Varias veces en la entrevista Gabriel Chamé Buendia dirá que la que está a punto de estrenar es una obra "difícil". "Creo que nunca tuvo éxito", reconoce, entre risas. Se refiere a Medida por medida (la culpa es tuya), de William Shakespeare, que le sigue a Othelo (termina mal), suceso clownesco-teatral con diez años en cartel. En esta ocasión, nuevamente, incorpora al texto del dramaturgo inglés su impronta de humor y gags físicos. "Es una comedia negra con mucha psicología y mucho trabajo sobre la ética. Muy relacionada con nuestros tiempos de la política, con la justicia, las leyes, el abuso de poder y el abuso sexual. No tiene grandes efectos a nivel muerte", describe el director, también a cargo de la traducción y la adaptación. El estreno, demorado por el maldito esguince que afectó a uno de los actores al borde de subirse al escenario, será en la segunda quincena de agosto en el Teatro Sarmiento (Sarmiento 2715), con funciones de jueves a domingos a las 20.

Medida por medida es la historia del Duque Vincentio de Viena, quien se ha dedicado más a su desarrollo espiritual que a gobernar. Su pueblo sufre una decadencia moral. Sintiéndose incapaz de poner orden, anuncia un viaje y deja en su cargo a Ángelo, a quien valora por su conducta y rigidez. Pero en lugar de viajar el Duque se disfraza de fraile y observa el accionar de Ángelo y del pueblo. Entre otras medidas, Ángelo recupera una vieja ley que castiga la lujuria con pena de muerte. Un joven llamado Claudio es detenido por dejar embarazada a su novia y lo condenan a muerte. Se interpone su hermana, Isabel, bella novicia, quien ruega por la vida de Claudio. Ángelo la instiga a tener relaciones sexuales con él a cambio de perdonar la vida del joven. Ella se niega: prefiere que su hermano muera a entregar su cuerpo.

A esta obra se le conocen pocas puestas, como la que en 1984 dirigió Laura Yusem en el San Martín. "Es poco conocida", resalta el actor, clown y docente, que despliega su trabajo -y su vida- entre América latina y Europa. El elenco del espectáculo lo componen los actores de Othelo, obra que comenzó con funciones para pocos espectadores en la sala independiente La Carpintería, continuó a partir de 2019 en Caras y Caretas y este año realizó y realizará funciones en el Metropolitan (desde el 9 de agosto en Avenida Corrientes 1343, miércoles a las 22). A ese tránsito se le suman presentaciones en distintos países latinoamericanos, España y Francia. "Con este grupo me sentí con la confianza de sumar una nueva aventura", se entusiasma Chamé, quien dirige, además, Los bonobos, en el circuito comercial (ver aparte).

Othelo.

"Son diez años de hacer Othelo, de giras, con un nuevo equipo que se fue armando (N. de R.: los actores fueron cambiando). Hacer teatro es el encuentro con otro actor, ver cómo genera otra energía, otra visión de la misma obra", completa. En Medida por medida actúan Matías Bassi, Nicolás Gentile, Elvira Gómez, Agustín Soler y Marilyn Petito (la única que no está en Othelo). El entrenamiento de baile es de Damián Malvacio, la asistencia artística de Lorena Booth, el diseño sonoro de Sebastián Furman y Chamé, el de vestuario de Cecilia Allassia y el de iluminación y la escenografía de Jorge Pastorino.

“Shakespeare nos interpela cuestionando la esencia de las leyes y poniendo en duda los valores que nos gobiernan: ¿leyes o abuso de poder? ¿Rigor o compasión? Sobre el extremismo de las ideas, Borges decía: ‘Hay que tener cuidado con los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos’. Medida por medida propone una reflexión acerca de un presente infantil y vigente: culpabilizar al otro, una forma de relacionarnos hoy en día. La cultura de la culpa. La política de la culpa. La culpa de lo políticamente correcto. La nobleza del hombre está íntimamente unida a su bajeza: ésta es la moraleja", reflexiona el director. 

Su vínculo con Shakespeare es de larga data: ya en los tiempos del Clú del Claun hizo Macbeth. "En 1996, en Sevilla, empecé a hacer sus obras de esta manera, traduciendo el texto y respetando la historia", comenta. Dirigió, por ejemplo, Trabajos de amor perdidos, Los dos hidalgos de Verona Cimbelino. En el Teatro Nacional de Francia actuó en Cuento de invierno. "Hamlet no la hago porque la hace todo el mundo. Me dan ganas de hacer Rey Lear pero Ricardo Bartís hizo una versión para el Cervantes (N. de R.: La gesta heroica)", añade Chamé. 

