Anna Netrebko regresa al Colón. Desde este viernes 11, la gran soprano rusa será Leonora en las cuatro funciones de Il Trovatore con las que continua la temporada lírica de la mayor fábrica argentina de ópera. La obra de Giuseppe Verdi, uno de los títulos emblemáticos de la lírica del siglo XIX, se pondrá en escena un poquito nomás, en versión semimontada a partir del concepto escénico de Gabriel Caputo, con puesta en espacio de Marina Mora y diseño de iluminación de Rubén Conde. Habrá también funciones martes 15 y jueves 17, a las 20, y domingo 20, a las 17.

El gran fresco de las pasiones humanas situado en la España del siglo XV tendrá otras figuras además de Netrebko: el tenor Yusif Eyvazof, como Manrico -pareja de Netrebko en la vida real-, la mezzosoprano Olesya Petrova en el rol de Azucena, y el barítono Fabián Veloz como el Conde de Luna. El bajo Fernando Radó será Ferrando, la soprano María Belén Rivarola encarnará a Inés y el tenor Santiago Martínez hará las veces de Ruiz, mientras que Sergio Gamba será un viejo gitano y Cristian Taleb un mensajero. Giacomo Sagripanti estará al frente de la Orquesta y el Coro Estable del Teatro Colón.

Prácticamente sin escenas, con apenas algunas indicaciones de espacio y efectos de luces, esta versión de Il Trovatore pone al frente la música y el drama que de ella se desprende. Significativa en este sentido es la presencia de Netrebko, una de las cantantes más impresionantes de las últimas décadas, en particular en ese repertorio que además de grandes voces necesita temperamentos agudos y actrices sólidas, los rasgos que convirtieron a la rusa en una estrella indiscutible de la lírica global.

De Rusia al mundo

Netrebko nació en 1971 en Krasnodar, en el suroeste de Rusia, a orillas del río Kubán. Fue el gran Velery Gergiev quien propició su debut en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, en el rol de Susana en Las bodas de Fígaro, de Mozart. Llegaron enseguida papeles destacados con la Ópera Kírov, como Amina en La sonnambula, de Bellini, Rosina en El barbero de Sevilla de Rossini y Lucía en Lucia di Lammermoor del inefable Donizetti. Una voz redonda, plena, cristalina le permitió madurar roles del repertorio ruso con el que en 1995, con veinticuatro años, entró en la consideración del público de Estados Unidos, primero en la Ópera de San Francisco y más tarde en el Metropolitan de Nueva York. Las clases con Renata Scotto –diosa histórica del belcanto– y la guía del prodigioso Claudio Abbado terminaron de modelar una musicalidad fuera de serie, complementada por un carácter extraordinario.

Después de su primer disco, Opera Arias, Netrebko abordó papeles más dramáticos. Entre ellos Violeta en La traviata, título con el que se consagró en el Festival de Salzburgo de 2005, junto al tenor mejicano Rolando Villazón. Artista exclusiva de Deutsche Grammophon, desde ese momento su ascenso fue incontrastable. Teatros llenos, discos, videos y presentaciones masivas en grandes eventos marcaron una forma de popularidad reservada a los elegidos de la lírica. Que se extendió a otros ámbitos: participó de las aperturas de las Copas del Mundo de 2006 desde el anfiteatro Waldbühne de Berlín y de 2018 desde la Plaza Roja de Moscú. Fue nominada a los premios Grammy en tres oportunidades y recibió el premio Bambi de Alemania y los premios BRIT de música clásica del Reino Unido, como Cantante del año y Artista femenina del año.

Como dejó en claro en la Tosca que el año pasado ofreció en el Colón –había estrenado ese título en 2018 en el Metropilitan neoyorkino y al año siguiente lo repitió en la Scala de Milán–, la voz de la soprano rusa maduró de la mejor manera: a la técnica y la expresividad natural el tiempo y el cuidado le agregaron bajos más sólidos y un encantador tono mate.

Dramática y popular

Entre Rigoletto y La traviata, Il Trovatore es el segundo momento de lo que hoy se conoce como “la trilogía popular”, los tres títulos compuestos por Verdi en un lapso muy breve de tiempo –entre 1851 y 1853–, con los que logra la plena madurez artística. Es la época en que Verdi afirma su dominio de la orquesta y de la escena para dar cuenta de una profunda capacidad de traducir las inestables vibraciones del espíritu humano en un preciso plan dramático. Por otro lado, la idea de “popular” tiene que  ver conque las tres óperas tienen como protagonistas a personajes “comunes”, es decir no nobles: Rigoletto es casi un paria, bufón y jorobado; Violeta, la traviata, es una joven cortesana parisina, entregada a la vida mundana; Manrico, el Trovador, es hijo de una gitana. Además, claro, el adjetivo “popular” tiene que ver con el éxito que estos títulos tuvieron desde su estreno hasta hoy.

Il Trovatore se estrenó en enero de 1853, en el Teatro Apolo de Roma. El libreto, de Salvatore Cammarano, deriva de El Trovador, de Antonio García Gutiérrez. Articulado en cuatro actos, el drama está ambientado en España y se sostiene en el habitual triángulo amoroso que delinean los protagonistas: Manrico y el Conde di Luna están enamorados de la misma mujer, Leonora. Sin embargo, los dos no saben que son hermanos, porque el primero fue amparado, cuando aún era un niño, por la gitana Azucena. Leonora, de todas maneras, ama a Manrico, pero por eso de las asimetrías del poder, el Conde puede capturarlo e incluso condenarlo a muerte. Y lo manda a hacer. Para salvar a su amado, Leonora promete entregarse a los calores del Conde, pero antes se envenena. La escena de Leonora moribunda en brazos de Manrico irrita más al Conde, que ordena la ejecución del trovador. En el final, Azucena le grita al Conde que el trovador era su hermano, para, a falta de un cierre justo, terminar con un gran estremecimiento y un poco de culpa.