La riqueza natural de la Argentina es amplia y variada. No solo en tierras, ríos, lagos y reservas de agua dulce, sino también en minerales, en petróleo y en gas. Pero en muchos casos, la explotación se encuentra en manos de empresas foráneas, que depredan nuestros suelos y se llevan las ganancias. Caras y Caretas dedica su número de agosto, que ya está en los kioscos opcional con Página/12, a la tensión entre soberanía y extranjerización que atraviesa los debates y el tratamiento de los recursos naturales estratégicos del país.
En su columna de opinión, María Seoane advierte: “Ya no se trata de collares, de abalorios. Las baratijas de vidrio de colores que los españoles usaban para conquistar el asombro de los mexicas. Ya no se trata de la cruz de plata y de madera, del miedo a lo sobrenatural que sometía al espanto de la esclavitud a los incas. Antes, claro, de que los pasaran al brutal exterminio de las armas, del látigo y la esclavitud. Ahora van por el litio, la energía limpia presente en la industria de funcionamiento de pilas, transistores, conectores, de transporte y comunicación, como fueron secularmente por los alimentos, o por el carbón y el petróleo, como irán también por las cuencas de agua".
"La Argentina es una presa apetitosa: uno de los diez primeros en alimentos, una de las principales cuencas de agua dulce y, junto con Bolivia y Chile, el principal dueño de yacimientos de litio del mundo -continúa Seoane-. Con un agravante: la obtención de cada kilo de litio implica el uso de diez mil litros de agua. O sea, este nuevo oro blanco condena a la sequedad de los pueblos. Y los nuevos conquistadores tienen nombre y apellido. Se trata de una formación del siglo XXI, con el predominio del dólar como patrón mundial desde el centro imperial emergente, EE.UU., garantía estatal-militar de cualquier saqueo organizado sobre la yugular de la Argentina a través del mecanismo más persistente de nuestra dependencia: la deuda externa. Si no podemos pagar con hambre y ajuste de nuestra gente, deberemos pagar con recursos naturales”.
Felipe Pigna, en tanto, recuerda en su editorial que “la historia del saqueo de nuestros recursos naturales tuvo que ver con la mal llamada ‘desidia’ del Estado. Ese Estado que, nunca está de más aclarar, estuvo, de estos doscientos años, por lo menos 150 en manos de los mismos sectores autodenominados liberales –en realidad, conservadores– vinculados directamente con intereses extranjeros. Esa ‘desidia’ era en los hechos una modalidad establecida que entregaba a empresas foráneas extensos territorios para explotar determinados recursos. Un ejemplo de esta práctica fue la empresa británica La Forestal, que en sus años de existencia taló más de un millón de árboles de quebracho en el norte santafesino y alrededores, deforestando y desertizando la región. Estableció en su zona la soberanía británica, explotó salvajemente a sus trabajadores, a los que les pagaba con vales que solo podían usar en los almacenes de la empresa, y hasta tenía su propia policía, avalada por el gobernador radical Mosca, futuro candidato a presidente de la Unión Democrática, contra Perón”.
“En un contexto mundial necesitado de alimentos y energía, el devenir de los recursos naturales estratégicos en la Argentina, uno de los países con mayor potencial del planeta en ambas áreas, enfrenta la dualidad de soberanía y extranjerización. Y está lejos de dirimirse”, sostiene Gustavo Sarmiento en la nota de tapa.
Oscar Muñoz traza un panorama sobre el agua dulce, uno de los recursos más preciados en la Argentina y en el mundo, a propósito del cual Telma Luzzani reseña la disputa por el agua en América del Sur, y Fabián Kovacic escribe sobre el caso uruguayo.
Carlos Boyadjian da cuenta de los recursos energéticos, petróleo y gas, sus formas de extracción, la explotación offshore, la modificación del escenario que supuso Vaca Muerta y la novedad del gasoducto Néstor Kirchner. Y Mario Rapoport reseña la historia del petróleo en la Argentina, con el impulso fundamental del general Enrique Mosconi.
Sabrina Pozzi propone alternativas sostenibles para la explotación de nuestros recursos naturales. Laura Alvarez Huwiler reconstruye el panorama minero de la Argentina. Y Miguel Koenig reflexiona acerca de la extracción de litio, que explotan empresas extranjeras.
Emiliano Bonanotte escribe sobre la bioeconomía; Horacio Fazio explica las consecuencias del cambio climático en los recursos naturales y la biodiversidad, y Ricardo Ragendorfer aporta otra crónica negra, que esta vez tiene como escenario un derrumbe ocurrido en 2004 en una mina de Río Turbio.
El número se completa con entrevistas con Sergio Federovisky (por Demián Verduga), Gabriela Merlinsky (por Olga Viglieca), Martín Kazimierski (por Adrián Melo) y Leonardo Grosso (por Damián Fresolone).
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.