En el entorno familiar y de vecinos solidarios que rodea al juicio por el asesinato de Joaquín Paredes --en el Tribunal de Cruz del Eje, Córdoba--, se produjo esta semana “una esperanza”, dice Soledad Paredes. El jueves pasado, en la séptima jornada del juicio, la fiscal Fabiana Pochetino reformuló la calificación del delito que, hasta ese momento, tenía un solo policía detenido, Maikel Mercedes López, quien ejecutó el disparo mortal. En base a los peritajes de la policía judicial, Pochetino agravó la situación procesal de todos los imputados y estableció una acusación conjunta de homicidio y participación necesaria.
Bajo esta nueva perspectiva, el viernes pasado se realizó la inspección ocular en Paso Viejo, en los tres escenarios donde se desarrollaron los hechos que dan cuerpo a la cronología de la causa: la plaza del pueblo, el baldío del dispensario a dos cuadras de allí, y la comisaría donde los efectivos resisten al reclamo del pueblo, esa madrugada. Bajo la nueva imputación se escucharán también los alegatos que comienzan el lunes 14, en este juicio por jurados.
A Soledad le da confianza. “Pero siempre tuve fe en la justicia” precisa cuando habla con Página/12 desde Paso Viejo, donde vivía Joaquín, y donde ocurrió el trágico suceso, la noche del 25 de octubre de 2020.
Según testimonian los vecinos, la policía disparó más de 112 balazos. Los abogados de la familia de Joaquín –Claudio Orosz y Ramiro Fresneda, en nombre de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, amicus curiae en este juicio-- precisan 27 disparos en total: 7 en el lugar donde se produce la muerte del adolescente “según las vainas encontradas”.
Joaquín fue asesinado. Otros dos jóvenes resultaron heridos en ese operativo, pero sobrevivieron. Tras el asesinato y “en la desesperación por ver morir a su amigo” relata otra madre que acompaña a Soledad, van hasta la comisaría “para que levanten el cuerpo de Joaquín”. Solo reciben más balas como respuesta, lo que desencadenó la pueblada que cambió para siempre la vida en Paso Viejo.
La policía acentuó la hostilidad contra los jóvenes "cosecheros" del pueblo --muchos trabajan en la producción de papa--, y amedrentaba a los sobrevivientes. Desde entonces la agrupación “Justicia por Joaquín”, que reúne a amigos de la víctima y familias de los otros chicos que estaban esa noche con Joaquín comenzaron la campaña de visibilización del caso. Lo que devino en el juicio en el Tribunal de Cruz del Eje, a 50 kilómetros de Paso Viejo y que comenzó el 24 de julio.
El inesperado giro de la causa
Con solo un efectivo preso y los demás “paseando por las calles”, el pueblo de apenas mil habitantes se convirtió en epicentro de la desconfianza y el recelo. Y de la hostilidad policial: “A la casa de Bryan la allanaron 9 veces, y solo una, con orden judicial” afirma otra mamá sobre el menor que esa noche reicbió un balazo en un brazo. Y durante las primeras audiencias de debate, a los testigos –también víctimas de este “operativo”--, se los incomodaba e intimidaba para que no pudieran hablar. Y los chicos balbuceaban.
Aun así, la fiscal pudo descifrar la escena para sumar a la presentación inicial, el informe de los peritos científicos. Y evaluarlo tanto en relacion a los testimonios a media voz de los chicos, como a las descripciones de los adultos presentes esa noche, quienes dieron su palabra ante el juez Ricardo Arístides Py sin titubeos. Se estableció así una reformulación de los hechos que significa “agravar la situación procesal de los cinco imputados, en función de la prueba”, explican los abogados de la familia Paredes.
Las pruebas --sostiene la fiscal-- dicen que todos participaron del operativo donde murió Joaquín, y de la balacera en la comisaría. Aunque hasta ahora, salvo el autor material --López, acusado de homicidio--, la imputación para el resto refería solo al “abuso de armas” agravado por la función policial. “Para nosotros este cambio que propone la fiscal es una esperanza, porque solo la justicia nos va a traer un poquito de paz y eso quiere decir que todos los responsables tienen que ser condenados” sostiene Soledad.
La reconstrucción judicial
“Joaquín construyó el nicho donde después fue sepultado”, cuentan con desolación quienes que acompañan a la familia de Joaquín Paredes. El joven, asesinado de un disparo por la espalda en un “operativo de disuasión” (ASPO de por medio) ante un grupo de jóvenes reunido en un descampado; ayudaba a su abuelo en la construcción del nicho familiar, en la pequeña localidad cordobesa de Paso Viejo. Vivía con sus abuelos Joaquín, y ayudaba a la familia.
