Un oratorio con cantantes, orquesta y coro, pero protagonizado por actores. Esta es solo una de las particularidades de Juana de Arco en la hoguera, la obra con música de Arthur Honegger sobre un libreto de Paul Claudel que este sábado el Teatro Colón ofrecerá en el marco de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Con la dirección musical de Charles Dutoit, Annie Dutoit-Argerich será la protagonista de lo que mejor podría definirse como una pieza teatral sumergida en música: un texto de notable potencia dramática, que entra, sale, atraviesa y se deja atravesar por una partitura delicadamente atenta al espíritu de la trama, sin sacrificar la independencia de su belleza.
El tema, Juana de Arco, la joven campesina condenada a la hoguera por los ingleses –con la colaboración de algunos franceses, claro– por ayudar a Carlos VII de Francia hacia el final de la Guerra de los Cien Años. La muchacha le había transmitido al rey, que la historia recuerda como “El bien servido”, las instrucciones que había recibido de sus visiones de del Arcángel Miguel, Santa Margarita y de Catalina de Alejandría.
“Lo interesante de esta obra es la idea de Claudel de contar todo desde el lugar de Juana. Así nos sumergimos en su visión y en los últimos momentos de su vida”, observa Dutoit-Argerich en diálogo con Página/12. “Es la larga confesión que la protagonista le hace a Santo Domingo, que con sus preguntas despierta recuerdos, pesadillas, pide explicaciones. Todo ocurre en esa visión que tiene Juana, que en ese último momento, ya en la hoguera, escucha voces divinas, en una especie de trance, alucinada por la fe”, relata. “No es realismo, claro, por eso resulta interesante la propuesta de hacer esta obra sin puesta en escena, porque de esta manera el texto y la música adquieren un valor particular”.
Junto a Annie Dutoit-Argerich, como Juana de Arco, estarán los actores Axel Blind, como Santo Domingo, y Dominic Rouville, como recitante. Entre los cantantes actuarán las sopranos Laura Pisani, que hará la Virgen, y Marina Silva que será Magarita. Alejandra Malvino interpretará a Catalina, Santiago Martínez al juez Porcus, Carlos Ullán al Primer Heraldo, Gabriel Renaud a un clérigo, Leonardo Fontana al Segundo Heraldo y Magdalena Dodds será la Madre de los Barriles. El elenco se completa con el Ensamble Vocal Música XXI, dirigido por Miguel Ángel Pesce, y el Coro de Niños del Teatro Colón, dirigido por César Bustamante.
La historia, el mito, el presente
La Juana de Honegger y Claudel nace a partir de un encargo de Ida Rubinstein, que pensaba estrenarla como protagonista en París, en 1936. Fue recién en 1938, en Basilea, que la bailarina actriz, mecenas y belleza icónica de la Belle Époque pudo presentarla, en versión de concierto, dirigida por Paul Sacher. “Juana es un personaje que se volvió mito rápidamente. Por eso traté de ir al fondo de su historia real, lo que se documenta en los dos juicios, por ejemplo. Es notable cómo esta mujer simple, analfabeta, responde a las preguntas de los doctos jueces con una convicción conmovedora”, comenta Annie. Con respecto a cómo fue componiendo su trabajo en torno a la protagonista, la actriz agrega: “Por momentos también me puse en el lugar del poeta, porque Claudel era un hombre muy católico y aunque la obra es posterior, su mirada hacia Juana es anterior a su canonización, en 1920. De esta manera pude entrar más en un texto que se abre hacia las más variadas referencias. Y que, sobre todo, está lleno de poesía”.
