Ya lo dijo Freire, toda pedagogía es política. Desde hace unos años recrudecieron los números de pobreza y principalmente la cantidad de infancias empobrecidas y vulneradas en nuestro país. Lejos de dar una respuesta integral, creando planes de acceso a la vivienda, trabajo genuino, centros de salud física y mental para garantizar el acceso a ella, dar acceso a todos los bienes y servicios básicos, alimentos suficientes y saludables, los gobiernos se empeñaron en convencer a la sociedad de que más horas y más días en la escuela serían la solución a todos los males sociales producidos por un sistema capitalista que cada vez explota de manera más salvaje la mano de obra trabajadora. Sin pensar realmente desde una mirada pedagógica en lo que significa institucionalizar 8, 9 o más horas desde tan temprano a las infancias.

En vez de pedir más días y más horas en la escuela, pedimos un año de licencia paga por maternidad para asegurar la lactancia materna, pedimos 6 meses pagos de licencia por paternidad para garantizar que se pueda constituir la familia, dando la bienvenida que se merece a cada bebé que recién llega al mundo. Pedimos la creación de escuelas infantiles con todas las comodidades y con jornadas flexibles que puedan adaptarse a la necesidad de cada familia. Están cerrando jardines y remplazando escuelas por guarderías que son los Centros de Primera Infancia, que no dependen de Educación sino de Desarrollo Social; contratan personal sin título docente y de manera precarizada, de marzo a diciembre, y sin los derechos y obligaciones del Estatuto Docente.

Pedimos que respeten y acompañen la decisión de las familias que elegimos jornada simple, y que a contraturno realicen otras actividades deportivas, musicales, artísticas, de idiomas, científicas, y que tengan tiempo de ocio, recreación y descanso. No queremos sobreexigir, sino dar la posibilidad de disfrutar la vida en la niñez.

Pedimos menos días y horas de trabajo: 6 horas, 5 días a la semana, con mejores remuneraciones y con más derechos laborales. Que por una vez en la historia, la crisis no la paguen las familias trabajadoras.

Es comprensible que quienes se encuentran en situación de sobrexplotación necesiten y elijan la jornada completa, pero es necesario que al menos podamos tener una mirada crítica sobre esta política compulsiva, violenta y arbitraria de cierre de escuelas de jornada simple. Hay niñxs y adolescentes federadxs en deportes, que van al Instituto Vocacional de Arte, al Conservatorio de Música o a las orquestas infantiles, a las escuelas de idiomas y talleres de ciencias, a talleres culturales y polideportivos, que perderán la posibilidad de seguir asistiendo.

Hay miles de niñxs y adolescentes con discapacidad en las escuelas de jornada simple que no soportan una jornada completa y realizan sus terapias a contraturno y, lejos de pensar en ellxs y en políticas inclusivas, siguen avanzando con el demagógico discurso de la inclusión sin recursos, y suman esta política de expulsión.

Es más que obvio que manipularon el sistema para asignar en las jornadas simples a familias que pedían completa, luego mandan la supuesta encuesta para consultar si quieren jornada completa y justifican el cierre. Por eso, es necesario que quienes necesitan jornada completa rechacen el cambio de horario en las escuelas de jornada simple y en cambio expresen que sí quieren una vacante en jornada completa, pero en un edificio nuevo y acondicionado, no en detrimento de las familias que eligieron y ya tienen organizada su vida en una simple.

Esta política no es pedagógica sino económica: garantizar más días y más horas en la escuela generará más mano de obra desocupada e informal, en beneficio de las empresas que podrán seguir tomando medidas de precarización laboral. En vez de eso, tenemos la oportunidad de elegir pedir menos días y menos horas de trabajo mejor repartido y con mejores condiciones.

Las familias y estudiantes organizaron resistencia, han colgado pasacalles, pintaron carteles, hicieron abrazos, juntaron firmas, se han reunido con autoridades del Ministerio, incluso en algunas escuelas iniciaron amparos judiciales. En una minoría de casos, a partir de esas acciones, con ayuda de algunos medios que amplificaron los reclamos, se ha desistido del cambio de horario o del cierre de algunas salas, grados, cursos y escuelas enteras. Pero en la gran mayoría, han avasallado haciendo abuso de poder. La respuesta es dura y contundente: "Quien no acepta el cambio, se tiene que cambiar de escuela". No importa si se trata de estudiantes en 5° o 6° grado que asisten a la misma escuela desde Sala de 2 o 3. No importa la organización familiar, ni las actividades extracurriculares. Se pierde el grupo y la institución de pertenencia, o se pierde la libertad de hacer uso del tiempo libre. De cualquier forma, algo se pierde.

Por otro lado, está la cuestión de infraestructura. No es lo mismo un edificio escolar preparado para grupos de 20 o 25 estudiantes, 4 horas por día, que para una jornada extendida de 6 horas u 8 horas y media. La mayoría de las escuelas de jornada simple no tiene comedor, sala de música, de arte, de idiomas. Los patios no son tan grandes, algunas cuentan solo con espacio cubierto o descubierto, no hay gimnasio para Educación Física. Todos esos espacios son necesarios para una jornada completa, si se quiere encarar un proyecto pedagógico realmente bien pensado. Estudiantes de muchas escuelas de nivel medio, cuando implementaron "La Escuela del Futuro", denunciaron que incrementaban las horas de cursada, pero que no tenían dónde comer y tampoco qué comer. Desde hace años comen lo que pueden en el piso del patio, con suerte. Lo mismo sucede con la jornada extendida obligatoria, estudiantes del turno mañana o tarde se quedan en el edificio, más allá de su jornada, y ocupan espacios que están pensados para ser utilizados a contraturno. Jamás se ocuparon de crear espacios nuevos y equipados. En este último caso, además, contrataron personal sin título docente y las familias denuncian que les obligan a quedarse para perder el tiempo.

Nadie puede oponerse a la necesidad de las familias de extender su jornada laboral en este contexto de crisis económica y social, pero si hacen falta más escuelas de jornada completa deben destinar más presupuesto para infraestructura escolar y crear nuevos edificios en los miles de espacios ociosos que hay en la Ciudad, en vez de seguir vendiéndolos para negocios inmobiliarios. En Caballito, por ejemplo, la zona donde ahora las familias denuncian la amenaza de cierre de varios jardines del Distrito Escolar 8, se encuentra abandonado un gran edificio de una escuela cerrada hace más de una década, la Ex Santa Rosa de Caballito. ¿Por qué no se expropia con fines de utilidad pública y se funda una gran escuela con tres niveles de jornada completa, en vez de cerrar escuelas de jornada simple? Porque ven la educación pública como un gasto, no como un derecho, y porque ven los edificios ociosos no como opción para dar respuesta a las legítimas demandas habitacionales, de salud y educación, sino como posibilidad de un negocio inmobiliario.

*Docente. Integra el colectivo Vacantes para Todxs en las Escuelas Públicas