Las versiones no oficiales hablan del novio del General, Archie Moore, un boxeador muy “amigo” de Perón, o al menos así lo decían los diarios. También de los encuentros a puertas cerradas entre Evita y Delia Parodi, la otra madre de la Ley de Voto Femenino y su “estrecha colaboradora”. Lo que sí es innegable es el capital sexual infinito del que está rodeado el peronismo en su conjunto. No alcanza decir movimiento, partido, agrupación; es una experiencia erótico - política que se da en la calle y le pasa a cualquiera. Su esencia es la que despierta intensidades irresistibles, furia, odio, amor, calentura. La pasión peronista, que no tiene un por qué: “no se aprende, se sie nte” dice su mismo líder. ¿Qué tiene que ver con la militancia LGBTIQ+?
Desde su concepción fue amoral, y tiene como hechos fundantes por un lado un amor prohibido entre una actriz “de mala reputación”, hija ilegítima y un coronel del ejército viudo que calentó y cautivó corazones como en una radionovela allá por 1944. Por otro lado el “aluvión zoológico” que un 17 de octubre inundó Plaza de Mayo con los indeseables, herejes, sucios, bestiales, los fornidos y desacatados obreros y obreras que llegaban desde las fábricas escandalizando señoras bien entre músculos, sudor y remeras mojadas.
Es la calentura del éxtasis colectivo en una performance pública que aloja fiesta, goce, cantos y saltos, patas en la fuente, putos de la mano, travestis tocando un bombo, una mancha de aceite de la salsita criolla del choripan y el sudor de lx que está al lado a pleno rayo de sol rozándote hombros, cachetes o el pedazo de piel que haya disponible. El puente histórico continúa de generación en generación que reivindica el espacio público como un derecho. Lo que sucede es la aparición de lo abyecto como sujeto político, pero ante todo como un ente deseante, erótico, colectivo y arrollador que usa la calle como pasarela. Cualquier similitud con la marcha del orgullo no es coincidencia.
Es Evita, dragueada por Paco Jamandreau, su costurero y confidente marica que la convirtió en una reina plebeya, la llenó de joyas y vestidos extravagantes que enfurecieron a la oligarquía y volvieron locas a las travestis que osaron imitarla. Paquito, como le decía ella, su cómplice. Es el pueblo insolente que contesta en las paredes “puto y ladrón, queremos a Perón” cada vez que la prensa tilda de homosexual a Juan Domingo.
El “Evita vive, en cada hotel organizado” que escribe Néstor Perlongher en 1975, la vuelve la protagonista de un relato centrado en el puro goce corporal y donde Evita vuelve, pero para ser puro sexo, droga y descontrol y se hace presente entre lxs humildes del hotel del bajo para defender a lxs drogadictxs, las locas y las maricas de la policía diciendo que elles también son sus grasitas. Las reapropiaciones y resignificaciones son infinitas.
“Si Evita viviera, sería tortillera” decía la remera de "Lesbianas y feministas por la despenalización del aborto" que paseaban allá por 2011 junto al afiche de la “dekada lesbiana” que incluía una foto de Cristina y Dilma Roussef besándose. ¿Si Evita pudo ser Montonera, por qué hoy no sería tortillera?
La famosa imagen de Cristina Fernández y Evita chapando entre laureles, creada por Pablo Maiztegui (Pol), fue icono, así como también la inolvidable -por lo misógina y violenta- tapa de la revista Noticias que decía: “El goce de Cristina: Cada día se muestra más desenfadada y sensual, hasta procaz. La sumisión del otro ya es un requisito indiscutible para su liderazgo. El video hot de la presidenta”.
“Caminamos sobre huellas”
No fue el bar de Stonewall en Estados Unidos, fue “Nuestro Mundo” en 1967 (dos años antes que Stonewall) que desde un conventillo en Lomas de Zamora parió la tradición militante LGBT+ de Argentina. “Nuestro mundo”, un folletín que se juntaban a escribir un puñado de maricas obreras, fue la primera publicación en defensa de los derechos de homosexuales en latinoamérica. El dato de color es que cada edición estaba impresa con máquinas del Correo Central que “pedían prestadas” los viernes por la noche y devolvían rapidito lunes a la madrugada sin que nadie se diera cuenta.
Luis Troitiño y Héctor Anabitarte se conocieron en el Correo Argentino, precisamente como sindicalistas en FOECYT. Al parecer el Correo “estaba infectado de maricas”. “En esa época cada sucursal tenia 6 o 7 maricas empleadas, eran nidos, una cosa terrible, y muchas eran muy provocativas y escandalosas, no se escondían para nada, y a la sucursal que tenía pocas nos encargábamos de mandarle refuerzos” solía confesar Luis entre risas. Troitiño llegó desde Tucumán con 15 años a Buenos Aires, vivió en la calle hasta que le dejó una carta a Evita a la salida de la residencia presidencial pidiéndole trabajo. A los pocos días le llegó la indicación de que se presentara en el correo, sería aprendiz postal. Por otro lado, Anabitarte era delegado sindical y venía muy decepcionado del Partido Comunista, que lo había rechazado por homosexual. Ambos, al reconocerse las plumas, se hicieron amigos y surgió la idea de organizarse para pelear por derechos.
