Luis María Canosa Canale nació el 8 de diciembre de 1953 en la ciudad de La Plata. Su nombre, silenciado de la historia oficial durante muchos años, cruza transversalmente la historia de la música y el arte en nuestro país. Pero son también, lamentablemente, más importante las causas que llevaron a su muerte, tan temprana como trágica. 

Luis María es uno de los muertos en la Masacre en el Pabellón Séptimo, ocurrida en el penal de Villa Devoto, el 14 de marzo de 1978.

También conocidos bajo el nombre de “El motín de los colchones”, los hechos acontecidos en la previa al mundial de fútbol que se disputo en la Argentina es uno de los tantos hechos de violencia institucional que se produjeron durante los años más duros de la última dictadura militar que había llegado al país poco menos de dos años antes.

Tanto hicieron las autoridades por ocultar aquellos hechos que todavía hoy, 45 años y medio más tarde, todavía se discute la cantidad de víctimas. La versión oficial habla de 64 muertos, aunque algunos de los testimonios de los sobrevivientes hablan de más de un centenar. Todos presos comunes, detenidos en su gran mayoría por delitos menores.

Elías Neuman, abogado de dos de las víctimas, escribió en 1985 un libro llamado “Crónica de muertes silenciadas”. Daniel Barberis, preso en Devoto durante aquel 14 de marzo, aunque en otro pabellón, hizo lo propio en “Los derechos humanos en el otro país”, de 1987. Más acá en la historia, Claudia Cesaroni, abogada, magíster en Criminología que trabajó en la Procuración Penitenciaria para luego llegar a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y a la Oficina para América Latina de la Asociación para la Prevención de la Tortura, publicó en 2013 el libro “Masacre en el Pabellón Séptimo”. Todas esas obras reconstruyen con detalle la historia de los hechos ocurridos en 1978.

Más de 60 guardiacárceles ingresaron al pabellón aquella mañana. Empezaron a darle una golpiza a los internos que intentaron resistir armando barricadas con sus camas y colchones. Por alguna razón que todavía no puede ser determinada, se desató un incendio. Los responsables del lugar no permitieron el ingreso de los bomberos, cortaron el suministro de agua y cerraron el lugar. En medio del fuego, muchos murieron calcinados y asfixiados. Algunos de los que lograban escapar eran recibidos por ráfagas de ametralladoras. Prácticamente no hubo policías heridos. La causa se investiga casi medio siglo más tarde como un delito de lesa humanidad.

Cesaroni había empezado a mostrar su trabajo de investigación desde un blog. En su libro recuerda la primera entrada de esa espacio llamado www.masacrepabellon7.wordpress.com":

Desde hace tiempo vengo pensando en que existe una mirada parcial sobre lo que pasó durante la dictadura militar 1976-1983 en las cárceles argentinas. Del mismo modo que cuesta tanto hablar sobre violaciones de derechos humanos que hoy suceden allí, parece que solo los presos políticos hubieran sufrido malos tratos, torturas y muertes en el lapso en que lascárceles federales estuvieron bajo el mandato de las fuerzas armadas.

Luego de recorrer pabellones, de escuchar testimonios, de denunciar, mostrar y estudiar sobre la cárcel, esa preocupación sobre el modo en que la dictadura había impactado en la vida de los presos y presas comunes, volvió a aparecer.

Entonces, leí sobre el llamado “Motín de los colchones”.

Y luego, encontré un sobreviviente, Hugo Cardozo.

Y más tarde, escuché dos canciones: Pabellón Séptimo y Toxi Taxi, de Carlos Indio Solari.

Esas dos canciones fueron publicadas con una distancia de 13 años y parecen concentrarse en el derrotero final de Luis María, a quién Solari conocía del universo artístico independiente de la Ciudad de La Plata de finales de los años sesenta y comienzo de los setenta.

“Toxi Taxi”, salió publicado en “La Mosca y la Sopa”, el disco que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota editó en el año 1991. El tema originalmente fue comprendido como una referencia a quienes se encargan de llevar y llevar “sustancias tóxicas”, aunque el final de la canción empieza a descubrir a uno de los protagonistas de la historia. “Un sueño con Luis María / muerto cuando me decía / "Cada día veo menos / cada día veo menos / creo, menos mal".

Trece años después, en su debut como solista, “El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel)”, Solari echo mano al testimonio que organizó el relato del libro de Neuman, para escribir “Pabellón Séptimo (relato de Horacio)”, quizás la canción más cruda de toda su etapa en solitario. También una de las más fuertes y simbólicas. “Y nunca ya voy a olvidarte, Pablo, nunca”, dice la última estrofa de esa canción que estalló en la garganta de miles de seguidores de Solari el pasado fin de semana, en el más reciente concierto de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, en Jesús María, Córdoba. 

Pablo era el compañero de Horacio, el otro preso defendido por Neuman, que murió en aquella masacre.

El compromiso de Solari con la causa va más allá del impacto que pueden haber generado en él esas historias que desde mediados de los ochenta empezaron a salir a la luz con mayor detalle. Luis María era una de las personas que Indio frecuentaba en su activa juventud, en medio de la efervescencia platense de finales de los sesenta. De hecho, el luego cantante de los redondos pudo compartir algunas de sus inquietudes artísticas colaborando esporádicamente de algunas actuaciones de la banda Dulcemembriyo.

En ese grupo, cuya formación data del año 1968, Canosa cantaba y compartía escena con su entonces compañero de colegio y de equipo en La Plata Rugby Club, Federico Moura, que tocaba el bajo. En esa formación también estaban los guitarristas eran Daniel Sbarra y Pinfo Garriga, que luego acompañaron a Miguel Abuelo en la grabación de su disco en Francia, y el baterista era Diego Rodríguez, que luego iba a formar parte de las primeras formaciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Un pedazo de historia de la música popular argentina germinando desde un mismo lugar.

“Formábamos parte de un mismo grupo. Era la década del sesenta, y en La Plata había abundante material artístico generado por gente joven. Eso que tiempo después, en Buenos Aires, se llamaría el “under”, allá se hacía desde entonces. Se armaban movidas de circo, de música, de teatro, tipo happening. De hecho, de ahí salió Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, comentó años después Ricardo “Mono” Cohen, Rocambole, en una entrevista publicada en la Agencia de Noticias Télam.

Cuando el proyecto platense naufragó, Luis María partió a Europa en un plan en el que también eran parte Federico y Sbarra. Sus destinos se separaron en algún punto del camino y Canosa volvió a la Argentina. Inquieto y aventurero, según lo describen los testimonios que lo recuerdan, Luis María Canosa fue detenido por “tenencia de estupefacientes” en febrero de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. Más precisamente el 23 de febrero, en la esquina de Las Heras y Pueyrredón. Estaba con su esposa Claudia y lo llevaron al pabellón número 7 de la Unidad 2 de la cárcel de Devoto. Apenas 19 días más tarde, pasadas las ocho de la mañana, su vida encontró un desenlace trágico, como parte de la peor masacre de la historia del sistema penitenciario argentino. Tenía 21 años.