Portada de la edición integral de Hotel de las Ideas

En 2017, el historietista Jeff Lemire recibió una carta de un productor de televisión bastante categórica y acaso maleducada que decía así: “Nadie va a ver una serie tan rara sobre un niño que anda por ahí con cuernos de ciervo en la cabeza y definitivamente nadie va a producirla jamás”. Para Lemire, un canadiense del condado campestre de Essex, Ontario, chico taciturno y contemplativo que llegó al extremo de abandonar la escuela de cine para dedicarse al dibujo porque eso le permitía estar solo por más tiempo, una negativa tan radical pudo haber sido demoledora. Quizás, incluso, pudo haber arruinado o retrasado todo un camino para él. Sin embargo, algo le decía que esa historia suya que tanto había gustado al público en su versión gráfica podía funcionar también en televisión.

En 2021, pleno aislamiento global por Coronavirus, ese oscuro cómic sobre un niño-ciervo que recorría un mundo donde habían empezado a nacer chicos con características animales mientras se expandía un extraño virus por el que la humanidad los culpaba, vio la luz como serie de televisión. La historia se llama Sweet Tooth y no solo fue adaptada por la todopoderosa dupla de Robert Downey Jr. y su esposa Susan –que con ojo experto, en ella olieron el éxito–, sino que se convirtió en un suceso de plataformas instantáneo: la serie más vista de Netflix en ese momento. Además, por esos días, efectivamente los animales salvajes empezaron a apoderarse de nuestras vacías ciudades pandémicas en un extraño composé con la realidad.

Si la consigna de Tolstoi dice que todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera, con las producciones de ciencia ficción postapocalíptica actual se podría decir algo parecido, por qué no, claro que al revés. Es decir: el infeliz devenir del mundo real, sin duda, le da toda la razón a esas historias. Y entonces sus reclamos urgentes, su tono, sus colores, su sensibilidad, su declaración sobre la humanidad, puede llegar a sonar a veces un poco monocorde. La idea de Sweet Tooth, en cambio, parecía diferente: era una historia apocalíptica pero luminosa y tierna, e incluía además algunos personajes famosos de la comedia norteamericana. Ofrecía ciertos destellos de esperanza aun en un clima de catástrofe que se extendía al mundo real. Podía parecer, por momentos, un poco naive, pero eso es simplemente lo que sucede cuando a algo le falta el toque de cinismo al que tanto nos ha acostumbrado la vida misma. La decisión de adaptarla de esta forma –quizás un poco a pesar del melancólico Lemire, que había escrito una novela mucho más lóbrega aunque lo suficientemente similar– y el contexto pandémico que tan casualmente la acompañó, cubrieron a la serie de una extraña y entrañable actualidad.

Sweet Tooth, por Jeff Lemire

UNA EXPERIENCIA ONÍRICA

Ya bien posicionada y ahora en un mundo abierto que incluso se la pasa fingiendo demencia con todo lo que pasamos esos años feroces, Sweet Tooth tuvo su segunda temporada este 2023. Y, previsiblemente, el nombre de Lemire ganó también un gran envión autoral y por supuesto una expansión en el medio audiovisual, aunque ya era un nombre que para la industria del cómic era bastante pesado: lleva dos décadas trabajando en el universo de la historieta y es uno de sus nombres trascendentales en la actualidad. Ganó el Premio Eisner, conocido como “el Oscar de los cómics”, fue best seller del New York Times, reescribió personajes estrella de grandes franquicias de la industria para Marvel y DC, y también debe ser uno de los autores más solicitados a la hora de pensar en adaptaciones para televisión. Pero realmente, Lemire alcanzó el éxito de una forma mucho más extraña, a veces pasa. Lo hizo lejos de los superhéroes y la ciencia ficción que, se pensaría, encarnan el éxito en el cómic. Apostó desde el principio por el poder expansivo de las historias extremadamente específicas y personales, con trabajos cruzados por la callada sensibilidad de su Canadá natal.

Por estos días, acaba de editarse en Argentina, a cargo del sello local Hotel de las Ideas, la trilogía de Essex County, el trabajo que posicionó a Jeff Lemire como una de las voces trascendentales de la narrativa de su generación.

