La Playa Bristol, uno de los símbolos identitarios de Mar del Plata, tiene reservado un sitio especial en la memoria de generaciones de argentinos que allí descubrieron la inmensidad del océano, que por primera vez sintieron escurrir la arena entre sus manos o que se dejaron envolver por las aguas frías del Mar Argentino. Lo que muy pocos sabían hasta la mañana del 3 de julio de 2018, —incluso entre los propios marplatenses—, es que a cinco cuadras del lugar en donde millones de personas vivieron momentos tan felices, durante décadas y detrás de la fachada de un hotel y un instituto de yoga, se desenvolvió una secta que sometió a menores y adultos a la más profunda de las oscuridades, donde la violencia sexual, laboral y psíquica fueron moneda corriente.

La organización operó durante casi 50 años y sus líderes fueron condenados por trata de personas con fines de explotación sexual y reducción a la servidumbre en diferentes localidades. Las instalaciones del Hotel City, ubicado en Diagonal Alberdi al 2500, fueron cedidas por el Estado nacional a la Diócesis de Mar del Plata, que ya puso en funcionamiento el albergue “Hijos de María” para personas en situación de calle.

La causa

En el expediente judicial se documentó la captación de al menos 30 víctimas en las casi 5 décadas en que operó la organización, aunque solo cuatro fueron los casos que derivaron en las condenas. El proceso se extendió por más de ocho meses y tuvo sentencia en mayo de 2022. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOCF) Nº1 acreditó la responsabilidad penal de Silvia Cristina Capossiello (70), sentenciada a 25 años de cárcel; Sinecio de Jesús Coronado Acurero (75), condenado a 14 años; y Luis Antonio Fanesi (65), sobre quien recayó una pena de 6 años. Eduardo Nicosia de Dios, el líder del grupo, estaba acusado de los delitos más graves, pero falleció mientras esperaba el juicio, al igual que otro acusado que murió durante el proceso.

El testimonio de una mujer nacida en 1977 en Mar del Plata permitió graficar las múltiples dimensiones de los tormentos a los que eran sometidos los integrantes de la secta, principalmente los menores. Hija biológica del ”yogui” y de una mujer captada por la organización, fue registrada legalmente como hija de otro hombre, si bien siempre conoció su identidad. A los 12 años fue separada de su madre, a quien consideraban una díscola por enfrentar a Nicosia, por lo que fue recluida a un departamento porteño donde cumplió tareas bajo extrema precarización. En cámara Gesell, la víctima relató algunos de los tormentos a los que eran sometidos los niños: “durante un mes nos tuvieron todo el día parados frente a una pared. Dormíamos a la noche, al día siguiente, parados. Un vaso de agua, una manzana verde, a la pared, a bañarse con agua fría. Todo el día. Así, un mes. Yo conté los días”. Las atrocidades llegaron a una situación tan surreal que, por ejemplo, Nicosia compró dos pumas, los ató un árbol y obligaba a los menores a pasar delante de ellos cuando pedían ir al baño.

Como otros menores, ella tampoco sorteó los abusos sexuales: “a mis catorce recién cumplidos empezó a penetrarme y fotografiarme. Me hacía vestir bonita, peinada, con tacos, vestidos nuevos. Estaba seis horas fotografiándome”. Producto de esas violaciones quedó embarazada y tras dar a luz fue separada de su hija y confinada a un pequeño cuarto. En 2017 finalmente pudo huir y su testimonio fue clave para detener el horror.

Eduardo Nicosia de Dios, el líder del grupo, falleció mientras esperaba el juicio.

“Dominación psicológica”

Los orígenes de la secta se remontan a mediados de los '60. En los primeros años, funcionó alternadamente entre una casa en Buenos Aires y un departamento en Mar del Plata. En 1978, Nicosia se mudó a Venezuela y purgó una condena de tres años de prisión por un asesinato, tras lo cual regresó a Argentina en 1984. En los siguientes años osciló entre una quinta de Moreno, el país caribeño y distintas locaciones en Mar del Plata, siempre tratando de borrar las huellas de sus delitos. En 1987 se instaló en el Hotel City, un alojamiento de dos estrellas y cuatro pisos que explotó, a través de una cooperativa, hasta 2018.

El reclutamiento tenía una dinámica principal: el líder, Nicosia, apuntaba a aquellas personas que ingresaban al Instituto de Estudios Yoguísticos que funcionaba en el hotel y que mostraban signos de vulnerabilidad psíquica. A esas personas se llegaba a través de un mensaje espiritual. También formaban parte del grupo los hijos de estas primeras víctimas, ya nacidos bajo la lógica de la organización. Desde niños, eran educados por la propia secta y no recibían educación formal.

