Facundo Molares Schoenfeld recorrió medio continente con su bandera. Militaba en el Movimiento Revolución Popular, una pequeña organización que se manifestaba el jueves "contra la farsa electoral". Fue comandante de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), luego radicado en Bolivia, donde cayó herido por un balazo de los que los golpistas de 2019 dispararon contra quienes defendían al gobierno constitucional de Evo Morales. Quedó con un severo cuadro cerebral que no impidió que fuera encarcelado. Estuvo 25 días en coma esposado a su cama. La Comisión de Solidaridad y Derechos Humanos intentó rescatarlo, hasta que con la recuperación democrática Morales cumplió su palabra y Molares fue repatriado.
El Estado colombiano quiso extraditarlo y casi lo consigue porque cuando regresó a Argentina fue detenido y el juez federal Guido Otranto concedió la extradición. A instancias de La Gremial de Abogadxs y otras organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos se impuso la Jurisdicción Especial de la Paz (JEP) y quedó sin efecto algo que, según sus defensores, era una muerte segura.
Finalmente la encontró ayer a manos de la Policía de la Ciudad sobre las baldosas que rodean al Obelisco, en pleno centro porteño. "El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta hizo lo que ni el Ejército colombiano ni los golpistas bolivianos pudieron, lo mató vilmente", dijo a Página/12 el abogado Ismael Jalil, de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi).
Molares era fotoperiodista, había nacido hace 47 años en San Miguel, y de pequeño decía que quería ser como Ernesto Che Guevara. Comenzó a militar en la Juventud Comunista y recorrió Ecuador, Cuba, Paraguay, Brasil, Perú, Chile y Bolivia hasta llegar a Colombia. Allí se sumó a las filas de las FARC.
En 2020 llegó a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, para trabajar como reportero gráfico y para apoyar a Evo Morales, según relató su padre Hugo Molares, juez de Paz de Trevelín, Chubut. Era un estudiante cuando ocurrió el estallido social y la rebelión de diciembre de 2001, y esas jornadas lo marcaron para convertirse en insurgente. Bajo el alias de "El Argentino" o "Camilo" fue uno de los pocos extranjeros que se destacó en el grupo guerrillero colombiano.
Nunca atendió bien su salud. Resultó herido a fines de octubre de 2019, en la localidad boliviana de Montero, en medio de los enfrentamientos y protestas posteriores a las elecciones. El 11 de noviembre fue detenido en el Hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra, donde había sido trasladado en estado de coma inducido por una severa insuficiencia renal.
"Es evidente que no vino desde Colombia para pasear", había dicho la golpista Jeanine Añez, cuyo gobierno lo acusó de homicidio e instigación a delinquir. En diciembre de 2020 le concedieron la extradición para volver a la Argentina, a instancias de organismos de derechos humanos y de la Cancillería, y regresó. Había cambiado el uniforme y el arma por la cámara fotográfica, pero "seguía queriendo cambiar el mundo desde la comunicación popular", según su familia.
"He sido comunista, sigo siendo comunista y tengo la idea de que la sociedad debe cambiar, porque así como está lo que produce es tristeza y explotación del ser humano. He puesto y sigo poniendo todo mi esfuerzo en un gran cambio que le de perspectiva a la humanidad", dijo Molares en una entrevista con Página12 cuando estaba preso en la cárcel de Ezeiza, luego de ser detenido mientras visitaba a su padre en Chubut.