Las elecciones de medio término siempre son un plebiscito para el oficialismo. La Alianza Cambiemos tenía asegurado el sitial de primera minoría por la fragmentación opositora. El “triunfo” oficialista era uno de los resultados cantados de las PASO. Más allá de eso, la atención política estaba centrada en dos cuestiones: 1) el desenlace de la elección bonaerense y 2) el nivel de apoyo nacional a la fuerza gobernante. Lo primero está por verse pero el gobierno aprobó el examen a escala nacional.

La noche del domingo el bunker de Cambiemos era una fiesta. El triunfo en algunos distritos emblemáticos (Córdoba, San Luis, Santa Cruz, Entre Ríos), más el amañado escrutinio bonaerense, fortalecieron la idea de que “el cambio está más vivo que nunca”. Un análisis desapasionado de los datos revela que el oficialismo salió fortalecido, aunque lejos estuvo de ser una “imparable ola amarilla”. El 35,9 por ciento de los votos obtenidos fue un poco superior al porcentaje de  primera vuelta en 2015 (34,2 por ciento). 

Alejandro Grimson reflexiona en Un tercio con poder (Revista Anfibia) que el gobierno “buscará mejorar su desempeño en octubre y con ese capital político hacer pasar sus proyectos de flexibilización laboral y muchos otros. Así, con algo más de un tercio sólido hablará en nombre de todos los argentinos para presionar sobre la oposición más dialoguista”.

¿Que rol jugó la economía en la elección? Se publicó que Jaime Durán Barba prohibió hacer campaña con datos económicos. “No podemos continuar prometiendo cosas que no se cumplen (lluvia de inversiones, segundo semestre)”, habría dicho el consultor ecuatoriano. La historia puede ser verdadera (o no) pero lo concreto es que la orden fue incumplida en el tramo final de la campaña. Hace unas semanas, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, señaló que “es muy probable que la Argentina este año sea uno de los países de mayor crecimiento económico del hemisferio occidental”. A su vez, el Ministerio de Producción continuó difundiendo su “Monitor de la Economía Real” con “brotes verdes”. El último informe exhibe 18 de los 21 indicadores con resultados positivos. El único dato en rojo es para el sector textil. La inflación y el consumo aparecen en color amarillo. 

En ese contexto, lo más probable es que se insista con esa estrategia. La reducida base de comparación permitirá mostrar algunos números positivos hasta las elecciones. De esa manera, el rebote estadístico reforzará la confianza de los sectores sociales que “compran” el relato oficial.

La historia argentina tiene sobrados ejemplos de cómo terminan los modelos sostenidos en endeudamiento externo. Los organismos financieros internacionales, bancos de inversión, financistas, grupos económicos concentrados, hacían cola para apoyar el rumbo económico en los noventa. La historia se repite en estos días cuando el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, declara que “estamos entusiasmados con las reformas del gobierno de Macri. Aumentamos nuestros programas en la Argentina porque ofrece un panorama muy prometedor”. Los organismos internacionales le asignaban al país de Menem y Cavallo el rol de modelo regional hasta que explotó.

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@diegorubinzal