidores supusieron que lo revisaría.
La referencia al “bastón de mariscal” se verbalizó en 2023 aunque latía en el aire desde el año pasado. Entre los peronistas, solo Massa cargaba el bastón en su mochila. Desde el preciso momento en que bregó para ser ministro lo venía lustrando aunque alegaba que no sería candidato. Hacía camino al andar, mirando de reojo a Alberto Fernández cuyas perspectivas se angostaban día tras día.
Massa arriba a las PASO porque tuvo la voluntad, porque sus compañeros en las boletas lo imaginan el más competitivo, hipótesis que él comparte. El consultor Antoní Gutiérrez Rubí prescribe en sus instructivos para compañeros candidatos reglas de oro, habituales y coyunturales. Las habituales, sensatas: unificar el discurso, coordinar presentaciones en el enloquecedor plano mediático. “Sergio agarró una papa caliente, trabaja 7x24, toma decisiones, resuelve problemas que se heredaron de la administración Macri”. Operativamente buscar a los desencantados, recuperar su favor.
Entre los novedosos, pedir disculpas por lo que se hizo mal, por lo que falta.
En tinta limón, para pescar fuera del estanque propio, Massa necesita convencer de que no es Alberto Fernández, ni Héctor Cámpora en 1973. La polarización conlleva algo de un River-Boca. El Superclásico tiene que ganarse, en la base propia prevalece el paladín con más chances, “cueste lo que cueste” claman las hinchadas.
Juan Grabois agrega diversidad a la interna, camina con fervor, se hace conocer. Hasta acá la campaña PASO es interesante, no autodestructiva, hay contenidos. Más inteligente, pinta más constructiva que los cuatro años previos en la coalición oficialista y en el gobierno. La disputa deja margen para una crítica testimonial a quien se prejuzga ganador claro.
En las tiendas peronistas se aspira a que “Sergio” sea el candidato más votado en las PASO. Este cronista intuye que dicho lauro se sobrevalora: es menos relevante que la suma de votos para UxP y en particular que la distancia con el ganador de la interna cambiemita. Deja constancia, sabe que está en minoría.
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Macri fue, Patricia quiere, Larreta ¿qué? Carlos Menem consiguió la reelección, amagó con la re-re y se lanzó por la tercera en 2003… recién entonces cayó su estrella electoral. Cristina sucedió a Néstor Kirchner y enhebró doblete en 2011. Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y ahora Alberto F. perdieron plafón (y millones de votos) durante su mandato, no consiguieron otra chance. Macri se postuló cuatro años atrás y fue batido. Se suponía que pasaría a retiro. Que la FIFA, el bridge, la reposera, la buena vida… Nobleza obliga, supo combinar el ocio con la voluntad política. Se sostuvo, remó. Fantaseó con un retorno jamás consumado en esta etapa democrática. Intervino en la interna, quiso conducir al PRO. Quedó en el camino porque arrancó malherido, gravitó bastante.
El Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta revistaba entre quienes lo daban por retirado. Lo consideraba caprichoso, malcriado, poco habituado al llano. Nunca lo gritaría pero lo susurraba en paliques con los grandes empresarios. HRL midió mal a su ex jefe, proyectaba un sendero factible hacia la Casa Rosada. Entre 2020 y 2021 todo parecía funcionar: se acercó al presidente y le dio esquinazo con oportunismo y astucia. Se probaba la banda presidencial, tomaba lecciones de economía política, comenzaban sus errores. Almorzó la cena a la hora del desayuno. En paralelo, Patricia Bullrich vislumbraba su momento.
La contienda entrambos es larga, desgastante para la ortodoxia de campaña. Bullrich convenció a iniciados y profanos, a amarillos o multicolores que le atribuyen voluntad, coraje, “lo que hay que tener”. Si las elecciones se ganaran con la sensación térmica de las campañas Patricia ya eliminó a Horacio. Impuso el ritmo, el nivel sonoro, corrió la agenda a la derecha. El calculador serial precisó deconstruirse, el amante de la evidencia y los medios tonos llegó a bailar la chacarera expresando deprimente ausencia de swing.
