Pocas librerías en el país atesoran entre sus estantes incunables del mil quinientos, libros de Cortazar y Borges autografiados o antiguos textos japoneses con ilustraciones. Muchas menos han tenido de clientes regulares a personalidades como Adolfo Perez Esquivel, Osvaldo Bayer o David Viñas. Sólo una tiene entre sus reliquias uno de los mayores museos de artículos escolares del país, declarado Interés Cultural de la Provincia. El ventanal es una librería única en Argentina, un castillo literario en el centro de Mar del Plata. Fundada por Marcelo Di Luciano en la década del ochenta a metros de la Plaza de Mayo, tuvo una larga historia de mudanzas. Hoy, ocupa un chalet Patrimonio Histórico de la provincia y no deja de crecer.
“Desde chico fui un lector muy apasionado. Todos los años me ganaba el título al lector más calificado de la escuela porque era el que había leído más libros durante todos los meses. Por un momento yo no quería vender libros porque me parecía un sacrilegio. Después tomé conciencia de que no era así, que la función del librero está en ser un transmisor, un puente entre el escritor, el libro como objeto y el lector. Es una función muy importante. Da muchas satisfacciones ver a una persona que estaba buscando un libro desde hace tanto tiempo y que finalmente lo puede encontrar… o recomendarle un libro interesante a la persona indicada”, afirmó Marcelo Di Luciano, quien heredó la labor de librero de su familia. En 1950 su padre, Don Enzo Di Luciano, fundó a metros de la Plaza de Mayo una librería de textos escolares y libros en inglés.
Si bien Marcelo Di Luciano asistió a su padre desde joven, tomó distancia cuando comenzó sus estudios universitarios y fue recién en 1985 cuando decidió poner su propia librería, El ventanal. Esta no sería igual a la de su padre. La instaló frente al Café Tortoni, en el histórico Palacio Vera, y puso foco en los libros antiguos y usados. Su experiencia en la carrera de Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras, lo llevó a gestionar una serie de actividades culturales que congregaron en su espacio a la intelectualidad porteña. “Teníamos clientes como Adolfo Pérez Esquivel que venía con franceses e italianos a mostrarles, según él, la mejor librería de Buenos Aires. También nos visitaba Osvaldo Bayer, el Dr. Zaffaroni y David Viñas, que se colgaba en las estanterías buscando libros de latinoamérica. Teníamos una amistad con Alejandro Dolina, Adolfo Castello”, contó Marcelo Di Luciano.
Así, El ventanal se convirtió rápidamente en una librería distinta al resto. Un espacio de arte, un museo de historia y un centro cultural. Sobre la articulación de la gestión cultural y la labor de librero, Marcelo Di Luciano afirmó: “ Organizar festivales de teatro, poesía, literatura llevaba tiempo. Es como una lucha entre la labor de librero y la de gestor cultural”. Una lucha que mantuvo en el tiempo por su convicción de que estos espacios de difusión artística “son muy necesarios”.
Un faro cultural
En 2008, junto a su esposa María Fernanda y su hijo Matías, mudaron El ventanal en la Avenida 3 de Villa Gesell . Ahí comenzó su historia en la provincia de Buenos Aires. En este amplio espacio, dispusieron por primera vez el museo de útiles escolares, una colección única en el país que Marcelo Di Luciano inició cuando descubrió en el sótano de la librería de su padre una serie de objetos históricos. “La gente se maravillaba viendo las vitrinas con libros de lectura, los pupitres. Tenemos libros que van desde la época de la colonia hasta el peronismo”, afirmó Di Luciano. No era solamente la gente la que quedaba maravillada, sino que el gobierno de la provincia reconoció su importancia declarando la colección privada de Interés Provincial.
Además, en su nueva sede costera la atención en la gestión cultural, ya característica de El Ventanal, creció. Junto a la librería, instalaron un café literario donde pasaron reconocidos artistas. "Generamos una movida cultural importante donde pasaron músicos como Botafogo, Tonolec, Los Tipitos, la cantautora uruguaya Ana Prada, se realizaron conferencias", contó Di Luciano. También funcionó un Centro Cultural donde se brindaron clases de teatro, música, artes plásticas.
Así, El ventanal se convirtió en un faro de la cultura costera que, hace algunos años, atracó en Mar del Plata. “Fue un deseo de muchos años. Primero, mis padres tenían una casa acá en Mar del Plata, así que desde que nací venía todas las temporadas. Mar del Plata era eso, una ciudad que yo amaba y en la cual tenía hermosos recuerdos. Antes de encontrar este lugar, vinimos durante cinco años a buscar casas donde poder poner el nuevo espacio. Y bueno, después de un tiempo se pudo encontrar”, afirmó Marcelo Di Luciano. La tarea no era sencilla, el archivo de El ventanal es monumental y Di Luciano tenía claro que era necesario un espacio histórico que hiciera justicia a sus tesoros literarios. Fue por eso que solo concretaron su mudanza cuando encontraron en la esquina de Moreno e Yrigoyen el chalet de tipo pintoresquista construido por el arquitecto José Aronna en 1924 para el vecino marplatense Pablo Saint Antonin.
“El público fue cambiando. Es distinto el público de Buenos Aires, el de Villa Gesell y el de Mar del Plata. Lo que tiene la librería es que la gente siempre viene bien predispuesta a buscar un tiempo entre las cosas. Creo que el ámbito de nuestros espacios también predispone bien por la música clásica que hay, o el jazz, la arquitectura del edificio, los muebles tan antiguos y los libros tan hermosos que tenemos”, contó orgulloso Marcelo Di Luciano. Entre sus estantes atesoran, por ejemplo, incunables del mil quinientos, literatura argentina firmada por sus autores, la biblioteca personal completa del arquitecto Francesco Gianotti, miles de partituras de música clásica y cientos de afiches originales de películas nacionales.
Hoy, Di Luciano y su familia están contentos en Mar del Plata y sueñan con seguir creciendo en la ciudad. Tienen muchos libros en cajas y desean recuperar las actividades culturales que caracterizan a El Ventanal, así que no descartan buscar “algún otro espacio donde tener más libros y eventualmente actividades culturales”, concluyó Marcelo Di Luciano.