En economía, como en toda otra disciplina, decidir qué es lo que se estudia implica realizar un recorte, una selección, una elección de qué dar y qué no. Lo mismo aplica a los términos más usuales que se utilizan, ya que el análisis de estos conceptos permite comprobar cómo se eligen las palabras y sus connotaciones, de manera tal que aquellas asociadas al liberalismo son generalmente mencionadas con un sentido positivo, mientras que las vinculadas con la participación del Estado acarrean connotaciones negativas.
Así, se encuentran términos tan afables para describir a un mercado como “libre”, “transparente” o “eficiente”. Este mercado funcionaría a la perfección salvo por algunas “fallas”, que son los únicos casos en los que debería participar el Estado. Si, por el contrario, este decidiera intervenir en otras situaciones que no son esas, provocaría “distorsiones” o “ineficiencias" en los mercados.
Varios de estos términos fueron abordados en una nota anterior. Pero quedaron unos cuantos más en el camino que ahora se agregan. Vale aclarar que algunos de ellos han sido generosamente marcados por los propios lectores de Cash.
Palabras
El primero es el gasto público. Pocas palabras tienen una connotación tan negativa en la vida cotidiana como hablar de “gastar”. Pero si se ahonda un poco en qué es el gasto público, se ve que técnicamente allí se incluyen partidas para educación, cultura, ciencia y tecnología e infraestructura.
¿Por qué no decir entonces inversión? Es simple, porque el objetivo es que el Estado sea lo más chico posible y si se habla de inversión, resultará más difícil convencer a la ciudadanía acerca de la conveniencia de su recorte. Pero si es un gasto, ¿quién se va a negar?
Por otra parte, en muchos países existen restricciones temporarias o permanentes a la compra de divisas. Aquí, para decir lo mismo se inventó una palabra tan dura como “cepo”, que remite nada menos que a un instrumento de tortura.
Las medidas adoptadas por los países en defensa de su producción nacional respecto del ingreso de bienes o servicios importados, son en realidad algo tan feo como “obstáculos” al comercio internacional.
También se podría hablar de términos en sentido inverso, referidos a aquellos que presentan un aspecto amigable, pero que esconden un significante negativo, comenzando por “paraísos fiscales”. En base a la definición de la RAE, paraíso remite a un lugar hermoso y tranquilo, pero resulta que son hermosos para practicar la evasión fiscal.
Se habla de “reestructuración empresarial”, un término atractivo que en realidad encubre un ajuste que consiste en despidos, recarga de trabajos y traslados de personal. O la tan mencionada “flexibilización laboral”, que no es otra cosa que la eliminación de buena parte de las conquistas de los trabajadores.
Cuando hubo que renegociar la deuda por el juicio entablado en EE.UU. por un grupo de acreedores que no había ingresado al canje de bonos de 2005, como llamarlos fondos buitre sonaba feo se los denominaba “holdouts”, porque todo término en inglés siempre queda bien.
Siguiendo con el inglés, cuando los trabajadores hacen medidas de fuerza son huelgas, a veces “salvajes”. Cuando las hacen los patrones, “lockout”. La frutilla del postre es el dólar “blue”. ¿Cómo lo vamos a llamar ilegal? Pues entonces recurramos otra vez al inglés.
Parece adecuado terminar acá, no sea cosa que se nos “desperfile” la nota.
* Docente UNLZ y UNQ. [email protected]. @RubenTelechea