Los sondeos, sin unanimidad, designan como favorita a Bullrich. Larreta conserva fortalezas que lo esperanzan. Un armado territorial cuidadoso, con apoyos radicales que pueden buscar votantes. La hipotética subsistencia de minorías silenciosas, hartas de gritos y de furia, anhelantes de gobernabilidad.
Bullrich tuvo en mira al Milei rampante, que podía morderle a un conjunto de electores desolados, rabiosos, con odios mezclados anti K, antipolítica, anti planeros. Usted dirá que eso es cualquiera, un manual facho. Tiene razón. Bullrich encaja en el rol, lo desempeña confortable porque armoniza con su forma de ser. Gobernar es arrasar, allanar el camino, prescindir de lo que estorba, sean pobres o peronistas o mapuches o planeros. Se le endilga injustamente el remoto pasado setentista: una era diferente, signada por la violencia. Es más serio y más preciso recordar que lleva en la mochila los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. En ambos casos premeditando los operativos, construyendo el relato previo, aplaudiendo y encubriendo después. En el homicidio de Nahuel, dando la orden para reprimir con balas de plomo, en el de Maldonado otorgando carta blanca a los gendarmes. El curriculum la jerarquiza en la escala de valores de demasiados ciudadanos, en quantum preciso se medirá cuando se recuenten votos.
Engolosinada, tropezó con su lengua, pronunció insensateces, desnudó ignorancia en materia económica. “Todo o nada”, arriesgó. El auditorio de millones de personas no encuadradas quizá mida las consecuencias de apoyarla… habrá que ver.
Las Primarias, las nacionales se ganan con votos. Las imágenes y la sensación térmica influyen solo y nada menos que en parte. La realidad es dialéctica, compleja. Nada es certero en las vísperas. Muchos argentinos mudarán de parecer en la semana que viene, acaso unos cuantos definan el mismo domingo si van a las escuelas a votar.
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Jingles, eliminados prematuros, anhelos: Los jingles de campaña tejen universos paralelos a la campaña. Otro mundo, divertido. La minoría politizada disfruta y disecciona, consume la rica producción inventada en redes o en streaming. La gente de a pie pispea, mira de reojo. El efecto general es más entretenido que la campaña dendeveras. Si las primarias se ganaran con jingles, el exsecretario Guillermo Moreno ocuparía la pole position.
Los cargos se dirimen en octubre, la primera etapa condicionará las siguientes no solo por las eliminaciones. Ya acontecieron algunas, para un librito Guiness. El influencer Roberto García Moritán excluyó al exministro Ricardo López Murphy con estratagemas partidocráticas. LM se pegó a Bullrich, más como perrito faldero que como bull dog. Mangaba la candidatura a vicepresidente. Bullrich calculó que valía más un radical ignoto, le prometió a Murphy un cargo en el gabinete nacional. Pagos diferidos, mala moneda en política, dudoso el cobro.
En el finde, Bullrich y Larreta acuerdan que esperarán los resultados juntos, en el mal llamado bunker. Una convivencia indigesta, desaconsejable. ¿Se gritarán los goles en la cara? Saldrán unidos a anunciar que todo pasó. Habrá que ver si no hay votantes que vuelan hacia otros rumbos. Porque la que vota es la gente común sumando de a uno.
.¿Qué votarían los ausentes? Lindo primer verso para un poema sobre la participación masiva, virtud-emblema de las votaciones nacionales que está de capa caída. Sacudir la modorra, motivar a hacer valer los intereses propios, tendría que ser el desafío para cualquier candidato con ansias de vencer.
El 13 de agosto cesarán las agorerías de las vísperas, el escrutinio las corroborará o desmentirá. La gente votando es creativa, sorprende, emite mensajes colectivos, impacta en la realidad, la sumatoria de sufragios es tangible. Ojalá concurran muchos, como suele y como debe ocurrir.