Expertos y analistas electorales coinciden en que el caso de Morena es una bomba, que nadie sabe exactamente como impactará el domingo, pero probablemente refuerce la abstención. En casos como este, no gana nadie, pero la experiencia demuestra que los electorados no perdonan los intentos de manipulación o desviación de responsabilidades.
Basta como ejemplo el de José María Aznar, presidente del gobierno de España en 2004, cuando ocurrieron los atentados de Atocha, a días de la elección: sin ninguna evidencia que lo respaldara, intentó responsabilizar a ETA, en la creencia de que eso dañaba al PSOE. Incluso consiguió la complicidad de los directores de los grandes medios, que ni siquiera quisieron preguntarse alto tan obvio como que el modus operandi de la masacre no tenía nada que ver con el patrón utilizado por los etarras. Pronto se supo que los terroristas eran de origen islámico y el atentado era un vuelto por la participación de España en la invasión a Irak, cuando la política exterior de los gobiernos del PP era de seguidismo acrítico de las decisiones de Washington. Contra todas las encuestas previas, que lo daban como derrotado seguro, el escándalo fue tan grande y tan cercano a la elección que el socialista José Luis Rodríguez Zapatero fue el triunfador y pudo formar gobierno.
El intendente en funciones y candidato del oficialismo local el próximo domingo es Diego Kravetz, que asumió como interino el 13 de abril de este años, cuando Néstor Grindetti tuvo que reemplazar a Fabián Domán, que renunció precipitadamente a la presidencia del Club Atlético Independiente, a la que había llegado en octubre pasado, con gran apoyo del Pro. Grindetti renunció a su cargo como jefe comunal porque ya acumulaba dos roles, presidente del club y precandidato a gobernador de Patricia Bullrich. Tres hubieran sido demasiados.
Sin embargo, los manifestantes que el martes por la noche se acercaron al palacio municipal cantaban contra Grindetti, no contra su sucesor, del que parecían no tener registro. “Quedate en Independiente”, “Vivís en Caballito, ni siquiera sos de Lanús” -algo que él mismo reconoció- y “no podés con Lanús y querés ser gobernador”, mientras otros se limitaban a insultarlo.
Para esa hora, alrededor de las 21, los vecinos de Villa Diamante ya sabían lo que había ocurrido, a pesar de los sucesivos intentos de tergiversación a lo largo del día: que la ambulancia tardó en llegar porque el municipio tiene una sola, que el menor detenido en las primeras horas, “El Polaquito”, era un perejil, que los verdaderos pesados de esa zona suelen contar con protección policial y que los intentos por involucrar a la diputada nacional Natalia Zaracho eran parte de una operación bastante burda. La información había llegado con cuentagotas, pero era posible acomodarla y armar el rompecabezas.
El miércoles por la mañana, la propia fiscal del caso, Silvia Bussano, desmintió a Kravetz, que a su vez protagonizó una dura pelea al aire con el conductor radial Ernesto Tenembaum por este mismo tema.
La bronca de los presentes era doble. Primero, por la muerte absurda y absolutamente evitable de Morena. Luego, porque las decisiones y acciones de Kravetz posteriores estuvieron más enfocados a buscar chivos expiatorios, pensando en la cercanía del acto electoral, que a contener, resolver o colaborar.
Otra fuente local sostuvo que el Pro siempre manda a su gente a votar en la interna peronista, para que gane el candidato que ellos consideran más accesible. Esta vez, no podrán hacer eso, porque tienen un candidato larretista enfrente. Se trata del ex randazzista Ignacio Moroni.
Corte y reclamo
El martes, unos minutos antes de las 21, un centenar de manifestantes, provenientes de la zona de Villa Diamante, donde residía la joven Morena Domínguez, se presentó a reclamar justicia y seguridad, frente al palacio municipal de Lanús, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen, en el centro de esa localidad del conurbano sur.
Los alrededores del palacio, prolijos, limpios, iluminados, con cervecerías artesanales, balas de cañón y el mismo mobiliario urbano de la ciudad de Buenos Aires, contrastan con el paisaje irregular, oscuro y desolado que ofrece Villa Diamante, en el oeste del partido, de donde provenían los manifestantes.
Los móviles de televisión y las cámaras los esperaban apostados desde un par de horas antes, porque la marcha había sido anunciada para las 19 y era, entre los que cubrían el hecho, una certeza. Sin embargo, no hubo ni personal de tránsito ni de prevención para desviar los vehículos y contener las tensiones.
Por este motivo, el corte lo realizaron los propios manifestantes, primero en la mano al sur y finalmente en las dos juntas, portando una bandera blanca, pintada con aerosol, con la leyenda “Lanús, capital de la inseguridad”. Luego quemaron bolsas de basura y algunas vallas de madera. La situación, en principio álgida, pudo derivar en tragedia cuando un automovilista, intentando burlar el corte, atropelló a una manifestante y luego se dio a la fuga. Pocos minutos después, la chica fue asistida por una ambulancia.
“¿Y ahora por qué cortan?”, preguntó más de un automovilista, entre desprevenido e indignado. “Porque mataron a una nena de once años. Once”, subrayaba el manifestante, con gesto severo, elevando la voz para hacerse oír entre bocinazos y aceleradas. Los que cortaban -morochos, curtidos, la mayoría con ropa de gimnasia sencilla- no eran parte del paisaje habitual del centro y recogían miradas de extrañeza de los pocos que transitaban por la zona, ya de regreso a sus hogares.
Desde la vereda, se veían luces encendidas en los pisos superiores del edificio municipal, cuyo frente es parcialmente de cristal. “Están ahí metidos desde las cinco de la tarde”, sostuvo uno de los manifestantes, que esperaba que en algún momento salieran a dar la cara frente a la multitud. Nada de eso ocurrió.