Una anécdota grafica la complejidad del texto que eligió. Habló hace poco con Jean Guy Lecat, antiguo escenógrafo de Peter Brook, quien le dijo: "¡Qué obra difícil! A Brook no le fue bien con ella". "Shakespeare sigue siendo en este momento de mi vida una forma de hacer teatro que me permite hacer mitad teatro mitad clown, las dos cosas que me gustan. Estoy en la misma etapa pictórica con evoluciones. Othelo fue una gran evolución porque puse en práctica el lado tragedia-comedia de manera brutal. Es una tragedia y la hago con humor", dice el actor.

-¿Y qué sensación te produce trabajar con una obra menos conocida?

 

-Es un riesgo. Además es conocida para la gente de teatro como una obra muy difícil. A estas se le llama comedias problemáticas. No tiene grandes efectos como Hamlet, Romeo y Julieta, Othelo o Ricardo III, que matamos gente por derecha e izquierda y la gente dice "¡noooo!, ¡¿lo va a matar a este?!". Todas las series actuales han tomado mucho de Shakespeare, de este efecto de matar a uno que no podés creer que lo mataron. Escribió Medida por medida durante la pandemia inglesa de la peste negra. Lo mismo que nos pasó a nosotros pasó hace 500 años. Se actuó cuando volvió la gente a los teatros. No tiene grandes efectos a nivel de muerte, pero la temática moral es fuerte. Lo difícil es cómo esto puede ser entretenido. No es fácil la obra porque hay un tema religioso y habla mucho de política. Es muy actual. El tema del feminismo está muy presente porque la heroína defiende un pensamiento femenino, y muestra que los buenos no son tan buenos y que los malos son unos idiotas, por lo tanto no son tan malos, son estúpidos por creer que pueden hacer lo que hacen. 

 

-¿Llevás todo esto a escena a la manera de Othelo?

 

-Lógicamente no voy a hacer dos personas hablando y nada más. Me la juego porque me gusta un lenguaje lúdico, de acción, visual, que tiene mucho que ver con lo chaplinesco, con toda la relojería del gag físico y verbal. Siempre con ese estilo, ese formato de lenguaje mío. Por un lado creo que lo puedo defender, por el otro veremos qué dice el público. Por supuesto va a haber comparaciones...

 

-¿Se genera una presión con un precedente tan importante?

 

-No demasiada. Estoy feliz de seguir trabajando y haciendo estas cosas. Siempre intentaré seguir haciendo mis cosas diga lo que diga la gente. No las hago para ver qué dice. Las hago porque me gustan y resulta que a la gente le gustan, entonces vamos bien. Cuando no le guste algo estará todo bien. Lo respetaré. El teatro es una relojería. A veces la gente no lo entiende. Medida por medida es un niño pequeño, un bebé; todavía hay que ver cómo camina. El teatro es artesanal, no es que tocás el botón y ya funciona. Tiene que ir rodándose hasta que va tomando una verdadera forma, hasta que uno va entendiendo qué está de más, qué de menos. Hay detalles que van cambiando con las funciones, que hacen que la cosa sea más dinámica y entretenida. Hay cosas que estudio en función con el actor. No es que mi trabajo termina cuando se empieza con público. Sigue por mucho tiempo afinando, dejando que los actores crezcan, volviendo a afinar, hasta que el espectáculo toma una forma independiente y camina solo. El que vio Othelo muy formado se va a encontrar con un espectáculo más complejo pero también más frágil, porque es muy joven.

-En tu investigación sobre Shakespeare, ¿qué desafíos te representó esta obra?

 

 

-El desafío está en varios puntos. Volver a trabajar en Argentina, con el honor y al mismo tiempo el peso de estar dentro de un teatro institucional que tiene cosas muy buenas y otras que no son fáciles de llevar para un artista independiente como yo. Por otro lado, el desafío es meterme con un tema extraño. Es interesante cómo Shakespeare va creando estas cuestiones políticas, espirituales. No da respuestas, muestra cómo funcionamos. Es muy fuerte ver cómo un tipo que sube al poder como político quiere mejorar un país y poner reglas muy estrictas -sabemos que ahora hay mucha gente que está diciendo esto- y como consecuencia se corrompe él mismo y viola lo que él mismo está condenando a muerte, una ley recontra exagerada que implica que al que coge sin haber estado casado le cortan la cabeza. En un pueblo completamente corrupto, lleno de prostíbulos, en el que todo el mundo tiene sífilis. Es un desafío meterme dentro de eso sin meterme en política. Porque no me gusta fomentar un pensamiento político, más allá de que yo lo tenga. Hay gente a la que le gusta mucho hablar de política en su pensamiento artístico y yo soy de los otros. Me interesa más la profundidad estética, lúdica, del gag, la belleza de la forma y a través de eso puedo llegar a decir algo. 

 

-¿En qué sentido te parece actual la obra?