Se trata de un ambicioso número integral de más de 500 páginas que incluye todas las historias –y un poco de material extra– del que también es uno de los trabajos más personales de Lemire, el que inició ese imaginario flotante y reconocible de su Ontario natal que cruza varias de sus obras. Essex County –que fue traducida a una docena de idiomas y acaba de ser adaptada a una mini serie de televisión de cinco capítulos– es una recopilación de historias cortas que sigue a varias generaciones de personas que viven o han vivido en una comunidad granjera del interior de Canadá.

El libro, que empezó a publicarse por partes en 2008, es heredero del minimalismo literario norteamericano y en Canadá, de hecho, fue elegido como una de las novelas esenciales de la década. Un honor que rara vez se le concede a los cómics por sí mismos. Aunque el medio insiste en demostrar su independencia, la cosa todavía es un poco así: cuando los comunicadores desean enunciar que un cómic es muy bueno, buenísimo, lo comparan con la mejor literatura. Lemire no está tan de acuerdo con la consigna, sin duda es un entusiasta de su propio medio: “La forma en que el cerebro combina palabras e ilustraciones al hacer o leer una historieta es algo muy único. No hay otro medio que sea tan directo. Mis líneas y mis palabras van directamente de mi mano a la página y el lector recibe eso, sin filtrar. Podés hacer mucho con lo sugestivo, el humor y el ritmo. El enfoque en los superhéroes y el género está bien, pero el medio tiene mucho más potencial que ese. Mi trabajo más exitoso es cuando soy capaz de aprovechar ese mundo introspectivo y comunicarlo directamente a través de las imágenes. Un cómic puede convertirse casi en una experiencia onírica tanto en la creación como en la lectura”.

El joven Jeff, criado en Essex

SALVAJE PERO ESTILIZADO

Las respuestas de Jeff Lemire, hoy de 47 años, llegan vía mail. Es un medio que prefiere a la hora de dar entrevistas, tal parece que su timidez excede cualquier tipo de impostura. “Nunca he estado en Argentina, pero me he inspirado en muchos grandes dibujantes y artistas argentinos. José Muñoz en particular fue una gran influencia en mi estilo artístico. Sus libros de Alack Sinner siempre han estado muy cerca de mi mesa de dibujo. Es un maestro del minimalismo estilizado y las sombras, algo que he intentado hacer yo mismo. También soy muy fan de Alberto Breccia y Oscar Zárate”, responde sobre su más reciente edición en Argentina, con lo que uno podría imaginar como genuino entusiasmo. Sus dibujos son efectivamente asi: minimalistas pero muy expresivos, estilizados a pesar de su trazo salvaje, en blanco y negro, y muy lejos de lo que uno podría pensar –quizás perezosamente– sobre el dibujo industrial vinculado a superhéroes. Esas líneas desgarbadas y en un primer vistazo desprolijas, dan vida en su libro a imágenes bien sugestivas y etéreas: un niño con antifaz de superhéroe raudo en su bicicleta por un campo abierto que parece infinito, un hombre tras un mostrador recordando sus glorias perdidas como campeón de hockey, personajes que vagan perdidos dentro de sí mismos, por descampados, riachuelos, maizales donde lo único que parece cambiar es la estación del año.

Essex County es un set de historias bucólicas y silenciosas que rodea cierta idea de tragedia sobre el origen fácil de reconocer y que muchos tipos de obras han intentado desentrañar en el pasado. “Es verdad que también tiendo a sacar la mayor parte de mi inspiración fuera de los cómics, del cine y la literatura”, explica Lemire. El pueblo pequeño como idea y como tópico quizás puede hermanar también a varios lugares del mundo, y sin duda le habla bastante de cerca al nuestro acá en el sur. Las situaciones, muy reconocibles para cualquiera que haya crecido en un lugar alejado de las grandes urbes, son caldo de cultivo para otros grandes temas del espíritu: las glorias perdidas de generaciones pasadas, la pregunta sobre el futuros propio, la desconexión entre los miembros de las familias después de las tragedias, la indefectible soledad final a la que nos dirigimos.

