Algunas cosas quedan claras tras el cierre de La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei, en el Movistar Arena, que buscó y cumplió con visos de espectacularidad en sus formas, en una puesta alejada de cualquier acto político tradicional, bien al estilo recital.
Primero, que este es el registro en el que Javier Milei se sabe mover, y sobre el que elige plantar su su personalismo. También, que en lo discursivo las filas se cierran no ya sobre ideas de "dolarización" o de "dinamitar el Banco Central", que no fueron mencionadas, y quedan más bien flotando como slogans generales, acaso como folklore.
El blanco aglutinante es ahora exclusiva y centralmente el rechazo a "la maldita casta", contra allí se apela y se llama a votar una y otra vez. Y sobre todo: el enemigo declarado no son "los k", que no son nombrados ni una sola vez, sino los rivales directos en las urnas el domingo próximo: "El siniestro amarillo", "los primeros populistas, los radicales", "los mismos que llevaron al desastre en 2001 y quieren volver a hacerlo".
Otro blanco se sumó, de paso, a las críticas cuidadosamente dirigidas: los "periodistas ensobrados", también calificados como "periodistas roñosos". Calificativos que englobarían a quienes "están con la casta", entre frases que sonaron bien pensadas para títulos. Hubo otras: “El peso es la moneda de los políticos. No puede valer ni como excremento porque no sirve ni para abono”.
Con esas premisas, el precandidato a presidente cerró ayer su campaña acompañado en el escenario por gente que no fue presentada o nombrada ni una sola vez: Victoria Villarruel, Carolina Píparo, Ramiro Marra, Marcela Pagano, el Dipy —precandidato a intendente de La Matanza—, entre otros. Y su hermana Karina, "El Jefe", a la que sí agradeció destacando "su rol monumental, extraordinario" al comienzo de su discurso, al igual que "a esa parte de la familia que da contención, mis cuatro perros Milton, Murray, Robert y Lucas".
Que sea show
En la puesta del cierre de campaña, todo estuvo dispuesto como en un recital. La estética, las entradas que se repartieron a los asistentes —muchos llegaron bastante antes desde lugares distantes, y se formaron largas colas alrededor del Parque Los Andes, donde se entregaban los tickets con las distintas ubicaciones—. El cacheo, el agua que se pide descartar al ingreso, prometiendo puestos de hidratación que adentro brillan por su ausencia —otro clásico del Movistar Arena, toque quien toque: la obligación implícita de comprar bebida carísima en los locales de adentro con la excusa de la "seguridad" (de las finanzas del concesionario)—. Si hasta se contrató a una agencia dedicada a shows artísticos para manejar la prensa e invitados.
Las puertas abren a las 7 y la música suena al palo en la previa. Además de la ya clásica "Marcha del León" (aunque La Renga manifestó su repudio, se sigue usando la reversión de su tema), su equipo de prensa tomó la reversión de la Fábrica de jingles de "Provócame", el hit de Chayanne: "Provocame, votá a Milei, yo ya estoy harto de Perón"...
Lo único que puede parecer cercano a alguna liturgia de tipo política en toda esta gran movida es la irrupción entre el público de un grupo con instrumentos de viento, que trae agite y banderas. Son de "La Julio Argentino" una "agrupación joven" que lleva en el centro de sus banderas la cara del prócer reivindicado por la ultraderecha.
Si hay algo que sobre en esta previa es color, con gente que puede lucir una camiseta argentina con el león que usa de logo Milei —se vendían afuera a 3000 pesos—, y al mismo tiempo una gorra con la bandera yanqui y el slogan trumpista "Make America great again".
De místicos y bizarros
A la hora casi señalada del prime time suena Guns N' Roses y con "Wellcome to the jungle" se encienden las luces de los celulares entre el público. Las pantallas muestran videos del momento del inesperado triunfo electoral de La Libertad Avanza, la jura de los diputados en el Congreso, el fragmento de un discurso de una de las escasas sesiones a las que el precandidato asistió, centrado en la crítica a la casta. La ovación llega en el momento en que el ya diputado resalta una letra, la e: "Muchas gracias, señora Presidente", dice al culminar su discurso en la Cámara Baja.
