El fenómeno no es nuevo pero sigue llamando la atención. Porque a diferencia de los que sucede en otros países, el fútbol argentino continua vendiendo sus promesas a precio de baratija. En la misma semana en la que Rosario Central liquidó a Gino Infantino (20 años) por 3,3 millones de euros a la Fiorentina y a su goleador Alejo Véliz (19 años) por 12 millones al Tottenham Hotspur, Manchester City contrató al zaguero croata de 21 años Josko Gvardiol (aquel enmascarado al que Lionel Messi sacó de paseo en la semifinal de la Copa del Mundo de Qatar) por 90 millones de la misma moneda.
La pregunta se cae de madura. ¿Es Gvardiol un defensor tan extraordinario como para valer 78 millones más que uno de los goleadores y revelaciones más importantes de la liga de los campeones mundIales? ¿O los jugadores argentinos se ofrecen al mundo por unos pocos billetes verdes? ¿Falla el marketing, los dirigentes y los empresarios europeos son demasiado astutos como para comprar bueno y barato o los clubes argentinos negocian mal y están forzados a vender a sus joyas juveniles por lo que les den? Tal vez en la respuesta haya un poco de todo.
Queda claro que los clubes y empresarios europeos ven al fútbol argentino como un territorio lleno de oportunidades en el que se pueden adquirir jugadores sub 20 o apenas mayores a precio de lista. Porque en Brasil, esto no ocurre. Real Madrid tuvo que ponerle a Palmeiras 72 millones de euros arriba de la mesa para asegurarse a Endrick Felipe, el juvenil de 17 años que recién dentro de doce meses, cuando cumpla su mayoría de edad, podrá llegar a la Casa Blanca. Y Barcelona le pagó 35 millones de esa moneda a Atlético Paranaense por Vitor Roque, el delantero de 18 años al que Xavi quiere ahora mismo en su plantel. Esos montos, hoy por hoy, parecen impensables para cualquier operación en el fútbol argentino.
O sea, Europa le compra caro a Europa (Manchester United trajo desde Atalanta al atacante danés Rasmus Hojlund por 83 millones de euros) y a Brasil, pero a la Argentina le paga a valores de liquidación. Y los clubes cierran sin discutir. Acaso porque no les queda otro recurso en medio de un contexto económico desfavorable y de jugadores quienes alentados por la voracidad de sus representaciones, no quieren perder el tiempo y presionan para irse demasiado pronto a hacer sus experiencias en el fútbol europeo.
Ni siquiera sus once goles en el último campeonato de la Liga Profesional y los tres que hizo para la Selección Argentina en el último Mundial Sub 20, valieron para que Alejo Veliz le deje más dinero a la siempre complicada economía de Rosario Central, Los doce millones de euros en los que se cerró el pase parecen suficientes. Pero en verdad, resultan escasos cuando se levanta la mirada y se contempla el dinero a menudo obsceno que están pagando los gigantes europeos para garantizarse a las grandes promesas del futuro. En el nuevo orden mundial del fútbol, la Argentina sigue vendiendo bueno y barato. Alguna vez debería dejar de ser así.