“Con una gracia natural que se ganaría la envidia del difunto Raymond Carver, las historias de Lemire se construyen a partir de momentos insustanciales y aparentemente desconectados que convergen y cobran peso cuando se los contempla desde una lógica acumulativa”, escribió en el prólogo del libro Darwin Cooke, fan de Lemire, uno de los grandes historietistas canadienses industriales y conocido por dar vida a personajes bastante diferentes a estos granjeros taciturnos: Catwoman y Spirit, por ejemplo. “El libro se ubica en la cumbre de la literatura canadiense y se ha ganado un lugar junto a las obras de Lawrence, Richler y Atwood en el estante principal de la biblioteca. Esta conmovedora obra de literatura gráfica es superadora de su forma y se erige en lo que seguro será un perdurable ejemplo de la más exquisita literatura a secas”.

Una página de Essex County, por Jeff Lemire

UNA DUALIDAD CLAVE

A diferencia de la luminosa adaptación de Sweet Tooth, que tanto ayudó a la expansión de la historia en televisión, la mirada personal de Jeff Lemire sobre el mundo es bastante más pesimista, o al menos contemplativa, sin ser necesariamente moralizante. Quizás lo propio con Essex County tenga que ver también con el momento de su vida en el que empezó a dibujarlo: era un joven que todavía tenía ideas muy frescas sobre el pueblo que acababa de dejar para estudiar en la escuela de cine. Pero hoy, cerca de los 50 años y después de convertirse también en padre, reconoce que se siente más cercano a los personajes adultos del cómic: eso es lo que quizás genera una buena novela coral. “Viéndolo desde acá, me doy cuenta que en ese momento estaba escribiendo la historia desde el punto de vista de un niño crecido en una granja y perdido en su imaginación como yo lo fui, pero hoy puedo identificar más el punto de vista de los padres”, dice.

Por otro lado, uno de los asuntos más interesantes sobre Jeff Lemire, quizás un gen de su éxito tan transversal, sea la tensión que ha sabido manejar y dosificar con inteligencia entre la industria y lo que se conoce como arte “de autor”. La forma en la que logró llevar cierta sensibilidad autoral a las grandes franquicias, a la vez que incorporó el pop en el cómic indie. Esta es una tendencia en nuestra era BarbieHeimer, por supuesto, donde las grandes franquicias están buscando empaparse de una mirada autoral muy específica para reinventarse, pero no era tan común cuando él empezó a fraguar su estilo. Así como creó personajes bucólicos salidos de su corazón y basados en su historia personal, también trabajó para Marvel y para DC. Reescribió a Wolverine de los X men como Old Man Logan, por ejemplo –su celebrada versión extra oscura del mutante en su vejez, también llevada al cine con éxito–, o a Linterna Verde y a Liga de la Justicia. En la editorial Dark Horse publicó Black Hammer –uno de sus cómics más queridos donde un insólito grupo de ex superhéroes vive retirado en un campo muy parecido al suyo– que no se privó de nada: ha sido comparado con Watchmen y ya está en proceso de adaptación audiovisual. Y Gideon Falls, un cómic de terror que se puede leer en un número completo en español por Editorial Astiberri, ya anunció también su adaptación a la televisión.

“Creo que esa dualidad ha sido clave en mi éxito. Cuando empecé en el mundo del cómic, a finales de los 90, la línea que separaba el cómic independiente del mainstream era muy clara. Los cómics y dibujantes independientes se definían a menudo como antigénero o antimainstream. No se cruzaban como ahora”, dice Lemire, que acaba de subir a su instagram, con ternura y sorpresa, un fragmento de la noche anterior donde se lo menciona en Jeopardy!, el clásico concurso de preguntas norteamericano, donde aparecer es claramente un signo de consagración. “Creo que lo que contribuyó al éxito de Essex County o de obras posteriores como Black Hammer fue que abracé y amé ambos mundos y no tuve miedo de dejar que se mezclaran ambos conjuntos de influencias y enfoques. Essex County se creó en gran medida desde la perspectiva del cómic independiente, pero también aporté mi amor por los superhéroes y dejé que fuera una interpretación honesta de ello en lugar de intentar ocultarlo. Hoy en día, el mundo independiente y el pop están totalmente desdibujados, pero no era así cuando yo empecé”.