El paso siguiente fue la fundación del Frente de Liberación Homosexual en 1971, compuesto por diversos grupos como Nuestro Mundo (obreros), el Grupo Eros (estudianttes y academicos, al que pertenecian Manuel Puig y Néstor Perlongher), Safo (lesbianas), Bandera Negra (anarquistas), entre otros. El hito histórico fue por primera vez ver flamear una bandera con la palabra “homosexual” llevada con orgullo en público en un acto político. Sucedió en 1973, durante la asunción de Héctor Cámpora que en Plaza de Mayo el Frente de Liberación Homosexual llevó como estandarte una bandera que decía “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”.
“El peronismo era la fuerza revolucionaria del momento, y nosotros todos veníamos de esa corriente más de izquierda. Éramos revolucionarios y para nosotros era imposible pensar la liberación sexual sin una revolución social, aparte era lo lógico, el peronismo siempre se ha caracterizado por las reivindicaciones sociales.Yo lo sentía en las entrañas, era una militancia que tenía un sentido íntimo y profundo para mí. Nuestra revolución en ese momento no se entendía, por eso era una revolución dentro de una revolución y para nosotros eso era dentro del peronismo. Perlongher fue el gran impulsor y quien nos convenció de estar ahí” cuenta Jorge Giacosa, militante del FLH.
Durante el gobierno de Cámpora mermaron las detenciones y la persecución policial, lo cual dio indicios de que pudiera comenzarse un diálogo con el Estado. De todas formas, el clima de época y ante todo la doctrina revolucionaria era hostil y despiadada con maricas, lesbianas, travestis y trans. El 20 de junio Perón regresaba al país, acompañado por una lesbiana en el avión: Marilina Ross. Del otro lado, mezclados entre el pueblo que ese día caminó kilómetros para ir a esperar a su líder a Ezeiza, el FLH esperaba con su bandera en alto.
Sucedió que “Que reine en el pueblo el amor y la igualdad” se contraponía a los cantos que llegaban desde atrás y los costados “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de las FAR y Montoneros”. El saldo de la masacre que sucedió ese día se pagó entre todes por igual. La contradicción era tan clara como la certeza, a la revolución aún le faltaba una revolución (o varias) para poder dimensionar una “Justicia Social” que no jerarquice a la heterosexualidad y que comprenda que la revolución era la misma.
Sin embargo, a pesar de la hostilidad de los propios, “El General” ese día también estaba rodeado por lesbianas, putos y travestis que comprendían que la única vía para la materialización de su lucha se encontraba ahí, que la revolución sexual estaba indisociablemente ligada a la revolución social.
“Ese día la pasé muy mal porque sentimos mucho rechazo, yo me fui porque no lo pude soportar pero varios compañeros se quedaron y marcharon igual. Sentíamos que teníamos que estar ahí, que era nuestro lugar junto al pueblo. Es el precio de ser vanguardia, lo nuevo no se entiende en el momento. Faltaron bastantes años para que nos llegara el reconocimiento que hoy es indiscutible y eso se ve en el peso que tiene la marcha del orgullo, lo contemplo con muchísimo placer viniendo de donde vengo. Esa militancia que tuve en el FLH quedó sepultada en el olvido después, en los ‘90, y es la llegada de Néstor la que nos devuelve el verdadero sentido de la política. Con la llegada del kirchnerismo viene una especie de revival de los 70, entonces aquella lucha política tiene un nuevo sentido, se resignifica y se vuelve más profunda. Hubo un momento en particular que para mí fue increíble, en el 2013 se hizo un homenaje desde la Secretaría de DDHH al FLH, el Estado nos reconocía y homenajeaba y no solo eso, ahí estaban las Madres de Plaza de Mayo, eso marca el enlace de las dos épocas. Ese día Lohana Berkins me dió un abrazo que no me voy a olvidar nunca” cuenta Giacosa.
Tercera posición: ni varón ni mujer
(con el permiso de lx lectorx)
Monique Wittig parte al medio el pensamiento heterosexual y aristotélico de los pares opuestos y desnuda la manera en la que está organizado el mundo en nuestra estructura psíquica, las dicotomías antagónicas: bueno/malo, blanco/negro, amo/esclavo, rico/ pobre, hombre/mujer, opresor/ oprimido. Si los organizamos en columnas nos quedará de un lado bueno, blanco, amo, rico, hombre, opresor, es decir quienes detentan el poder y del otro lado nos quedará lo abyecto. Si se argentiniza el análisis podremos agregar civilización/ barbarie, oligarquía/ pueblo, jefe/ obrero, etc. En el proceso de disolución de ese binomio aparece como respuesta la tercera posición, desde el surgimiento de la clase media hasta el reconocimiento formal de una X en el DNI que indica otros géneros posibles.
