Página/12 en Inglaterra
Desde Londres
El aumento impositivo sobre las ganancias extraordinarias de los bancos anunciado el martes por Giorgia Meloni en Italia, dejó mal parado a más de un gobierno europeo. El británico, líder del laissez-faire en la región, es el que quedó más señalado con la medida por los obscenos niveles de rentabilidad y fraude fiscal del sector financiero. Y también el sector energético, ante la creciente crisis del costo de la vida.
El 1 de agosto, el Hong Kong and Shangai Banking Corp. (HSBC) anunció que había duplicado las ganancias de la primera mitad del año respecto al mismo período de 2022: más de 20 mil millones de dólares. Los balances record del primer trimestre del NatWest y el Barclays habían marcado ya la tendencia. El Lloyds --dueño de Halifax-- el banco hipotecario más importante del Reino Unido, había registrado ganancias del 46 por ciento en los tres primeros meses, durante plena penuria del invierno británico.
La fórmula de esta bonanza bancaria es simple. Lloyds, por ejemplo, se benefició con las tasas de interés que el banco central inglés subió al 4,25 por ciento durante los 12 meses previos y que siguieron escalando desde entonces, hasta el actual 5,5 por ciento. La diferencia entre lo que el banco cobra por sus intereses hipotecarios y lo que da a sus ahorristas por sus depósitos, le dejó un jugoso saldo de 3.500 millones de libras (unos 4 mil millones de dólares). Y como si no sucediera nada, el Banco Central inglés decretó el decimocuarto incremento consecutivo de sus tasas de interés a principios de este agosto.
El costo de alquilar una casa
Este incremento en las tasas hipotecarias afecta a más de dos millones de hogares británicos que están viendo incrementos de sus pagos, que ya están en las 500 a 1000 libras mensuales (600 y 1100 dólares). El testimonio individual de los afectados y el más generalizado de los especialistas del mercado, anticipan que muchos no van a poder afrontar sus hipotecas.
Según el Instituto de Estudios Fiscales, estos hogares van a sufrir una caída del 20 por ciento de su ingreso disponible, dinero que va a viajar de los consumidores a los accionistas de los bancos. Otra de las consecuencias es que el alquiler mensual promedio en la capital está por las nubes: unas 1200 libras, 10,3 por ciento más que en el mismo período de 2022.
La Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) dice que una persona con un ingreso promedio gasta un 30 por ciento de su salario en alquiler. Ante esta situación, el gobierno de Rishi Sunak se conmiseró con los afectados, pero señaló que no iba a intervenir con subsidios o ayudas especiales. En cambio, el primer ministro hizo sonar el bombo de la inmigración ilegal con medidas espectaculares como encerrar a los buscadores de asilo en la llamada “trampa de la muerte”: la barca Bibby Stockholm, un disimulado remedo de cárcel de alta seguridad.
A falta de un nuevo plan económico, Sunak anunció que daría licencias a más de 100 empresas exploradoras de gas en medio de la crisis climática que ha encendido las praderas de media Europa.
La pobreza energética de un país rico
El término “pobreza energética” fue acuñado en 1991 por la investigadora británica de la Universidad de Oxford, Brenda Boardman, en su libro “Fuel Poverty: from cold homes to affordable warmth”. La situación se ha agravado desde entonces, en especial en los últimos dos años en los que las cuentas se han disparado y las ganancias de las multinacionales también.
El precio del gas ha aumentado más del 36 por ciento y el de la electricidad más del 17 por ciento desde la guerra en Ucrania. Los dos tarifazos son dos indicadores clave de la “crisis del costo de la vida”, una mezcla de salto inflacionario (más del 16 por ciento para alimentos) y rezago o congelamiento salarial por la austeridad de los últimos 13 años de gobierno conservador.
En medio de este panorama, British Gas anunció a fines de julio ganancias del 900 por ciento para la primera mitad del año: de 98 millones de libras a 969 millones. Scottish Power, principal proveedor de gas y electricidad de Escocia, declaró beneficios por encima de las 1100 millones de libras, un 58 por ciento más que en el mismo período del año previo. En 2022 las ganancias de British Petroleum treparon a casi 28 mil millones de dólares, más del doble de lo que había registrado el año previo.
Shell es un caso paradigmático por las ganancias y los impuestos que pagó. La multinacional británica reportó en 2022 ganancias de casi 40 mil millones de dólares, el doble que en 2021. En el Reino Unido pagó unas 15 millones de libras de impuestos: en Noruega más de seis mil millones. Según una investigación de la ONG Global Witness, el Reino Unido está en el puesto 19 de un ranking de 25 países que mide el monto impositivo que paga la multinacional a los respectivos estados. Alemania, Estados Unidos, Italia y hasta Qatar reciben más de estas ganancias extraordinarias que los británicos.
El futuro
Esta tendencia va a acentuarse en los próximos meses con el crudo invierno británico a la vista. La Future Energy Associates (FEA) calculó que las principales compañías energéticas aumentarán todavía más sus beneficios gracias a los actuales esquemas tarifarios y añadirán unos dos mil millones de dólares adicionales a sus bolsillos.
Una coalición de más de 70 organizaciones vinculadas a la lucha contra la pobreza, por el medio ambiente y la salud --llamada End of Fuel Poverty-- detalló en su página web las consecuencias del aumento desorbitado de la rentabilidad y la inacción gubernamental. “Hoy tenemos entre 4 y 7 millones de personas que conforman la llamada pobreza energética. Este universo se define como la población que destina más del 10 por ciento de su ingreso a cubrir necesidades energéticas. En ese contexto y especialmente en invierno, para muchos la elección va a ser entre comprar comida o tener calefacción”, señala la organización.
Como otros gobiernos a nivel mundial, el británico dio generosos subsidios a las personas y las empresas desde la pandemia, incluyendo medidas para contrarrestar el aumento del costo de la vida y de la energía con la guerra. Pero desde fines del año pasado los conservadores se han plantado con la bandera de la austeridad como remedio al aumento del déficit y la deuda.
El método Meloni
La deuda británica supera el 100 por ciento del PBI (era 60% al comienzo de la pandemia): el déficit roza el 4%. El remedio que se aplica a estos problemas es lo que está en entredicho. Sunak no ha insinuado ningún camino alternativo “a la Meloni” con las empresas o los bancos porque los conservadores se consideran no solo “guardianes del orden fiscal”, sino también el partido de los “bajos impuestos”. En la práctica esto significa que están vedadas en el debate interno partidario las vías alternativas para reducir el déficit y bajar la deuda: no contemplan mayores impuestos a las multinacionales y multimillonarios, ni el fin de las numerosas exenciones impositivas, el combate a la evasión y la evasión fiscal.
La última encuesta de principios de agosto indica que el gobierno está pagando un altísimo costo político por la actual debacle económico-social. El sondeo de más de 11000 encuestados reveló que solo un 24 por ciento de los británicos respalda a los conservadores, frente a un 46 por ciento que se inclina por los laboristas, porcentajes que pulverizarían a los tories en las elecciones generales del año próximo. El resultado sería tan desastroso que, según la encuesta, el mismo Rishi Sunak perdería su escaño. El primer ministro tiene, por el momento, dos consuelos: las encuestas no embocan sus pronósticos en casi ningún lugar del mundo y falta más de un año para las urnas.