Mientras el volumen de la música se alza al palo, en las pantallas se lo ve al precandidato por las provincias, rodeado de multitudes --acaso lejanas a lo que efectivamente cosechó en las urnas de las PASO provinciales-- con el slogan: Milei 2023. La única solución. También se repite un video que pegó mucho en la campaña anterior, de su recorrida por la villa 31. "La izquierda es la que dice que para salir del pozo tenés que cavar más. Los planes no son la salida", le dice a un vecino. Se abraza a chicos y grandes en el barrio, sonríe. Luce notablemente menos incómodo y más suelto que sus competidores Larreta y Bullrich en ese tipo de situaciones. Villarruel, en cambio, siempre abrazada a su bandera argentina, no toca a nadie y no abandona su gesto de compungido.
La gran entrada triunfal de la estrella máxima y excluyente de la noche sería no por el escenario, sino entre el público, varios metros por detrás. Antes, se crearía suspenso y clímax entre lo místico y lo bizarro: una llamada de cuerno, como de batalla o de ritual religioso —o ambos—, imágenes de implosiones y explosiones varias (edificios, bombas). Y, finalmente, la entrada que insumió una media hora a toda euforia, con el precandidato rodeado de gente, hasta llegar a escena.
Si el bunker de las elecciones anteriores había sido en un modesto hotel del Once, y ante los números sorpresivos hasta para el propio equipo, se pasó a un Luna Park que también quiso mostrar despliegue de show —entonces el toque distintivo lo dio el custodio que desenfundó su arma en pleno escenario—, ahora se buscó escenificar el "vamos por más, vamos por la casta".
Si la historia la escriben...
Puesto a hablar Milei, el blanco estuvo claro: las críticas fueron dirigidas a "el fracasado hiperinflacionario de Chascomús", "el primer populista, Hipólito Yrigoyen, un radical", "el siniestro amarillo", "los que causaron el desastre de 2001 y ahora se vuelven a presentar". La concurrencia recogió el guante y cantó "El que no salta es un radical", y el más repetido y arengado por el propio Milei: "Que se vayan todos".
En el particular relato historiográfico de Milei no hay recambios de gobierno e interrupciones democráticas, sino una sucesión de fracasos económicos. A excepción de dos figuras históricas que quedaron reivindicadas, aunque sin ser nombradas explícitamente: Carlos Menem y --atención-- Mauricio Macri, que en el extraño análisis mileisiano llegó a la política "como un outsider".
"En el 2015 tuvimos una oportunidad. Un outsider llegó al poder con una premisa muy clara: Cambiemos. Pero la clase política se puso en el medio, la de adentro y la de afuera. Los mismos integrantes de la coalición gobernante se opusieron a los cambios", fue su análisis.
"No dejemos pasar esta tercera oportunidad histórica, si no queremos ser la villa miseria más grande del mundo", pidió. E hizo un llamado a concurrir a las urnas el domingo: "no se queden en sus casas, la forma de cambiar este modelo es yendo a votar".
Queda flotando la pregunta sobre qué hará el precandidato dependiendo del resultado de las PASO, con el "outsider llegó al poder con una premisa muy clara" jugando claramente en estas elecciones, bien cerquita --adentro mismo-- de "la casta".
Ocupar la escena
Si algo tuvo el cierre de campaña de Milei fue una especial atención volcada en la puesta en escena, como una demostración de fuerzas. No sólo en cuanto a la convocatoria --el estadio, con capacidad para 15.000 personas con el campo sin asientos, lució lleno casi en su totalidad, aunque con los lugares ocupados estratégicamente dispuestos, y los vacíos reservados a las bandejas superiores y a la parte posterior del campo--.
Lo que destacó, sobre todo, fue la escenificación de todo lo que representa Milei --el león, la fuerza, la motosierra, el que viene a dinamitar todo---. Y un gran despliegue de show, por completo ajeno a la política tradicional, en el que, por ejemplo, insumió el mismo tiempo la entrada espectacular del precandidato, que el discurso que dio: media hora cada uno.
Entre la sorpresa por la cantidad y composición del público (no eran solo jóvenes, no eran sólo de clases bajas) y las estimaciones sobre el "armado estatégico" que hay detrás de su montaje, el cierre de campaña de Milei puede leerse, finalmente, en la misma clave que la incógnita electoral, pifiadas grandes de todas las consultoras mediante: si tamaño despliegue prefigura, efectivamente, la mentada "elección de tres tercios", o si son más bien efectos especiales que no se trasladarán efectivamente a las urnas.
Las apuestas quedan planteadas --ya que no hay encuesta en que se pueda confiar plenamente-- de acuerdo a los "olfatos" y territorios pisados por cada quien. Mientras tanto, el show en el Movistar Arena termina a puro papelito volando por los aires, Milei y compañía bailan desaforados al ritmo de la Bersuit y prometen: "Se viene el estallidooo"...