I.

¿Por qué la minificción genera resistencia en ciertos sectores literarios? Fundamentalmente por la brevedad. Hay un concepto estereotipado de lector que se asocia al consumidor de páginas atiborradas de palabras.

Por ello, esta forma de escritura que apela a la semantización, a la elipsis, a la metaforización para construir un texto brevísimo con intención narrativa, aparece en un no-lugar del canon literario que, sin embargo, y por ello, se hace nuevo territorio. Es innegable que hay grandes defensores de los grandes géneros que miran de reojo estos textos brevísimos, pero también hay escritores que no han medido ni pesado palabras. Simplemente, sorprendentemente han escrito.

“Los cuervos y el cielo”, Franz Kafka

Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos. Indudablemente, así es, pero el hecho no prueba nada contra los Cielos, porque los Cielos no significan otra cosa que la imposibilidad de los cuervos.

II.

Resuenan en la memoria, aquellas palabras de Lyotard, “Los grandes relatos han muerto”. Ante esta sentencia cayeron de rodillas los acólitos del gran caudal de palabras. A decir verdad, el fenomenólogo hablaba del relato cristiano, del relato marxista, del relato iluminista y del relato capitalista. Esos, según Lyotard, han muerto. Y por supuesto que la minificción se ha metido con todos ellos. Y los revivió. Vaya aquí un ejemplo:

“Mandato divino”, por Carlos Castillo (Colombia)

La suave brisa, el canto de los pájaros y las angelicales y sugerentes mujeres que con bondad le recibían, le anunciaron que había arribado al paraíso.

Entonces supo que había valido la pena atender las enseñanzas de su Maestro, con modestia, sintió satisfacción por su ejemplar vida terrena y ya se disponía a disfrutar de la felicidad eterna cuando escuchó una potente voz que le decía:

-¡Levántate, Lázaro!

III.

Con sus procedimientos de incompletud, con sus lúdicos modales, apelando a la complicidad y el sobreentendido, veamos en estas escasas líneas, el gran relato al que alude y renueva el breve texto:

“Compraventa”, por Albert Camus (Diario americano)

En la esquina hay un barecito, donde una sinfonola anula todas las conversaciones. Para tener cinco minutos de silencio hay que echarle cinco centavos.

IV.

Los grandes relatos de la historia, como los sujetos políticos del pasado reciente, ganan vigencia gracias a la brevedad. Con los recursos de la contundencia, de la palabra precisa y de la subversión del orden “natural” de las narraciones canónicas, se promueve una vivificante experiencia en el lector consumado y una sorpresa convocante en los nuevos lectores. Precisamente, con este ejercicio estético-ideológico de mirar los sucesos históricos y sociales desde perspectivas diferentes, el lector es transportado al otro lado del pensamiento común y, de este modo, se expanden significados. A tal punto los significados se expanden que si hubiera necesidad de definir un lugar para la minificción, podría decirse que está al otro lado de los géneros:

“Tosco”, por Carla Scampini, (Buenos Aires)

Los familiares de los alumnos de quinto año esperan sentados en las gradas del auditorio de la “Escuela de Trabajo Presidente Roca” que inicie el acto de colación. No saben que presenciarán el primer acto público de quien, años más tarde, será uno de los líderes de la mayor insurrección popular y obrera de Argentina.

Después de despedir la bandera de ceremonias, de hacer entrega de las medallas y diplomas, es el turno del Gringo, elegido por sus compañeros para leer el discurso de cierre. Ante la mirada desencajada del director, arremete contra el sistema escolar y las condiciones en que deben estudiar. Se va ovacionado por sus compañeros pero, en la puerta de la escuela, su padre lo espera enfurecido, había viajado desde Moldes para ver cómo, por primera vez, un hijo suyo recibía un diploma. Su mamá, Dominga, no dice nada. Por la noche, mientras toman un mate cocido le dice: Agustín yo estoy orgullosa de vos, no te entregues nunca ante los poderosos.

IV.

La brevedad, estigmatizada por muchos, lejos de ser facilitadora, lejos de mantener al lector en una hipnosis de horas anodinas página tras página, lo interpela y éste se vuelve autor de su lectura. Así, aquellos lectores incipientes, temerosos ante textos de gran envergadura léxica, se atreven a explorar estas formas breves pero no simplistas. Seducidos por la brevedad, en pocos minutos ingresan en un territorio verbal en el que tendrán que dirimir el complejo universo de sentidos que condensa el texto mínimo. Para ratificar lo dicho, sigamos leyendo:

Diablero”, por Sergio Francisci (Rosario)

Y el diablero construyó su casa para protegerse de la humanidad.

Decidió levantar paredes fuertes.

Quince años trabajó en la fortaleza.

Decidió no hacer ventanas para que el sonido de los hombres no invadiera sus sueños.

Piedra por piedra llegó hasta lo alto.

Decidió que su fortaleza no tuviera puertas ni claraboyas ni tan siquiera una sola abertura.

Y terminó el diablero su casa.

Pero se quedó afuera.

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