Las caras de sorpresa se multiplicaron cuando entró una camioneta con el logotipo de un whisky y un piano encima. Sorpresa porque la camioneta enfiló por una de las diagonales pegadas al Obelisco, en pleno centro porteño y estacionó frente a la boletería teatral. Sorpresa porque el piano fue desarmado en la cajuela y rearmado en la vereda con total naturalidad. Y sorpresa porque sonaban unos tangos y ya varios arrancaban a bailar, incluso antes de la hora a la que había convocado el colectivo #ElTangoNoSeClausura para protestar contra la persecución que sufren las milongas por parte de los inspectores municipales porteños. El colectivo, además, reclama la reglamentación de la ley de fomento a las milongas, la puesta en práctica de la ley declaratoria que insta a enseñar tango en las escuelas públicas de la Ciudad y el fomento genuino del género. Durante varias horas y con la participación de tres orquestas tocando en vivo (la Negro Cejas, La Hoguera y La Trampera), los milongueros contaron a los transeúntes las dificultades que sufren por el impacto de los tarifazos, las dificultades para acceder a las habilitaciones y el acoso constante de los inspectores de la Agencia Gubernamental de Control.
Hasta las inmediaciones del Obelisco se acercaron organizadores de milongas, bailarines profesionales (ahí estaba Inés Muzzopappa, ex campeona mundial, colgando carteles del colectivo como una más), músicos y, sobre todo, milongueros de esos que llenan las pistas todos los días de la semana y que no tienen más interés que preservar sus espacios de esparcimiento e identidad cultural. Como Daniela, que llegó con una amiga "para bancar a las milongas" porque --explicó a Página/12-- "es horrible lo que les están haciendo". La milonguera señaló la "hipocresía" entre la publicidad que recibe el Festival y Mundial oficial con lo que viven los espacios de baile cada día.
"Queremos que se fomente el tango en Buenos Aires, porque el tango no está nada más en el Festival, sino que vive en las milongas los 365 días del año", declaraba uno de los coordinadores del colectivo en el micrófono, entre una tanda de temas y la siguiente. Una de sus compañeras, Dolores Giménez, explicó a este medio que el grupo se armó tras la clausura de la milonga de Cochabamba 444, un espacio emblemático del circuito porteño. "Fue la gota que rebalsó el vaso y que hizo que varios, que no tenemos afiliación a ningún grupo ni organizamos ninguna milonga pasáramos de decir 'algo hay que hacer' a efectivamente ponernos las pilas y hacerlo", recuerda. El colectivo pronto tomó forma, a medida que corría la voz en las milongas y su página de Facebook multiplicaba likes. Además, la legitimidad del reclamo consiguió la solidaridad internacional y milongueros de otros países se encargaron de traducir la declaración del colectivo al inglés, francés, alemán, chino, turco, guaraní y ruso, entre otros idiomas. "Parece que para las políticas públicas el único momento en que el tango existe es para el Mundial, entonces aunque está todo bien con el evento, es una instancia que aprovechamos para visibilizar nuestra problemática ante todos los bailarines que visitan la Ciudad", señaló Giménez.
Del mismo modo que las organizaciones más formales del sector, como la Asociación de Organizadores de Milongas o el conjunto de milongas de carácter social, desde #ElTangoNoSeClausura hacen énfasis en la cuestión de las habilitaciones. "La legislación es kafkiana e incumplible, no se sabe si por desidia o por voluntad de generar condiciones para los sobornos", critica Giménez. Además de salvar ese obstáculo, desde el colectivo piden promoción y fomento efectivo, en cuanto música y en tanto que baile, en especial en los espacios barriales como clubes de fomento y pequeñas salas de arte. Dolores ejemplifica la situación que enfrentan en el circuito: "hoy la legislación es tan ridícula que si te habilitan a bailar tango, no podés bailar otra cosa, así que si alguien quiere bailar el separador que es de otra música y cae un inspector, te pueden clausurar".