Lo confirmó el abuelo Esteban Paredes, quien fue policía durante 25 años --como varios en la familia--, al testimoniar en el juicio contra los cinco agentes y el subcomisario a cargo de esa comisaría, que dispararon sobre los chicos sin que medien acciones violentas de parte del grupo. Según los testimonios y los peritajes, había quince jóvenes reunidos en un terreno del dispensario local. Festejaban un cumpleaños gambeteando el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio impuesto por el coronavirus.
Joaquín había llegado a saludar al cumpleañero, cerca de las 4.30 de la mañana con otros amigos, cuando estaba terminando la fiesta. Y cuando comenzaban a retirarse fueron interceptados por la fuerza policial. Llegaron “a controlar la situación” los agentes Ronald Nicolás Fernández Aliendro, Maikel Mercedes López y Enzo Ricardo Alvarado según reportaron “por un llamado que decía que había gente reunida escuchando música y bebiendo”. Y fueron “reforzados” enseguida por el Sargento Jorge Luis Gómez y el agente Iván Alexis Luna.
El crimen
Ante tres móviles estacionados tapando las calles de salida, con las luces encendidas apuntándoles, y los polis ostentando la posesión de armas largas, los jóvenes se defendieron: “que no podían actuar de ese modo, que habían menores en el lugar” les dijeron ya que minutos antes se había sumado al grupo original, entre otros menores, Joaquín Paredes.
Fue entonces que Fernández Aliendro tiró uno o dos escopetazos al aire “con cartuchos antitumulto” y abrió las puertas del infierno. Volaron piedras y “en reprimenda” –señala la fiscal-- comenzó la balacera: “A sabiendas de que no había justificación legal para hacerlo, a zonas vitales del cuerpo, y con conocimiento de que eran acciones idóneas para provocar 7 muertes”, afirma. Se refiere a que “se efectuaron al menos 7 disparos” en ese momento: cuatro de Luna y tres de López. Es cuando los chicos corren y llegan detrás del dispensario donde Joaquín es asesinado por el balazo de una 9 milímetros –reglamentaria de la fuerza--, a menos de 20 metros de distancia.
Los peritajes determinaron que un balazo efectuado por López impactó en la espalda de Joaquín y le causa la muerte. Otro joven de 14 años (Bryan), y Jorge Navarro de 18 años, también fueron alcanzados por balas policiales. Pero sobrevivieron.
Los hechos concatenados de una noche fatal
De confirmarse la culpabilidad de los cinco imputados, podría corresponder lo que pide la querella: “perpetua”. Lo enunció Soledad al iniciarse el juicio: "Queremos la misma condena para todos, porque de uno salió el disparo que mató a mi hijo, pero esa noche dispararon todos y ninguno fue capaz de parar la balacera".
La causa presenta tres hechos concatenados. Y aunque el primero no es parte de esta causa, parece ser el inicio del caos, cuando la policía se traslada a la plaza de Paso Viejo tras recibir “un llamado” sobre una reunión de jóvenes, las 2 AM. “Se produjo una discusión y hubo disparos” testimonió un vecino. Y quien portaba el arma “disuasoria”, era el subcomisario Alberto Sosa Gallardo, imputado por amenaza con arma de fuego.
Muchos testigos aseguran "en un cordobés muy básico" repasa uno de los abogados querellantes, que había “un embrollo entre uno de los chicos y Sosa Gallardo”. El subcomisario había detenido y golpeado a uno de ellos, de tal manera que perdió la audición en el oído derecho. Así, ante la amenaza, los seis jóvenes –el grupo inicial-- se va al descampado, al lado la radio local y del dispensario. Allí se produce luego la balacera que termina con la vida de Joaquín.
En el dispensario había una enfermera que, atemorizada por los disparos, se encierra. Y cuando los amigos de Joaquín acuden por su ayuda, no les abre. Por eso hay roturas en la puerta de la sala de primeros auxilios. Como también en las puertas y ventanas de la comisaría. Es que del dispensario los chicos van a la comisaría, a pedir que ayuden a Joaquín, y los reciben con disparos. Esta concatenación de hechos produce la pueblada en Paso Viejo. E instala la consigna de "Justicia por Joaquín".