Los protagonistas de Essex County

SIMPLEMENTE NO

Si hablamos de ciertos márgenes, es innegable el lugar que ocupa Canadá en el arte y el entretenimiento. Es decir, es tratada por Estados Unidos con la socarronería con la que Argentina se vincula con Uruguay. A pesar de que Canadá ha entregado algunos de los nombres que han revolucionado el cómic en distintas épocas como Seth, Joe Matt, Chester Brown en los noventas o Brian Lee O’Malley, el responsable de Scott Pilgrim, en los dos mil. Lemire, más o menos contemporáneo a este último, también supo atrapar esta idea limítrofe, como ubicación geográfica pero también del espíritu, y traducirla como tópico e idea fuerza. “Canadá es un país muy grande y muy diferente de una región a otra. Así que no creo que mi obra abarque todo el país y todas esas variaciones, pero intenté captar el paisaje y la sensación específicos de la zona rural de Ontario donde crecí”, dice el autor, que hoy vive en Toronto mucho más cerca de la urbanización, pero que nunca dejó Canadá. “La llanura, la escasa y dispersa comunidad agrícola se convirtió en el personaje central de este libro y ha sido el lienzo de muchos de mis otras historias. Creo que cuanto más específica sea la región o el lugar, más universal se sentirá la historia. Así que creo que incorporar mi canadiensismo en mi trabajo, le dio a mis cómics más sentido de una voz”.

Ahora, la trilogía de Essex County acaba de ser adaptada en una miniserie de cinco capítulos en su país natal. Teniendo todo a su favor, Lemire rechazó las ofertas de Hollywood para volver a los orígenes. En el pasado, otro cómic como The End of the Fucking World, de Charles S. Forsman, un auténtico roadtrip norteamericano, fue adaptado en Inglaterra con música de Graham Coxon para Netflix con muchísimo éxito, probando que hay historias que pueden ser extirpadas de sus hábitats naturales y aún así funcionar en otros medios. Pero Lemire dijo: nop, esta historia le pertenece a Canadá. Y así fue. Su deseo de decir simplemente “no” también habla un poco de su personalidad, porque esa decisión por supuesto implicó que la serie no fuese un mega éxito mundial y comercial como lo fue Sweet Tooth.

“Aunque muchos de mis libros han sido desarrollados para el cine o televisión, yo era muy reacio a hacerlo con Essex County porque era tan personal e importante para mí. Por lo tanto, la única manera en que me sentía cómodo que se hiciera para la televisión era si lo hacía yo mismo. Escribí toda la serie de televisión con un co-guionista, fui productor y showrunner. Fue un gran esfuerzo, pero al final estoy muy orgulloso de la serie. Creo que fuimos capaces de captar el corazón del cómic. Tuve que volver a la obra para adaptarla y sumergirme en ese mundo. Me di cuenta de que parte del cómic se trasladaba muy claramente a la pantalla”, dice, sobre su serie, que salió por la CBC canadiense este marzo y, hasta que no lo compre alguna multinacional, si eso sucede, se puede ver solo descargándola. “Sinceramente, sigo prefiriendo la soledad de hacer cómics. Es cuando soy más feliz creando. Me alegro de haber tenido experiencias en el cine y la televisión y, en general, disfruté de la sensación de colaboración que había entonces. Pero todo ello me hizo apreciar aún más el medio del cómic. Hacer cómics es mucho más inmediato y directo. Puedo sentarme en mi escritorio y crear algo por mí mismo y puede estar en manos de los lectores en unos pocos meses. Eso no es posible en otros medios. Aunque seguiré participando en otras adaptaciones, será sobre todo escribiendo. Ya no me interesa implicarme tanto en el día a día de la producción. Prefiero estar en mi estudio dibujando. La producción de cine y televisión es demasiado estresante, hay demasiados egos en juego. Hay demasiadas cosas que escapan a mi control. La vida es demasiado corta, sólo quiero hacer cómics y ser feliz”.