Buenos Aires nunca fue la ciudad perfecta de nuestras memorias o del mito, pero fue una ciudad que acertó ser linda, encantadora, mágica, cumpliendo de a ratos en su obligación de ser algo más que una aglomeración de gentes y edificios. Esta obligación, largamente abandonada, fue compartida por públicos y privados, que así se construyen las ciudades. A los palacios públicos, las escuelas majestuosas, los correos y bancos de buen diseño, las plazas engarzadas en la mejor tradición arquitectónica, le respondieron con un universo de casas bien pensadas, ornadas como para una capital, con edificios de departamentos que todavía nos asombran por su buen gusto, y con una infraestructura privada notable. Esta era una ciudad de tiendas palaciegas, de estaciones de trenes dignas de Europa, de fábricas que parecían pensadas por italianos renacentistas.
Si la arquitectura es eso que empieza donde termina el simple edificio, ya no tenemos arquitectura en estas latitudes de galpones prácticos, de locales cuadrados y de viviendas hechas con el mínimo obligatorio legal. Pero esta manera cuadrada de vivir es enormemente rentable, con lo que no sólo no se produce más calidad sino que se destruye la que heredamos. Este jueves, el gobierno porteño se volvió a mostrar como un enemigo de todo lo bueno en esta ciudad y como un amigo de los especuladores al dar el primer paso hacia la destrucción de los petit hoteles que quedan en lo que antes era Barrio Norte. Se tomaron su trabajo para habilitar estos lotes tan valiosos, primero con un penoso relevamiento de la UBA -una vergüenza para el gremio- que devalúa todo lo que no tenga una firma valioso. Luego vino el paso por el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, un baluarte de la industria especulativa que descarta todo lo que no esté museísticamente mantenido, como si no existiera la posibilidad de restaurar. Y este jueves 17, día sanmartiniano, el tema llegó a la reunión de asesores de la comisión de Planeamiento Urbano de la Legislatura.
La idea de liberar para la demolición las casas privadas de porte entre Recoleta y Palermo es una reacción a la demolición salvaje de varios ejemplares notables en los comienzos del macrismo en funciones. En ese momento se votó una ley, impulsada por la entonces diputada porteña Teresa de Anchorena, protegiendo un amplio listado de edificios. Esto generó ilícitos como la demolición interna y a escondidas del petit hotel de María Julia Alsogaray en la calle Junín, justo después de la demolición de araca de otro en la misma cuadra. Tanto lío de amparos, denuncias y protestas molesta a los especuladores, que se encuentran confiando millones al guiño de funcionarios bien colocados. Por eso quieren orden, por eso quieren catalogaciones de baja intensidad, de las que permiten conservar la fachada y construir torres por atrás.
Es un precio bajo para ganar fortunas a costa de la ciudad, lo que explica que los proyectos que rebanan la protección de estos edificios no se originen en la Legislatura: todos llevan la firma orgullosa, funcional, del jefe de Gobierno porteño, que se presenta como un cruzado contra la corrupción...
Y como previendo la libertad de construir y demoler, la casa Klemm fue tapiada esta semana. Los herederos del artista evidentemente tienen otros planes para lo que él quiso fuera un memorial a su obra y su vida en Mansilla 2825, casi Agüero. El lugar está protegido, pero se ve que lo que anda pasando en la Legislatura ya trascendió en círculos bien informados.
De trenes
Mientras esto se cocina en la capital, en el suburbio de Martínez pasan cosas igualmente raras. El arquitecto Oscar de Masi publicó en el blog de la revista Habitat, la biblia de la restauración, una serie de fotos sobre la muy valiosa estación de trenes de Martínez. Resulta que el lugar fue habilitado en 1871 como parte de la red del Ferrocarril del Norte, hoy Mitre, y por milagros diversos se mantuvo básicamente como fue. Es una de esas estaciones victorianas muy inglesas, muy bien construidas en un estilo historicista y ya histórico que también forjaron una identidad. En su momento, la estación ayudó a poblar Martínez y darle un aire de quintas y casas, muchas también a la inglesa.
Pero lo de Masi no es apenas historia, porque como se ve en las fotos el andén de la estación está siendo invadido por unos cubitos mal hechos, de ladrillo hueco, sin arte ni parte, de evidente uso comercial. Esto es raro, porque la estación está protegida desde 1982 por el decreto 1063 y no se le puede alterar la edificación sin aprobación del proyecto en términos patrimoniales y visuales.
Una restauración
Para que no sean todas malas, esta semana se presentaron las dos salas reacondicionadas en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, una obra apoyada por la Fundación American Express. El Palacio Noel en la calle Suipacha es hace muchos años el muy bello hogar del museo, el único porteño especializado en nuestro período colonial y activo en la investigación y restauración de este arte. Las salas están dedicadas a “Integridad, proporción y brillantez. Arte y devociones dominicas en el mundo colonial” y “Con el sudor de sus rostros. Artesanos y gremios en el Río de la Plata”. Las dos salas completan el recorrido museológico del Fernández Blanco y su lectura del mundo americano, con su mezcla de culturas y herencias.
Hay que remarcar que no es de asombrarse que American Express participe en el proyecto. Ya en 2013 el mismo museo había apoyado la restauración de la colección de instrumentos musicales del lugar, incluyendo el Guarnieri de 1732 que perteneció al mismo Fernández Blanco. Para citar otro caso, la fundación estuvo muy involucrada en las obras en las misiones jesuíticas de San Ignacio Mini.
Café con patrimonio
Este lunes siguen los Desayunos sobre Patrimonio que organizan la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, Icomos Argentina y el PRIE, Plan Rector de Intervenciones Edilicias del Congreso Nacional. Como siempre, el encuentro es a las diez de la mañana en el Anexo sobre Rivadavia. El tema a tratar es la recuperación de nuestros teatros y cines, y la manera de hacerlo es realmente original y práctica. Así, Aquiles Sojo va a contar la experiencia de reinventar salas de barrio, Carlos Rottemberg va a hablar sobre cómo conjugar pasado y presente comercialmente, Beltrán Gambier explicará los casos de recurso a la vía judicial, Ana Rosas Mantecón va compartir su investigación sobre los públicos y Juan Beati va a hablar sobre la dinámica pública y privada de los grupos que batallan por reabrir salas.
Los desayunos son una instancia de reflexión e intercambio de información concreta en un ámbito legislativo, lo que le da particular importancia. Este conocimiento y experiencia son “insumos” para la tarea de los legisladores nacionales que buscan mejorar las leyes que hacen al patrimonio y a su uso por los ciudadanos. La experiencia indica que los que trabajan con estos temas encuentran vacíos legales y tienen qué contar sobre trampas comerciales que serían evitables. La idea del café es, por lo tanto, crear un lugar donde se escuchen estas cosas.