“La verdad, es medio un milagro”, se ríe Federico González, que contesta alegremente la llamada desde el otro lado del Río de La Plata. “Salvo las más famosas, con otros intereses, no conozco bandas que hayan sobrevivido tanto tiempo. Nosotros nos conocemos desde los 8 o 9 años y logramos que la banda fuese testigo de nuestra amistad. Tuvimos la suerte de ir volcando en ella todo nuestro pasar: debe ser nuestro activo más importante”, reflexiona el guitarrista uruguayo, unos días antes de tomar el buque que lo traerá a él y a su longeva banda de amigos de festejo a Buenos Aires.
No es poca cosa, realmente. Estamos hablando de La Foca, un proyecto independiente de pop guitarrero, flotante y melancólico que por estos días celebra nada menos que 30 años de existencia, después de su debut adolescente en una heladería del balneario de La Paloma, al este de Montevideo. Los nuevos recuerdos vendrán, su octavo disco de estudio, es un trabajo con un nombre reconfortante que se las arregla para ser a la vez taciturno y optimista; y suman a sus celebraciones de cumpleaños una presentación en Argentina, donde siempre han tenido un público afín y entusiasta, que los sigue a esas fechas conocidas por gestionarse muy a cuentagotas. Quizás, esta consigna pueda parecer perezosa, pero no hay mejor lugar para aplicarla: La Foca es una de esas bandas que se conoce como “de culto”, y sus correligionarios son capaces de esperarlos el tiempo que sea necesario.
“Capaz esta es la explicación: la gente a la que le gusta esto te va a encontrar tarde o temprano”, dice González sobre su banda, que es a la vez una banda veterana o secreta según el interlocutor. Hay algo en esa idea fuerza, es verdad: la tribu propia lo encuentra a uno de cualquier manera. Y, quizás, en tiempos donde predomina cierta tiranía del triunfalismo, la estadística y la pertenencia en la inmediatez de un like, la melancolía y la belleza se abren paso de cualquier forma para los más contemplativos que buscan su lugar sin importar a qué generación pertenezcan, o en qué siglo hayan nacido. Seguramente, ahí está la base del culto. En un concierto de La Foca, lo común es ver una batidora generacional: ellos bordean los 50 años, pero en Uruguay se codean por ejemplo con bandas como Julen y La Gente Sola, chicos en sus 20. En su próxima tocada en Buenos Aires estarán acompañados de Almanaques, una novísima banda de pop soñador, pero hace poco tocaron junto los históricos españoles de Los Planetas en Montevideo.
“Siempre estuvimos un poco descalce de todo, pero siempre hubo un público que nos arropó, es más, una nueva generación lo hizo de una forma que no hicieron nuestros contemporáneos. En buena medida estamos tocando porque esta nueva generación está empujando, en el disco participó gente a la que doblamos la edad, este periodo en buena parte se lo debemos a ellos”, dice González, que con su banda parece haber aplicado por décadas la misma técnica con una paciencia budista: pulir la canción como una piedra preciosa. Los suyos son temas pequeñitos, pero de una belleza extraña. Hay playas, pero siempre invernales, hay incerteza, jamás declamación, hay frases como: “Vamos a la oscuridad, sabemos que es hermosa”. Sus personajes parecen motivados por el enunciado de Carson McCullers: El corazón es un cazador solitario. Y con ese cuidado, el proyecto se cuida también: seleccionan unas cinco fechas para tocar al año, eligen lugares a menudo fuera de la norma, planifican sus pasos.
En Argentina, La Foca también tiene una historia intensa. Ezequiel Acuña, un cineasta con su propio culto –director de Nadar solo (2003), esa ópera prima donde un inolvidable Nicolás Mateo deambulaba por la adolescencia escuchando Jaime Sin Tierra–, los conoció justamente en uno de esos conciertos, más o menos en esa época. Juntos colaboraron en las bandas de sonido para algunas de sus siguientes películas, un feliz encuentro de artistas que hacen de la melancolía pop un lugar amable para habitar. Pero el proyecto más ambicioso fue sin duda La vida de Alguien (2014), una película con tintes de documental falso que ficcionaliza algo de la historia de la banda y para la que ellos hicieron la música original. Disco homónimo por el que ganaron el Premio Cóndor de Plata y que también los puso, o renovó credenciales, en el mapa local. “Fue conmovedor e impensado. Reconstruir la historia nuestra a través de la película y después verlo todo en la pantalla”, dice González, cuya pandilla queda completa con Ruben Larrosa en batería, Diego Lorenzo en bajo, Gustavo Compagnone e Ismael González en guitarras.
La tapa de Los nuevos recuerdos vendrán parece una postal de Eric Rohmer o una escena de Cuenta conmigo, aquella película de Rob Reiner protagonizada por River Phoenix. Son tres chicos con remeras coloridas que caminan en lo que parece una via del tren abandonada hacia un entramado boscoso. Son, de hecho, ellos mismos en la adolescencia. El resto del arte remite a esos recuerdos: en 30 años se amontonan muchos. Pero el disco, a la vez, respira más que nostalgia, pulso y novedad. Quizás sea también porque lo produjo Fabrizio Rossi, joven músico y productor, al frente de Mux, gran fagocitador de sonidos de la escena uruguaya y responsable de varias de sus novedades.
“Fabri venía a vernos cuando era un niño, luego nos hizo sonido y al final le dimos las llaves del auto. Maneja herramientas de nuestra época, graba cosas más analógicas, y a la vez es un colgado. Cada cosa la puso a consideración y ahí nos sacudió la estantería, nos puso incómodos, incluso, nos hizo movernos”, se emociona González, que termina con un pedazo de cosmovisión luminosa, acaso inesperada: “Nuestro objetivo es que podamos hablar de los recuerdos pero sobretodo que podamos construir nuevos recuerdos. Nos sentimos más cerca del concepto de melancolía que de oscuridad. Esto tiene sentido si lo hacemos para construir. No ocultamos el dolor, no ocultamos el tiempo vivido, las marcas, de hecho, la ponemos arriba de la mesa pero siempre intentando dar solución, no generar un problema. Este disco ante todo intenta poner la vista en el futuro”.
La Foca se presenta junto a Marcelo Ezquiaga y Almanaques el sábado 26 de agosto en Lalalá, Alvarez Thomas 1541. A las 21.