"Olhamel oka ifwalas hape t’at olhamel alhäk ewhay (Nuestros tiempos son los tiempos de los alimentos", se presenta el calendario alimentario wichí, el primer producto de un proyecto de investigación que, frente a la malnutrición y la desnutrición de las comunidades indígenas del Chaco salteño, se propuso ir a las fuentes para analizar las causas de este flagelo. Y también se animó a reflexionar sobre las prácticas que el Estado ejecuta en la zona con el objetivo de generar políticas públicas. 

Esto se hizo en el marco del proyecto “Por una alimentación debida: Estrategias para contribuir a la seguridad y soberanía alimentaria y nutricional desde un abordaje participativo para la efectivización del derecho a una alimentación saludable en el Chaco Salteño”, que se llevó a cabo dentro de la convocatoria Ciencia y Tecnología contra el Hambre, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. 

"La perspectiva de investigación puso en valor un proceso basado en el diálogo de saberes que buscó analizar las transformaciones en la producción y consumo de alimentos y su relación con los problemas de malnutrición, especialmente la desnutrición infantil y sus causas estructurales. Para ello, se constituyó un equipo interinstitucional, interdisciplinario e intercultural que incluyó profesionales y sabedores de antropología, agronomía, ciencias ambientales, arquitectura, medicina, nutrición, agricultura, ganadería, pesca, artesanías, cocina, comunicación y otros saberes tradicionales de distintos pueblos del Norte de Salta", se explica el proyecto.

“El objetivo del proyecto era generar un proceso de investigación, de acción participativa, junto con las comunidades de la zona de emergencia alimentaria. Que podamos trabajar, identificar y construir un proceso de revalorización de prácticas alimentarias de los pueblos tradicionales, comunidades agricultoras, como la guaraní; recolectoras como la wichí y pastoras, como los criollos, contó Alvaro Penza, jefe de la Agencia de Extensión Rural de Santa Victoria Este del INTA y coordinador de la Plataforma de Innovación Territorial del Chaco salteño y formoseño. La otra finalidad "era empezar a comprender cuáles eran las causas estructurales que llevan a las tasas de muertes por desnutrición infantil más altas del país”.

Eso se hizo, añadió Penza, entendiendo que "los problemas de malnutrición son multidimensionales”, que “tienen muchísimas causas estructurales, como el acceso al territorio" y al agua, y "todo el proceso de colonialidad sobre prácticas, conocimientos y creencias propias de las comunidades tradicionales de la zona", además del "desbibujamiento del rol central de la mujer en los procesos de toma de decisiones, organización social, redistribución de recursos”.

La ejecución del proyecto demandó la realización de talleres en los que se fueron desgranando los saberes ancestrales sobre la alimentación en las comunidades indígenas y criollas del Chaco salteño. Para eso fue fundamental la participación del técnico wichí del INTA Santa Victoria Este, Robin Díaz, que recibió a portes en la lengua wichí y los tradujo al castellano. 

“El proyecto y estas reuniones y reflexiones lo que intentan es generar políticas públicas, es decir, problematizar, cómo vienen los bolsones (alimentarios que entrega el gobierno), qué traen, si realmente son una solución al problema estructural de desnutrición que hay en la zona, cómo se construyan esas políticas públicas, como ser esa barrita de cereal o de soja que viene como complemento nutricional. Poder problematizar este tema", porque "efectivamente, los recursos de las políticas públicas que ha implementado el Estado para solucionar esta situación estructural no dieron resultados, entonces son las instituciones y las comunidades las que tienen que pensar cómo va a ser la política pública", explicó Julia Ridilenir, también técnica del INTA Santa Victoria Este.

La antropóloga Leda Kantor destacó la "importancia de indagar colectivamente entre quienes acompañamos estos procesos y las comunidades, las organizaciones. Me parece fundamental, sobre todo en relación a estos temas que tienen que ver con los derechos de los pueblos y que son tan sensibles como la temática esta de la alimentación que de alguna manera estructura muchísimos otros temas". Y así tener "un resultado concreto que se pueda generar y construir políticas públicas que vengan verdaderamente a mejorar sustancialmente la situación que hoy viven las comunidades, así que con esa idea hemos trabajado, con esa esperanza de poder contribuir en algo que pueda transformar las políticas públicas hacia el sector y avanzar sobre otras políticas que realmente mejoren sustancialmente la situación de vida de los pueblos originarios”.

Penza agregó que como una institución de ciencia y técnica ligada a la producción de alimentos, no estaban encontrando cómo vincular su trabajo a la problemática de la malnutrición en la zona y la desnutrición infantil en particular. Pero en este trabajo con las comunidades pudieron "comprender que hay muchísimos conocimientos, procesos, prácticas, que son muy valiosas y nos ofrecen como salida para el problema de la malnutrición que básicamente surge por el proceso de transición alimentaria de ir incorporando cada vez más alimentos procesados a las dietas porque al mismo tiempo se han ido estigmatizando los alimentos tradicionales, que están relacionados a la pobreza, al atraso, a la vulnerabilidad, como una marca negativa, y cómo la colonialidad empuja al consumo de alimentos procesados", con el agravante de que con los bajos ingresos de las comunidades "solo pueden acceder a productos de mala calidad y de muy poca diversidad. Es decir, se pasó de un proceso de una alimentación, de una dieta altamente diversa a una de tres cuatro ingredientes, azúcares, harinas, grasas". 