 

-Varias cosas. Al duque nunca le interesó la política. Quería conocerse a sí mismo y estar disfrutando de terapias alternativas, de todo lo que a uno le gusta ahora: llenarse de uno mismo. Del gobierno no se ocupó, por eso el pueblo es un quilombo. Lo otro que me parece actual es ver cómo alguien tan inflexible, con buenas intenciones, que quiere que la gente se deje de joder, poner un poco de mano dura para que todo se encarrile, se corrompa él mismo. Es muy común, más en la política. Yo creo que todo el mundo es bastante corrupto. Todos tenemos pensamientos corruptos y hacemos actos para salvarnos un poco de la exigencia de la ley. Por último está este punto de la chica: la mujer se expresa libre, abiertamente, tiene un poder en la expresión, en el convencimiento, y el otro se enamora o cree que se enamora. En ese acto de inocencia de poder expresarse el hombre se siente atraído por la libertad que tiene ella. Todo esto está pintado con mucha claridad en la obra.

 

-¿Considerás que estas obras acercan al público a Shakespeare mientras que otras, más solemnes, no lo consiguen?

 

-Sí. Shakespeare me parece un gran autor, el mejor, un filósofo. Pensamos que es un genio pero creo que el problema principal es que nosotros no evolucionamos. Hace 500 años que tenemos los mismos problemas. Shakespeare es un hombre de su época, llenaba las salas, el pueblo iba a verlo. El suyo no era un teatro solemne y aburrido, cultural. Era un teatro popular. Era el Spielberg de la época. Sabía mucho de técnica para tener agarrado al público y después tenía un pensamiento filosófico. Es una mezcla muy linda entre lo popular y lo intelectual. Una relación democrática. No es que tiene que ser "populacho-populacho" o "intelectual aburrido". No comparto ese pensamiento. Nunca he sido un artista elitista e intelectual. Me gustan mucho las vanguardias pero siempre he hecho todo lo posible por no ubicarme en un lugar elitista de artista contemporáneo y vanguardista. Me ha dado varios problemas porque me podría ir mejor en otros lugares... Lo que me importa es que se llene la sala de gente que pueda sentirse feliz en el momento en que está viviendo la obra y salga modificada del teatro. No modificada con un peso y un aburrimiento que se quiera morir, sino feliz. Una cosa particular de Othelo es que mucha gente me dice "la vi tres, cuatro veces". Les agarra el ataque. Son fanáticos, vuelven y vuelven. En la época de Shakespeare también era así. 

(Imagen: Valeria Ruiz)

La traducción

 

Para Chamé, algunos traductores de Shakespeare son "asesinos". "Los estudiantes jóvenes de secundaria tienen que leerlo con una traducción que puede ser lo peor que les pase en la vida. Te ponen 'vosotros', no se entiende nada...", dice. La traducción es, claro, el primer paso cuando se acerca a los textos del dramaturgo. "Siempre empiezo por ahí, imaginando cuánto puedo resumir, cómo voy adaptando según la cantidad de actores, quién va a hacer qué y quién otra cosa. Y sobre todo busco generar un lenguaje en castellano-argentino que se pueda decir arriba del escenario, no un palabrerío que al actor no le entre en la boca. Que sea lindo de escuchar y que respete la belleza poética de Shakespeare, que es muy impresionante", explica. Llega a los ensayos con "unas 40 páginas" y sabiendo que va a cortar, porque mucho de lo escrito se resume en la acción. Aparte de respetar historias y escenas, trata de conservar "las lindas frases".

"Los Bonobos" y el escenario comercial

En Los Bonobos, tres amigos de toda la vida que nunca se enamoraron deciden buscar el amor motivados por Alex. Él es ciego y convence a Dani, que es sordo, y a Fran, que es mudo. Así comienzan sus aventuras con tres chicas muy particulares que están en la misma que ellos. Es una comedia de Laurent Baffie, el autor de Toc Toc. Actúan Campi, Peto Menahem, Osqui Guzmán y Lizy Tagliani en El Nacional (de jueves a domingos, Avenida Corrientes 960). "Hay mucho gag. Es una historia común, simple, con final feliz", define el director. 

-¿Qué te produce trabajar en el ámbito comercial?

 

-Es distinto, pero me hace bien estar en muchos lugares al mismo tiempo. Francia, Alemania, teatro comercial, cultural, una salita en Almagro. Todo me gusta. Tener libertad es mejor que no tenerla. Y esta obra en particular me gusta. No soy alguien a quien lo ideológico endurezca sobre un solo pensamiento. Sí creo que las cosas tienen que salir bien. Soy exigente. Lo grave sería entrar en un sistema comercial que anula, altera la creatividad o no te permite seguir haciendo lo tuyo. Por suerte siempre di clases. Mi independencia económica está en ellas y no en vender algo específico.