Marcelo Mariano Martínez, de 54 años, abogado de profesión, buscavidas de vocación, empezó a hacerse famoso cuando se proclamó "el hincha número uno", como adelantado de la invasión argentina a Qatar en el último Mundial, hace más de un año.
El llegó a Doha con su flamante esposa en la luna de miel, con las valijas llenas de ilusiones y con algunos dólares que pensaba incrementar, con la reventa de entradas y alquileres de departamentos entre sus amigos de las redes sociales. Algo de eso ya había hecho en Brasil en el 2014, y en Rusia en el 2018.
En sus planes, se dice, figuraba el de conseguir un camello para meterlo en una quinta alquilada, para que los argentinos dieran un paseo. El hombre de las tres emes, es simpático, entrador, solidario, bicho, rápido para los mandados. Un emprendedor, en términos un poco más refinados.
Rápidamente cobró notoriedad en Qatar en los eventos de la organización o de la FIFA, para promover la Copa del Mundo. Andaba por todos lados con una camiseta albiceleste con el número 10, y hasta lo convocaron para una publicidad de Qatar Airways.
En las notas que le hacían aseguraba que ocho de cada diez extranjeros residentes en el lejano país adoraban a Messi. “Vamos a ser recontralocales”, vaticinaba. Y acertó. Alquiló cuatro departamentos y la autogestión marchaba sobre ruedas, pero la rigurosa policía local lo hizo descarrilar el 12 de octubre, un mes y medio antes del inicio de la Copa del Mundo.
Lo acusaron de lavado de dinero, asociación ilícita y complicidad con una inmobiliaria manejada por mafiosos. Y lo encarcelaron junto con otro argentino, Ivo Aimar Chiesa, en una institución especializada en delitos financieros y cibernéticos ubicada a solo cinco minutos del estadio Lusail. “Era como un colegio, con un amplio patio, un comedor y un par de salones de 50 metros cuadrados con 20 camas cuchetas en cada uno”, dijo acerca de la celda.
Martínez, hasta entonces, estaba convencido de que muy pronto lo iban a dejar en libertad, pero se dio cuenta que la cosa venía pesada cuando uno de los fiscales le sugirió que tuviera mucho cuidado con lo que declaraba, porque a mucha gente se la llevaban al desierto y después nunca más se sabe de ellas.
“Lo concreto es que en ese país primero te meten en cana, y después investigan porqué. Es como si todos fuésemos culpables hasta que se demuestre lo contrario, ahí me enteré de cosas increíbles. Supe de una familia de jordanos, un hombre, su mujer y sus dos hijos, todos médicos. El trabajaba en una clínica y se fue porque quería independizarse, y la dueña de la clínica no se lo bancó y lo denunció. Lo acusaron de acoso y le encontraron en el celular un video porno de esos que se mandan en los chats de hombres y lo metieron preso. Otro tipo posteó una foto en las redes apoyando a su novia filipina, y adentro. Y así te puedo contar una pila de historias“, resalta.
A Martínez lo soltaron el 28 de diciembre, pero no le permitieron salir del país hasta hace unos días. La causa sigue abierta, aunque se descuenta que lo van a declarar inocente. En algún momento, cuando lo amenazaba el fiscal, creyó que nunca más iba a poder contar el cuento, pero hoy cuenta: "Ahí adentro comía bien, un menú pasable, variado, pero casi siempre con base de arroz y muy picante. Lo más problemático era dormir. Había muchos musulmanes que a las cuatro de la mañana todos los días se ponían a rezar cantando. Yo les pedía que al menos el rezo de las cuatro lo hicieran en silencio, pero no me daban bola. Un día me harté y salí al patio a las cinco de la mañana y empecé a los gritos: 'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, y la puta madre dejen de rezar a la madrugada'”.
-¿Los curaste?
-Un poquito, no mucho.
-Tenían un televisor?
-Uno grande, de 40 pulgadas en el patio. Me vi todos los partidos del Mundial, era la mejor manera de pasar el tiempo. Yo leía, comía galletitas que me traían mis amigos argentinos, y miraba partidos todo el día.
-Me imagino cómo habrás festejado el título.
-Nada, cero, honestamente ni un poquito. Yo estaba tan amargado con tanta bronca que no lo disfruté. Debo ser el único argentino que no se emocionó con el Mundial. Lo único que me importaba era que Qatar no quedara en el corazón de los argentinos.
-Eras el hincha número 1…
-Si, ya sé, pero fue como si me hubieran operado de la argentinidad futbolera. Ahí en la cana se gritaban los goles contra los qataríes, y a mí me alegró la eliminación de Brasil porque había un guardia que a veces andaban con una camiseta verdeamarelha. Pero de Argentina, nada. Ni siquiera cuando salí volví a ver el video del penal de Montiel. La herida era muy grande y ojalá algún día la pueda cicatrizar.
-¿Te ayudaron en la embajada argentina?
-Cuando salí pedí que me dejaran tirar un colchón en un jardín de la embajada, pero no me hicieron caso. Pero así como te digo una cosa te digo la otra, uno de los tipos de la embajada, Manuel Paz, se portó muy bien y me ayudó a zafar de una multa de 16 mil dólares que me querían cobrar, por haber superado el tiempo permitido de la estadía para turistas. Una locura.
Martínez perdió mucha plata entre gastos y lucro cesante, pero el tipo se las rebusca para reponerse. Y como buen emprendedor, antes de regresar a la Argentina compró en una liquidación muchos recuerdos del Mundial, que subasta ahora en sus redes sociales. Un campeón mundial.