La importancia del diálogo

Para tratar de interpretar los conocimientos y las prácticas asociadas a la alimentación de cada uno de estos pueblos "se nos ocurrió que podríamos sintetizar toda esa información riquísima que fuimos recolectando de muchísimas fuentes, básicamente talleres, grupos focales, entrevistas, salidas a campear con la misma gente”. Así surgió el calendario wichí (https://repositorio.inta.gob.ar/handle/20.500.12123/14723), que es el primer producto de este proceso, dado que la idea es realizar de cada uno de los pueblos de la zona, y de hecha ya se trabaja en la elaboración del calendario guaraní, y el criollo, contó Penza. 

Robin Díaz recordó que en las comunidades venían proyectando armar este calendario "pero nunca se dio” porque faltaban recursos.

La lámina está pensada para las escuelas, para trabajar estos contenidos. Díaz recordó que en la escuela "siempre nos enseñan el calendario blanco, con cuatro estaciones. Yo siempre cuando era chico escuché, leí, a la gente mayor de la comunidad diciendo que nosotros tenemos también estaciones, y cada estación tiene nombre también”.

El calendario wichí y también una cartilla complementaria que está en proceso son material escolar, "surgió porque en la escuela se está dando ese corte generacional de sabiduría” y los chicos ya no salen al monte, ya no están accediendo a estos conocimientos. “Muchos de los ruidos de estos cortes de sabiduría se dan en la escuela, tanto el idioma como las prácticas", y por eso "era la necesidad de generar material desde las comunidades" para que en las escuelas se puedan tomar estos temas, añadió Julia Ridilenir.

Dentro del proyecto se hicieron talleres en las comunidades Las Vertientes Chicas (Nhajuakey), Alto La Sierra (Choway) y Larguero. “Convocamos a la gente mayor, jóvenes, niños, ancianos, todos. Hicimos varios talleres, discutíamos en qué época del año había abundancia de comida, en qué época del año había menos comida. Entonces hacíamos un dibujo, y pegábamos en la pared afiches, buscábamos nombres de animalitos, los cercos, todas esas cositas”, contó Díaz. 

Resaltó que "hubo mucha convocatoria, mucha gente participó” de los talleres. Su propio relato da cuenta de lo central de su participación en este proyecto: “Aquí en la zona hay gentes mayores que ni saben hablar el castellano”, así que mucha discusión se hizo en wichí. “Como yo hablo el idioma, entiendo bien” fue “muy fructífero”. “Hay gente que no quiere hablar el castellano, viene y te habla así, te lleva en una partecita y te dice todo”. Y luego él hizo la traducción.

Qué pasa cuando te rodea la soja 

Leda Kantor también fue parte del proyecto. “Habíamos consensuado la importancia de poder tener desde la etnografía algunos aportes de lo que era la alimentación de los pueblos en otros tiempos, previos a la conquista y colonización de los territorios, y como todo eso va cambiando a través justamente de esto, del despojo territorial y todo este proceso que ha sucedido desde los tiempos de la colonización, todo eso es algo que hemos podido aportar en informes que se hicieron, tanto para tener en cuenta para definir lineamientos y aportar en relación a estos temas en cuanto a todo el proceso que íbamos a iniciar", contó.

Kantor es parte del colectivo que sostiene la radio La Voz Indígena, en Tartagal. Y también acompañó "el proceso de participación de gente wichí, de compañeros y compañeras wichí que integran el colectivo de la radio para hacer talleres acá (en la sede de la radio)". 

Y acompañó "el proceso de participación del grupo de mujeres de la radio en el Pilcomayo tanto para participar de talleres". Así participaron de dos talleres con el grupo de mujeres. "La idea era que las mujeres (de Tartagal) también pudieran contar como se termina de romper todo este proceso cuando ya no hay territorio, qué pasa cuando estamos rodeados de campos de soja. Digo todo esto porque en el Pilcomayo todavía se vive otra realidad, si bien la alimentación fue cambiando concretamente, muy fuertemente por todo el proceso que ya sabemos, pero en el Pilcomayo se conservan los territorios y no están rodeados de campos de soja, acá sí. Entonces la idea también de la realización de estos talleres era para charlar, debatir, reflexionar conjuntamente de qué era lo que pasaba cuando este proceso finalmente llega, cuando se da toda esta ruptura socioproductiva comunitaria, en todo sentido a través del despojo territorial y el ingreso de los monocultivos. Así que eso fue una experiencia muy muy importante también".

En Tartagal, se está llevando a cabo el proceso de elaboración del calendario guaraní.

