En 1956 Rodolfo Walsh era un joven de clase media, que repartía su tiempo entre el trabajo en una editorial, la escritura de ficción, ya había publicado con relativo éxito de crítica “Variaciones en rojo”, el ajedrez y la vida familiar, con su esposa y sus dos pequeñas hijas. Hasta que le llegó el dato del “fusilado que vive”, la política no tenía ninguna importancia para él. Pero ese día, todo cambió.
La miniserie “Las bellas almas de los verdugos”, dirigida por Paula De Luque y protagonizada por Diego Cremonesi, Carla Pandolfi y Vera Spinetta, coproducida por Grupo Octubre y Contenidos Públicos Sociedad del Estado y disponible en la plataforma gratuita Cont.ar. Está basada en la novela de Marcelo Figueras, “El negro corazón del crimen”, y da cuenta de dos procesos en simultáneo. Por un lado el desarrollo de la investigación y el texto “Operación Masacre”. Por otro, la transformación, paulatina pero incontenible, de ese muchacho despolitizado, a partir de su contacto directo con las víctimas del odio antiperonista y su dolor.
La miniserie, de ocho capítulos, muestra a Walsh como el protagonista de un drama existencial, como los que surgían de las plumas de Jean Paul Sartre o Albert Camus. Esto es, hombres y mujeres corrientes, puestos en circunstancias extraordinarias, que deben tomar decisiones en las que se juegan asuntos trascendentes como la vida, la muerte, la libertad, el honor, la dignidad, la traición, y cargar con las consecuencias de sus decisiones por el resto de sus vidas.
“¿Me estás pidiendo que sea un cobarde?”, le pregunta Walsh a su esposa Elina, cuando discuten el destino de su investigación. “Cobardía no, instinto de conservación”, le retruca ella. Ocurre que no se trata de elegir entre el bien y el mal, sino entre dos males. En este caso, entre el oprobioso silencio (“Livraga me confió su historia, si no la cuento lo van a matar”) y la certeza de que la plácida vida familiar saltará por los aires si se hace público lo ocurrido la fría noche del 9 de junio, porque a la dictadura no le gustan los desafíos ni los librepensadores.
El costo del camino del héroe
La respuesta, el vuelto, no tarda en llegar. El jefe de policía, coronel Desiderio Fernández Suárez, está obsesionado por desentrañar quién es RJW, ya que su compañera en la investigación, Enriqueta Muñiz, con quien tendrá también una relación personal, tuvo la precaución de tachar su firma, pero las iniciales eran aún reconocibles.
Walsh era hasta entonces tímidamente antiperonista, probablemente por influencia de su hermano mayor, Carlos, aviador naval. Pero frente a la certeza de los crímenes de la hasta entonces denominada Revolución Libertadora, su antiperonismo entra en crisis, y con él toda una concepción del país. Hasta que finalmente se desploma como un castillo de naipes.
Su destino se desencadena, entonces, como un largo efecto dominó, a partir de la decisión de no ser un cobarde, de compartir lo que sabe, en este caso, a través de las páginas del modesto periódico Revolución Nacional, el único que se atreve a publicarlo. Walsh se oculta en las islas del Tigre, vive con nombre falso, practica tiro con una pistola 9 mm. Enriqueta Muñiz lo visita, se despide de él y luego parte hacia Europa.
Tras la revolución cubana, Walsh viaja hacia la isla y será, durante las siguientes dos décadas, el ejemplo de periodista y escritor comprometido. A su regreso publica “Quién mató a Rosendo” (1969) y “El caso Satanowsky” (1973), otras dos grandes obras de no ficción, en la misma línea de “Operación Masacre”. En los 70 se integra a Montoneros, donde desempeña tareas de propaganda e inteligencia.
Walsh pudo ser otro, pudo cederle el texto a un periodista sin hijos, como le proponía la madre de Victoria y Patricia, sus hijas. Pero eligió ser el que fue, desde el primer adelanto en Revolución Nacional hasta la “Carta abierta a la Junta Militar”, en el primer aniversario del golpe de 1976, y su decisión de defenderse a balazos para no caer vivo. Poco antes, también a manos de un grupo de tareas, había muerto su hija Victoria.
Instrucción judicial
Como viene informando BuenosAires/12, durante los últimos meses, los hijos de los fusilados hace 67 años y otros testigos, fueron citados a declarar al Juzgado Federal en lo Correccional y Criminal Nro. 2 de San Martín, a cargo de la Dra. Alicia Vence. La convocatoria se da en el marco de una querella impulsada por la Comisión por la Memoria, Verdad y Justicia de ese mismo distrito, organización fundada por Elena “la Negra” Carranza, hija del fusilado Nicolás Carranza, fallecida en 2013, hoy conducida por Evita Morales.
El objetivo de los familiares es que la justicia declare los fusilamientos como crímenes de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles. Cuentan a su favor, con el antecedente reciente de la masacre de Napalpí, ocurrida hace más de un siglo en el monte chaqueño, declarada crimen de lesa humanidad el 2022.
Uno de ellos, el escritor e historiador Daniel Mario Brión, sostuvo que “para hablar de grieta, tiene que haber un material que inicialmente estaba unido, acá el odio al peronismo existió desde siempre”. Para los familiares, la impunidad de los crímenes de la dictadura del 55 fue condición de posibilidad del terrorismo de Estado de la de 1976.