Si mostrás tus carteras Yves Saint Laurent, los spa de piedras preciosas y baños en mil litros de Evian, el interior de tu heladera con inteligencia artificial… Si mostrás a tus cinco niños durmiendo, en primera, envueltos en las frazadas Balenciaga. Si osás mostrar la transición del platinado “botinera” al castaño oscuro “empresaria” como un rito de pasaje hacia la sobriedad...

Si presentás como “prueba de barrio” que el room service es tu debilidad pero que igual te llevás el equipo de mate al exótico destino del mundo que te toque en suerte esta vez... O que te gusta la ropa de alta costura, pero también amás los descuentos. O que no perdiste las marcas de agua de cualquier chica de Boulogne porque, aun en un entorno gourmet, morís por una baguette con manteca, queso de máquina y jamón cocido. Si confesás cocinar “sin talento pero con amor” y dormír con cremas que triplican el salario mínimo de tu país de origen... Si mostrás hasta tal punto tu intimidad como espectáculo, entonces, Wanda, bancate la pelusa.

Desde los espectadores que la miran entre la envidia aspiracional, la fascinación y el consumo irónico, hasta su propia familia: todo el mundo se enteró del supuesto diagnóstico de Wanda Nara, cuando lo dijo por TV Jorge Lanata.

La que las muestra, las paga

"Si vos posteás todo el tiempo, bancate que opinemos. Porque postea que está rubia, que está morocha, que está enferma, que no está enferma, que va, que viene, con L-Gante, con Mauro Icardi y con Maxi… eso debe ser la cabeza de ella hoy… No me queda claro”, dijo una periodista de espectáculos en referencia a que el supuesto dianóstico de Wanda fue dado a conocer sin su consentimiento por la TV, que come de su mano y se la come a ella en un mismo gesto. ¿La que las muestra, las paga?

¿Monetizar un poco o muchísimo de sí misma anularía el derecho a controlar qué cuenta sobre su salud? Como si de repente ese vibrador pasivo-agresivo que somos como espectadores, tan embelesados como asqueados ante el exceso que es Wanda, gozara en secreto con esta venganza del mundo del chimento.

¡Papito querido!

Andrés Nara, el padre de Wanda, suma otro episodio de esos que dan pesadillas y que funcionan como fuelle para que más ataques machófilos desplieguen su potencia. ¿Qué es peor que una mujer despechada? Un padre desautorizado.

Cabe también recordar a otro "padre de famosa", el de Jésica Cirio, paseando su pobreza anímica por todos los programas posibles para reclamar por la indiferencia de la hija. O por su porción de fama. Andrés Nara cree que tiene derecho a saber (“soy el padre”, repite como un rezo fanático), aún cuando si algo se ha filtrado de esta historia es la poca intención de sus hijas para estar en contacto con él.

Hasta hace días el papá de Wanda era candidato al Bailando 2023 con su pareja Alicia. Ahora ella se presentaría con un bailarín, pero la fama de la dupla está asegurada: el habló demasiado, se peleó con Cinthia Fernández y con Eliana Guercio, e incluso deslizó que lo de Wanda era otra de sus operaciones mediáticas para atraer al público sin darle nada a cambio.

Dijo “Nosotros sabemos la verdad”. Y enseguida su pareja lo agarró del brazo y le pidió “No hables de más”. El acting al servicio de mantenerse en el TT de la tele le suma a Wanda un dolor de cabeza con un papá tan deseoso de ser noticia, pero sobre todo aviva el fuego de los desesperados por ver caer a la estrella, por estrellarla, en esos movimientos torpes pero tantas veces efectivos, por hacer que una mujer pague el precio de su fama con su propio derrumbe estrepitoso. ¿Qué más da si Wanda quiere o no decir lo que le pasa a sus plaquetas? Lo cierto es que ella podría ganar a costa de esta información y si hay un ápice de afán de lucro, será gravemente castigada.

La comidita del monstruo

Las fotos de Wanda antes de operarse, las capturas que se arrepiente de publicar, las confesiones arrebatadas de sus vivos y todas las elucubraciones atrás de sus declaraciones públicas son la comidita del monstruo. No es menor su relación tóxica y de manual con su marido Mauro Icardi, del que ya se separó y se reconcilió las mismas miles de veces que la mayoría de los mortales.

El solo hecho de ser protagonizado por Wanda es lo que convierte a ese minuto a minuto en una ofrenda de la conductora a sus seguidores, y a todo el decorado que gana dinero con ella.

Pero lo que le hicieron además de antiético es un delito. Lo dice muy claramente Miriam Lewin, Defensora del Público, consultada para esta nota, cuando recuerda que existe la ley de derechos del paciente (26.529), que habla de la inviolabilidad de ese tipo datos personales. Dice Lewin: “Por más que un periodista tenga acceso a los médicos que atendieron a una persona pública, no tiene derecho a difundir esta información. Tampoco tiene derecho el médico, sin que se exprese la autorización de la paciente y, si estuviera inconsciente, la autorización de su núcleo familiar. El no cumplimiento de esta norma, puede generar daño en el entorno de los pacientes. El acceso a fuentes médicas no autoriza a publicar información sin consentimiento.” 

Y no es que no lo sepa la TV, que como ordenadora de los sentidos y los relatos hoy asiste a su propio funeral en cámara lenta. Lo sabe, pero igual se atreve: como manotazo de ahogado apuesta a plantear la rapiña como debate.