Hubo cierto momento, en medio de lo que se llamó popularmente “marea verde”, en que las militantes feministas tomaron dimensión de lo que estaban haciendo: un cambio histórico, una revolución social. Entonces surgió la necesidad de registrar, de generar memoria para el futuro, de “hacer teoría con la experiencia de la calle”. Así nació Mareadas en la marea. Diario íntimo y alocado de una revolución feminista, libro de reciente aparición en el cual las escritoras Fernanda Laguna y Cecilia Palmeiro hacen público (y político) el día a día de aquella lucha.
En la forma, Mareadas… es “un proyecto de archivo” que sistematiza parte de la producción feminista de entre 2017 y 2021. Comenzó en aquel primer año, luego del primer paro internacional feminista, cuando las autoras dimensionaron que lo que estaban haciendo ellas y otras compañeras para promocionar las acciones (canciones, carteles, volantes, documentos, banderas, performances, etc.) “tenía un enorme valor estético, histórico y político”. Intuitivamente, fueron guardando esos materiales que luego exhibieron en una muestra itinerante. Luego surgió la idea del libro, que a partir de esa estructura empezó a tomar forma y narrativa propias.
“Apuntamos a hacer una forma de teoría popular, no para expertes y erudites, sino que sea accesible para todo el mundo, a través de una pedagogía del humor. Mezclamos nuestras lecturas filosóficas con los saberes que fuimos adquiriendo en las asambleas y en las acciones con mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries de distintos lugares, generaciones y lenguas y queremos poner todo ese acumulado a disposición de nuevos públicos”, explican las autoras a Página/12. Y desafían: “En esa mezcla de diario, ensayo, crónica, historia, poesía y ficción buscamos crear una nueva literatura popular feminista”.
-Hablan de una “literatura del nosotras”, una escritura conjunta, una voz colectiva. ¿En respuesta a qué?
-Nosotras venimos de la generación de escritores que comenzaron a escribir una “literatura del yo”, les jóvenes del 2000 que se formaron alrededor de Belleza y Felicidad. Una literatura que ahora llamamos de locas como plasmación de procesos de singularización, como experimentación y búsqueda de nuevas formas de vida y comunidad. Ese despertar de las literaturas menores tenía que ver con el impacto de los nuevos géneros autobiográficos de la era digital, el comienzo de las redes sociales y la popularización de las políticas queer en un amplio movimiento LGBTQ. Veinte años después vemos los efectos terribles de las redes en las subjetividades: narcisismo, individualismo extremo, competitividad, mercantilización absoluta y extractivismo del deseo y la fuerza vital con cada like, con cada posteo (ya no solo explotación laboral). Contra ese estado de la subjetividad neoliberal es que el feminismo apuesta a la construcción de lo colectivo, del nosotras y nosotres. Por eso quisimos llevar esa apuesta a lo colectivo al terreno de la literatura, como un nuevo experimento, en la línea de la literatura del yo pero en el contexto de la marea feminista.
-En el libro juegan todo el tiempo con lo “alocado”, las “locas”, la “locura”. ¿Por qué?
-De alguna manera es seguir con la tradición de las prácticas creativas del arte. Trabajar desde lo impensado posibilita atravesar las barreras de lo imposible. El uso de la gracia permite traficar información, activar sobre eso que se plantea como lo real y que nos limita. El humor derriba barreras y estructuras que nos aplastan. El humor abre nuevas posibilidades.
-De entre todos los eventos que narran, el paro de mujeres tiene especial relevancia. Hoy, a la distancia, ¿qué lugar le dan en la historia reciente?
-El paro feminista es la medida de fuerza más potente y novedosa que se llevó a cabo. Fue nuestro sueño desde antes de entrar al movimiento, nuestro objetivo principal. A través del paro se logró ensayar formas de coordinación internacional distintas cada vez, consolidando la marea feminista global como el mayor sujeto histórico y político de la historia en la medida en que el paro llegó a hacerse en 100 países. Las mujeres y cuerpos feminizados somos el proletariado del mundo, la fuerza de trabajo más explotada y violentada y el paro nos hizo percibir esta condición, mapear nuestras formas de trabajo y nuestros potenciales de rebeldía. Es un proceso de organización de la desobediencia y de intervención directa en el orden de la producción capitalista.
-Le otorgan un lugar destacado a la palabra poética. ¿Qué importancia tiene en el movimiento feminista?
-La poesía es una forma de exhalación mediante la cual al respirar el mundo se genera una nueva mirada sobre este. Es mantener el cuerpo conectado y lo que surge no está limitado por preconceptos. Se relaciona con lo que llamamos lo real de una manera preconsciente y eso permite expandir límites, derribar barreras y prejuicios, mirar desde otros ángulos. Lo replantea todo. A la vez la poesía en el lenguaje político es lo que conmueve y moviliza, es el altoparlante para las consignas.
-Terminan el libro en el momento de la legalización del aborto. ¿Por qué ahí? ¿Cómo ven lo que siguió después y la agenda actual?
-La legalización del aborto fue nuestra mayor victoria hasta el momento y todos nuestros esfuerzos se concentraron durante dos años ahí. De alguna manera fue el cierre de un ciclo, de la marea verde. Pero la marea sigue activa, si tenemos en cuenta la masividad de los paros siguientes de 2021, 2022 y 2023. Puede ser que la “moda” feminista haya pasado, como todas las modas que son pasajeras, pero la organización de base sigue activa. Si pensamos en el feminismo popular, en los barrios y en las villas, son las mujeres organizadas que sostienen la reproducción de la vida en contextos críticos de pandemia y pospandemia. Tal vez no veamos las imágenes espectaculares de las vigilias de dos millones de personas, pero el saldo organizativo de estos años es muy importante, nos siguen sosteniendo las redes feministas. La marea sube y baja, pero está viva y va tomando otras formas.