La validación permanente  

“El acompañamiento que se hizo desde la Red de Abordaje con Pueblos Indígenas del INTA, que yo coordino, fue más bien en poder generar productos interculturales de todo el proceso de investigación y acción participativa", sostuvo por su parte Florencia Lance. El proyecto "permitió que un equipo intercultural, interdisciplinario, interinstitucional, pudiera conversar con las comunidades wichís, guaraníes y criollas en la zona de Santa Victoria Este sobre acceso a alimentos, para poder entender cuáles son las prácticas, cuáles son las tecnologías, cuáles son los productos que se consiguen a lo largo del año y un poco poder entender el uso del territorio de las comunidades a lo largo del año, y poder tener el mapa", explicó. 

Ese fue el objetivo: "entender todas estas dinámicas de producción y de recolección, de caza, de pesca y las problemáticas que tienen las comunidades indígenas y criollas de la zona y que les impiden tener alimentos sanos y seguros el año redondo, todo el año. Cuáles son los problemas que pueden surgir, eso es un poco lo que se buscó, quizás intentando demostrar que no es tanto un problema de escasez de alimentos, sino de que es un territorio que está desordenado y que hay que planificar mejor el uso del territorio para que las comunidades wichí, las comunidades indígenas y las comunidades criollas puedan acceder a alimentos sanos, a la soberanía alimentaria durante todo el año". 

Lance destacó que lo que más le impresionó de la experiencia fue "el rol que tuvo el equipo intercultural, sobre todo Robin Díaz", quien "posibilitó el trabajo con comunidades wichí, coordinando, moderando todo el intercambio de saberes que se realizó, toda la parte de recolección de información, de datos, de poder entender como eran los procesos productivos para conseguir alimentos, se hacía en lengua wichí y Robin después al final, en otra instancia, traducía a los equipos técnicos". 

Para Lance, las personas indígenas pudieran "hablar en su propia lengua fue muy importante para que la información sea muy auténtica, sea una información que tiene mucho valor sobre todo para las comunidades".

La trabajadora recordó que hace dos años el INTA creó la Red de Abordaje con Pueblos Indígenas "intentando comprender nuestras competencias institucionales para el trabajo con pueblos y también promoviendo la formación de trabajadores y trabajadoras de INTA en las diferentes normativas vigentes para trabajar con comunidades indígenas en territorios de pueblos originarios en todo nuestro país". Y destacó que esta experiencia en particular "demostró mucho conocimiento de la normativa, mucho respeto, y que los procesos de participación tienen que sostenerse en esta validación permanente, me parece que es como algo a rescatar: que no hubo una instancia de consulta de la investigación y luego los investigadores fueron al territorio, hicieron el relevamiento de datos y recabaron información y luego construyeron con esos datos un diagnóstico, sino que todo esto fue con una participación permanente de las comunidades, con una validación permanente de las comunidades"

El calendario mismo "se validó en muchas instancias, en muchos niveles". Lance rescató en ese sentido que "en los procesos de investigación y acción participativa tiene que haber instancias permanente de diálogos, de co construcción de saberes y de validación de los conocimientos que se van consolidando y no una instancia administrativa de protocolo de consulta y que solamente se cierra ahí”.

La técnica Julia Ridilenir recordó que en el trabajo con las comunidades vienen viendo estas "problemáticas que surgen en el territorio de mucha desnutrición infantil y de muchas muertes por este tipo de causas" y viendo también sus demandas. Hubo también una reflexión interna y analizaron que parte de ese trabajo es "poder pensar también con las comunidades qué es lo que ellos quieren". Así surgió "esta idea de poder analizar más directamente cuáles son esos problemas sentidos que tienen las comunidades, como que se mueran los chicos literalmente de hambre o de problemas con el agua, o de que hay momentos en el año en que faltan recursos y como poder darle una vuelta". "No es un problema lineal, no hay ni un problema, ni una causa, ni una consecuencia, sino que es integral, multifocal, pero que sí se podía como ir destejiendo, desentrañando la situación para analizarla y encontrarle un poco la vuelta".

Los tiempos de los alimentos

El calendario wichí repasa los alimentos que se aprovechan en las cuatro estaciones. En Chelchup, cuando "maduran y se cosechan los frutos del cerco. Llegan los primeros cardúmenes de peces", y hay zapallo, maíz, anco, grasa de pescado y sábalo.

En Fuiyetil (frío) comienza el tiempo seco y las principales actividades son la caza y pesca. Hay comidas que se conservan en trojas (depósitos): anco, doca, quirquincho, batata, algarroba, grasa de pescado.

En Inawop, "Tiempo de la flor del algarrobo", es de escasez de alimentos, aunque hay surubí, dorado, chustasa, anco y zapallo conservado en troja y flor de bola verde.

En Yachup hay abundancia de alimentos: algarrobas blancas, chañar, mistol, sacha sandía, bola verde, poroto de monte, sacha pera, ají de monte, miel extranjera, miel llana, miel moro moro, miel de lechiguana, miel de bala, sandía, anco, melón, iguanas, cata, dorado, bagre, vieja del agua.

Y todo el año se consume conejo, pichi, corzuela, vizcacha, chancho del monte, cabra, chancho, gallina y boga