Mañana vamos a ir a las primeras elecciones de pospandemia. Las de 2021 la atravesaron. Eramos todavía aquellos de doble barbijo y miedo del otro.

Hace unas semanas hicimos con Dolores Solá un programa en Radio Nacional sobre la pospandemia. Escuchamos muchos testimonios calificados y coincidentes en que esta etapa en la que estamos hoy, sigue ligada a ese lapso de tiempo en el que el mundo se puso en modo covid.

Esta etapa es de trauma y de mucho dolor psíquico. La ansiedad sobrecargada por la crisis desborda a muchas personas que arrastran déficts de equilibrio desde hace tres años. Y también, esta etapa, es parte de una transición geopolítica en la que han salido a pasear los monstruos.

El mundo no salió del todo de esa pesadilla. Quedan los fantasmas, los ecos, otra relación con la muerte, y otra con el placer. Se prolonga o se deriva de aquel lapso distópico que vivimos con miedo, la desinhibición de la soledad. Las nuevas ultraderechas han explotado al máximo esa sed de desinhibición, y propulsadas al sonido ambiente por los dispositivos convencionales y digitales, y por “periodistas” dignos de un Truman Show, han reseteado el miedo en odio.

Al principio había dos interpretaciones de las que se habló mucho: que íbamos a salir de esa catástrofe sanitaria más cooperativos, más conscientes de nuestra interdependencia macro y micro. Del otro lado, se sostenía que se iba a dar una concentración de riqueza enorme, y la pandemia, con sus restricciones (llamadas así, aunque muchos lo vivimos como cuidado), iba a generar regresiones imprevistas en lo político, lo moral y lo social.

Bueno, pasó eso. Llegaron los monstruos. Ya lo cité alguna vez, pero viene al caso: el escritor Michel Fournier dice que monstruo y mostrarse están relacionados, que la función del monstruo es ser visto, escuchado, exhibir su crueldad y su capacidad de daño, su desinhibición para matar. El monstruo se alimenta de su poder de fascinación y devuelve la más baja pulsión humana: la inclinación por lo inhumano.

Quizá para ser bien monstruo y competir en inhumanidad con su contrincante, el gobierno de Caba decidió negarnos lo que vimos todos, un asesinato brutal y trumpista, lo que equivale a avisar que si el jefe de gobierno porteño es presidente no le temblará el pulso para repetir la escena al por mayor. Eso lo pone al nivel de su adversaria en la interna.

¿Cómo llegamos hasta este grado de repulsión y náusea, llevando “la grieta” al límite de una policía asesina que es alentada con el encubrimiento institucional? ¿Y cómo esa negación de lo humano puede ser considerado en encuestas como posible rédito electoral? ¿Por qué Gerardo Morales ahora quiere volver a meterla a Milagro en la cárcel? ¿Por qué los jujeños tienen miedo en las madrugadas, por qué no fue sumariado ninguno de los policías que abusaron sexualmente de una bailarina en un allanamiento ilegal? Por rédito electoral.

¿Dónde vivimos? ¿En qué chiquero convirtió la mafia macrista a este país? El mundo entero atraviesa la pospandemia con mucho sufrimiento infligido por los de arriba a los de abajo. Cuando empezó la guerra en Ucrania, Putin puso como objetivo de la Operación Especial, entre otros, ”desnazificar Ucrania”. Ahora hay que desnazificar esta parte del mundo.

Pero no nos engañemos. Estas nuevas ultraderechas están muy lejos de las del siglo XX. Ahora no se trata de pureza racial, aunque evidentemente el racismo extremo no falta en ninguna de esas fuerzas políticas.

No son nazis en serio. No son fascistas en serio. La solución final no la piensan en términos de etnia, aunque por cierto todas las ultraderechas consideran que los indios no tienen espíritu. Tan luego los indios, que lo derrochan. Pero miren Jujuy: la pequeña burguesía nacional, y la nacional, adhiere a la limpieza de Roca.

Estas ultraderechas son farsas para encubrir otro tipo régimen, muy distinto a aquellos que apelaban a la gloria superior de una nación, como decían Hitler y Mussolini. Ahora no se habla de ninguna gloria, sino de evacuar el odio contra opositores políticos y sectores populares. Todo lo contrario: hay que eliminarlos porque “son los responsables de que éste sea un país de mierda”. Pero no dicen que ellos harán un país mejor, porque saben que lo que habrá será invivible y que nadie pondrá voluntariamente la cabeza para que ellos se la corten. Lo bizarro, lo vil, es que estos exponentes se limitan a proponer la muerte.

La ultraderecha argentina es una herramienta para el reacomodamiento del capitalismo financiero y para eliminar “de una vez y para siempre” la chance de perder el poder. Quieren reinar. Estos nazis de pacotilla no están interesados en la pureza, sino en los dólares.

Y un párrafo final para Facundo Molares Schoenfeld, quien de acuerdo al sentido de los títulos de tapa de Clarín y sus afines no está del todo mal muerto porque en algún momento se integró a las FARC colombianas, que por otra parte hace rato integran el Acuerdo de Paz que rige en ese país. Lo que dicen esos títulos es que el terrorismo de Estado hay veces que es necesario. Que lo normal es ser fascista, y lo anormal es ser revolucionario.