Wittig justamente propone una tercera categoría política, una tercera posición que logre romper el binomio mediante el cual se perpetúa la dominación. “Las lesbianas no son mujeres” dice, en tanto y en cuanto no cumplen las funciones que le asigna su categoría política, no viven para los hombres, ni les realizan tareas domésticas sin remuneración, ni generan dependencia alguna económica o emocional. En estos términos dice la periodista y especialista Amanda Alma “el Partido Peronista Femenino fue el armado político más lesbiano de la historia, impensado en esos tiempos”. “Mujeres” que dejaron sus lechos conyugales para hacer política y tuvieron que elegir entre continuar con su marido o como se diría ahora “irse con las pibas”, que recorrían el país en busca de otras mujeres, que amaban e idolatraban a otras “mujeres”, a una por sobre todo de las cuales estaban enamoradas. Según Wittig y la ruptura del sujeto “mujer” serían lesbianas.
Al mismo tiempo en relación a las teorías políticas de la emancipación identitaria, cabe preguntarse ¿Existiría una Ley de Identidad sin las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo? La mismísima Lohana responde en 2012, entrevistada por Hebe de Bonafini en “Madres de la Plaza”, el programa de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
“Yo creo que esta sociedad no dimensiona el aporte que han hecho ustedes las Madres de Plaza de Mayo a la concepción de los derechos humanos. Nosotras venimos a las Marchas desde hace muchos años (…) donde sobre todo nos sentimos cobijadas. Ahí fue el caldo donde nosotras (las travestis) nos dimos cuenta que nos teníamos que convertir en sujetas políticas, que no bastaba con el sufrimiento individual”.
“Nuestro destino está atado al destino del pueblo”
Decía hace poco en una entrevista para SOY Diana Lavalle, presidenta de la Coop. La Paquito: "Hay un eje transversal que cruza todo debate sobre las existencias, el económico. Pensar sexualidad o identidad de lxs sujetxs no alcanza sin pensar en su clase y cualquier abordaje posible sin esta variable se vuelve insuficiente y clasista. Quien tuvo que dejar la escuela por violencia y discriminación entre sus pares: ¿Cómo conseguirá un trabajo, solventarse, acceso a la salud o a la vivienda? ¿Hubiera surgido “Nuestro Mundo” si Evita no le hubiera dado trabajo a Troitiño?"
Las políticas públicas de movilidad ascendente y de justicia social que son estandartes del peronismo a menudo pasan desapercibidas al nombrar la batería de leyes que ha conquistado el movimiento LGBTIQ+, como si la asignación universal por hije, las IFE, las tarjetas alimentar o incluso yendo más atrás, la jornada laboral de 8 horas no afectaran a personas de la comunidad. El grupo EROS es un ejemplo como primera generación de universitarios, una consecuencia directa de la formación de hijxs de obrerxs en la Universidad Pública donde obtuvieron herramientas para pensar otra perspectiva posible del mundo.
Una postura común dentro de los márgenes del clasismo es la crítica (o votar en contra) de leyes como el Matrimonio Igualitario bajo la premisa de que es “una institución burguesa” o cualquier otro eufemismo purista sin tener en cuenta las necesidades materiales de las personas, como el acceso a derechos básicos que la heterosexualidad tuvo siempre: obra social, herencia y sucesión para esposx e hijxs y filiación entre otros.
Travestis graduadas con el plan FINES, o que accedieron a su vivienda con los PRO.CRE.AR. Lesbianas que pudieron tener hijes de manera gratuita, sin pagar una suma millonaria con la Ley de Fertilización asistida, la imborrable sonrisa de Diana Sacayán cuchicheándole al oído a Cristina Fernández mientras recibía el DNI con su nombre de la mano de la propia presidenta, tener una Ministra visiblemente lesbiana o bien completar un papel administrativo y poder poner una X son fotos, imágenes en las cuales quedan cristalizadas no solo como bandera de lucha del movimiento LGBT+ sino también como la voluntad política de los gobiernos populares de llevarlas a cabo. Quizás Perlongher no se equivocaba en su sospecha sobre cuál sería años después la vía material y política que lograría aquellos derechos que reflejan “el amor y la igualdad” en una realidad.
Resulta injusto, sobre todo para quienes precedieron a la militancia LGBT+ actual, sentir orgullo al nombrar la lucha LGBT+ como “apartidaria” invisibilizando la historia de miles de compañeres que no solo dieron su vida, sino que resistieron la doble violencia ejercida por propios y ajenos y aún así nunca se pensaron por fuera de la realidad social argentina ni de su política.
En tiempos electorales, y a 40 años de la recuperación de la democracia, más que nunca vale recordar que el movimiento LGBT+ lleva en sus genes la resistencia de los movimientos populares, de los sindicatos, las mutuales, de los putos peronistas, de las travestis piqueteras, de las lesbianas comunistas. Este 2023 nos invita a meter una boleta, cerrar el sobre sintiendo en nuestras espaldas el abrazo y la contundencia de una comunidad que hizo historia y hoy nos propone llenar las urnas de orgullo y memoria.