"Estas canciones tenían un poco más de sangre, algo más grunge; obviamente son pinceladas, pero siento que este disco suena un poco más podrido", dice Mariu Serrano al referirse a su primer álbum, Catástrofe, que publicó en 2022 y que presentará el jueves 17/8 a las 20 en la Ciudad Cultural Konex, en lo que dice que será "el evento del año".

Una catástrofe es un suceso desdichado del que sobrevienen la destrucción y la desgracia, con grave alteración del desarrollo normal de las cosas. "En algún punto, a mí las rupturas y las catástrofes cotidianas me hicieron mejor o me hicieron crecer, entonces también son una excusa para detenerme y pensar, ver qué pasó y qué hacer mejor la próxima vez", dice la artista, quien al principio de este año lanzó Catástrofe en vivo, grabado durante la presentación del álbum en el JJ Cultural.

El disco original trae siete canciones que se alejan suavemente de la veta de cantaurora guitarrera que Mariu había desplegado en sus EPs Próximo acto (2017) y Nómade (2019). Distribuido por el sello Goza Records, en Catástrofe aparecen la violencia, la incomunicación y los miedos. El single adelanto fue La bestia, con la cantante Flor Wosh como invitada y un videoclip producido por LAVA y protagonizado por Agos Bertolesi, que manifestaba estos juegos de la mente.

  • ¿Cuál sería la bestia que está contenida en la canción?
  • Esa canción la escribí después de un ataque de ira, sacado, también ocurrido por aquellas cosas que no digo, como una falencia de comunicar a tiempo que hace que llegues al momento de decirle al otro lo que te pasa cuando ya estás por explotar, porque venís rumiando. Y en ese ataque de ira puntual que terminó inspirando esta canción, yo fui muy injusta porque estaba muy enojada por pequeñas cosas que no tenían que ver con aquello por lo que exploté finalmente.

Ahora, su banda funciona con una comunicación influida por la amistad, ya que con el baterista y el tecladista, Tobías Salvatto y Sato López, se conocen desde que tienen 8 años. "Fueron los primeros a los que acudí para armar la banda, en 2016. Cuando terminó la producción del primer EP, antes de sacarlo, ya empecé a pensar en que tenía que armar una banda para tocarlo. Así que ellos vienen colaborando desde 2016, en términos musicales."

El violero, Lucho Dubini, entró en 2021, y Emma Ron fue la primera bajista de la banda. "El disco salió bastante orgánico y rápido, digamos, pero creo que tiene que ver con que laburamos mucho como equipo; ahora medio que nos juntamos una vez, ensayamos y sale", dice Mariu. Otras canciones que se destacan del álbum son Pizza fría, un tema viejo que había quedado fuera de las primeras grabaciones, o Alterable, con la participación de Proyecto Gómez Casa.

Desde el último disco, Mariu no toca más la guitarra. "Cuando la productora, Mica Hourbeigt, recibió las maquetas, lo primero que hizo fue mutear el canal de mi guitarra en la mayor parte de las canciones. Primero fue un golpe duro al ego, pero automáticamente me di cuenta de que las canciones sonaban mejor, que no necesitaban esa capa extra. Entonces seguimos con esa línea. Pero, claro, para presentarlo en vivo me tuve que acostumbrar a tener el micrófono en la mano, a moverme, a hacerme cargo de que tengo un cuerpo en escena. Si bien hice teatro durante mucho tiempo, fue un desafío encarnar el personaje de lo que soy arriba de un escenario", reconoce.

"Creo que lo que más me gusta de Catástrofe es la gente con la que lo hice y lo que me terminó forzando a ir más hacia la performance." Morón, Villa Sarmiento, Castelar y  aseros (las coristas Aye Dac, Giuli Rincón y Mel Badano son de allí) se conectan en el cordón conurbano. "Hay una sola colada que es de Saavedra, pero su corazón está en el Oeste: tiene familia en Merlo, así que la aceptamos. Hay como mucha cosa de que en el Oeste está el agite, y toda esa movida... Ya de por sí estoy romantizando el Conurbano, ya lo sé, nosotros lo llevamos a un punto de 'el mejor país es el Oeste, nadie me mueve de acá'", dice la artista, riéndose.

De los primeros acercamientos al mundo musical, Mariu se acuerda de una casa muy grande y antigua. También en el Oeste, en Ramos Mejía, donde vivía con su mamá. Allí había un tocadiscos, entonces ella elegía algún LP y se ponía a bailar sobre la mesa o leía los libritos. "Me acuerdo de uno de León Gieco, que era como que tenía un collage con un montón de animales, y yo flasheaba. En vez de ponerme a jugar, capaz me ponía a escuchar música y a leer las letras, a ver las tapas y a disfrutar de toda esa parafernalia", cuenta.

Después, esa mamá melómana la mandó a un colegio con talleres musicales y de plástica, y también a aprender teatro. "Eso fue un privilegio enorme", dice Mariu. De esta forma registra su conexión con la música: "De chica me levantaba a la mañana y la despertaba a mi mamá, y lo primero que hacía era correr un banquito, subirme y prender la radio". Las catástrofes estaban lejos, pero la música ya estaba ahí.

"Sacar mis guitarras fue un golpe al ego, pero entendí que así funcionaba mejor" | Foto: Cecilia Salas


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