En su fallo, los magistrados describieron la implementación de una “compleja estructura con el fin de dominar psicológicamente a las víctimas, habilitando la vulneración sistemática de sus derechos durante un largo período”. Para ingresar y sostenerse, los integrantes estaban obligados a realizar aportes económicos, a la par que eran aislados de la vida que habían construido hasta ese momento, principalmente rompiendo lazos con sus familiares. El control de sus movimientos y la violencia física y sexual terminaban de anular cualquier intento reflexivo o de resistencia. En el juicio, las víctimas revelaron que Nicosia también los intimidaba con armas de fuego, mientras se jactaba de haber asesinado a varias personas. De cualquier manera, ningún homicidio fue comprobado en el marco de la investigación aunque, en el allanamiento, se secuestró un arsenal distribuido en varias habitaciones.

Cuando se conocieron detalles de la investigación, los crimines que más conmovieron a la sociedad marplatense fueron los de índole sexual contra menores de edad, entre las que se encontraban las propias hijas de Nicosia. En la causa se comprobó también que el líder de la secta del City tuvo al menos once hijos e hijas con mujeres captadas por la organización y que dos de ellos fueron producto de los abusos sufridos por sus hijas. “Ejercía un control absoluto sobre la sexualidad de ellas, habiendo establecido ritos de iniciación sexual para los menores de edad, en su mayoría se trataba de sus propios hijos e hijas”, aseguraron los magistrados Roberto Falcone, Nicolás Toselli y Fernando Machado Pelloni.

El TOCF 1 concluyó, por todo ello, que estaban frente a una secta “coercitiva”, un tipo de organización a la que definieron como “un movimiento totalitario, presentado bajo la forma de asociación o grupo religioso, cultural o de otro tipo, que exige una absoluta devoción o dedicación a sus miembros, a alguna persona o idea, empleando técnicas de manipulación, persuasión y control destinados a conseguir los objetivos del líder, provocando en sus adeptos una total dependencia del grupo, en detrimento de su entorno familiar y social”. Las sectas, aclararon, no se caracterizan por sus creencias o ideología, sino por la intención central de manipular las voluntades de otras personas. “Es importante remarcar este punto para dejar en claro que lo que aquí se pretende no es impugnar las creencias de los integrantes de la secta sino exponer la estructura de la organización social y describir los mecanismos de manipulación psicológica implementados que permitieron la anulación de la autonomía de las víctimas”, afirmaron.

“Sembrando la buena semilla en un lugar oscuro”

La Justicia descubrió que el líder de la secta manejaba grandes recursos obtenidos de las personas captadas, invertidos a su vez en negocios legales como los del Hotel City. Por rjrmplo, se embargaron nueve inmuebles en Mar del Plata, Buenos Aires, Moreno y hasta en Nueva York. Además, tenía un auto Alfa Romeo 145 donado por una víctima en 2008, dos motorhomes Mercedes Benz y otros dos vehículos. También se descubrieron importantes depósitos en cuentas bancarias de Argentina y Estados Unidos.

El pasado 8 de junio, la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) quedó a cargo de la gestión de los inmuebles decomisados, incluido el hotel ubicado en pleno centro de Mar del Plata. Tras ello, el ente nacional presidido por Eduardo Albanese otorgó la custodia provisoria del antiguo hotel a la Diócesis de Mar del Plata. En pocas semanas, la institución religiosa acondicionó las instalaciones con el objetivo de dar comida y habitación a quienes lo necesiten, luego de que en los últimos años se viera desbordada la capacidad del Hogar Nazaret. El Obispado había ampliado la asistencia a las personas en situación de calle e incluso supo contratar camas en hoteles de la ciudad para responder a la demanda.

“Estamos sembrando la buena semilla en un lugar oscuro, signado por una historia trágica en esta casa. Este lugar que hoy bendecimos es signo de la luz del poder de Dios que triunfa sobre la oscuridad de mal”, dijo monseñor Gabriel Mestre, quien bendijo las instalaciones. “Quiero agradecer la vocación del equipo de la Noche de la Caridad junto al AABE, que hacen posible dar luz a este lugar para recibir a los hermanos que necesitan protegerse del frío de la noche marplatense. Este es un lugar del buen trigo que superó la cizaña de una historia oscura”, dijo Mestre, recientemente designado arzobispo de La Plata, cargo que asumirá a mediados de septiembre en reemplazo de Víctor “Tucho” Fernández, nombrado a su vez como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe por el Papa Francisco.

Finalmente, les dio la bienvenida a las personas en situación de calle que ya hacen uso de las 12 camas habilitadas, mientras continúan los trabajos de refacción: “este es un Hogar, no es un hotel, y se llama Hijos de María para que las personas en situación de calle reciban el trato de un hogar cálido y afectivo propio de las familias de Dios”.