La de Juana, como las de casi todos los personajes solistas, son voces recitadas. Salvo la Virgen, que en la última escena despliega un canto claro, sin ornamentos, primitivo emblema de lo religioso, y el juez Porcus, que de alguna manera representa la irreverente parodia de los personajes típicos de la ópera. El gran “cantor” de la obra es la masa coral. Honegger prefigura un coro compuesto, flexible, capaz de pasar de la oración a la blasfemia, del realismo a la alucinación. De llegar inclusive al grito, contrastando con pequeños oasis de pureza, como el coro de niños o el canto femenino que imita las campanas: páginas de gran encanto y en su momento de originalidad. En una partitura trabajada en términos de montajes y retornos internos, el compositor utiliza las Ondas Martenot –“la voz de los elementos desatados o de los dioses”, según él mismo– con las que puede incitar coros infernales o suscitar el canto de los ángeles.
“El gran desafío de esta obra es dejar que la música te apañe, te guíe”, dice Annie. “Juana debe dialogar con una música que está muy atenta a lo que le sucede. Hay momentos en los que el compositor escribe el ritmo de las palabras para el actor y eso debe sonar ajustado, sin dejar de ser natural. En los momentos rítmicos es cuando ella parece estar en otra dimensión”, explica.
La acción de este “Oratorio dramático” articulado en un prólogo y once escenas, se articula a partir de una serie de flashbacks que se suceden en orden aleatorio. Desde los recuerdos del juicio hasta las batallas, desde las campanas de la infancia hasta la figura del rey victorioso, volviendo periódicamente a la conciencia de la perdición y el terror presentes. No tanto el terror a morir, tan humano, sino el terror de traicionar, acaso sin saber, la causa que le había sido encomendada.
Dutoit-Argerich destaca la actualidad de una obra que va más allá de lo espiritual. “¿Quién es Juana de Arco hoy? Es un mito, que se extiende hasta la realidad. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha se ha apropiado de su figura, pero yo prefiero pensar que Juana representa un espíritu libre, víctima de la opresión de las instituciones, que sostenida en sus convicciones, no tuvo miedo. Es una gran inspiración para entender este presente que nos toca vivir”.
Cuestión de familia
“Trabajar con un director exigente como Charles Dutoit resulta una experiencia importante. Estoy aprendiendo mucho a su lado”, continua Annie. Está hablando de su padre. "Pero acá lo veo como el director, el sabio que nos indica a todos hacia dónde ir. Es la primera vez que hago una obra con solistas, orquesta y coro y trabajando sobre la partitura termino de entender y admirar más todavía el trabajo de mi padre, que tiene que estar atento a tantos elementos”, confiesa la actriz.
Hija de Dutoit y de Martha Argerich, Annie nació en Suiza y a contrapelo de su vocación por el teatro, en Estados Unidos estudió literatura comparada, periodismo y filología francesa y románica. Actualmente pasa buena parte del año en Buenos Aires.
En 2015 recitó textos de los sobrevivientes de los campos y las bombas atómicas ante el Emperador de Japón por el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra y se presentó en la Unesco en el Día Internacional del Holocausto. En el Colón actuó en La historia del Soldado de Stravinsky y El carnaval de los animales de Saint-Saëns y protagonizó ¿Quién es Clara Wieck?, de Betty Gambartes, en el Teatro San Martín. Con Juana, obra de un compositor suizo en un teatro argentino, de alguna manera pone en juego ese cruce de raíces que la define y que volverá a conjugar, pero en Ginebra, en breve, con una obra de teatro que cuenta la relación entre el director de orquesta suizo Ernest Ansermet y la escritora y animadora cultural Victoria Ocampo.
“Buenos Aires me permitió terminar de entender el mundo de mi madre, que naturalmente es el mío. Ella estuvo muchos años lejos de Argentina, en casa nunca nos habló en castellano, por lo que este era un lugar casi escondido para nosotros, que sólo podíamos imaginar”, dice la actriz, en perfecto castellano. “Cuando mis hijos crecieron entendí que había llegado el momento de encontrarme con mi historia y me vine. Yo tenía la intuición de que Argentina debía ser un lugar importante para mí y no me equivoqué. Acá encontré amigos, oportunidades de trabajo y el sentido de pertenencia que había imaginado”.