Giuseppe Pinelli nació en 1928 en Milán, de modo que sus primeros 17 años de vida fueron bajo la sombra de Benito Mussolini. Poco antes de la derrota del fascismo, el joven herrero comenzó a militar en el anarquismo y ayudó a publicar un semanario, Il Libertario, 80 años antes de que el término fuera apropiado por una extrema derecha más cercana a la fascista a la que Pinelli combatió.

En la Italia de posguerra pasó a trabajar como empleado ferroviario, sin dejar de militar en el anarquismo. Fue parte de la creación de la Juventud Libertaria de Italia, a comienzos de los '60. Eran los años de la hegemonía del Partido Demócrata Cristiano, pensado como freno al auge de la izquierda, en un país cuyo Partido Comunista era el más fuerte de Europa (junto al francés) entre los que no obedecían a la Unión Soviética.

El avance de la izquierda

Italia y Francia eran países vistos con posibilidades de ser gobernados por la izquierda en Europa occidental. Esa posibilidad estuvo latente durante buena parte de los años de la Guerra Fría. Y el fin de la década del '60 acrecentó esa hipótesis al calor del Mayo francés. En el caso italiano, se habló del “compromiso histórico”, el posible entendimiento entre demócratas cristianos, comunistas y socialistas. Ese acercamiento, mal visto por Estados Unidos, pudo haberse dado en los '70, pero no se produjo. La fenomenal crisis de partidos que trajo el escándalo Mani Pulite a comienzos de los '90, tras la caída del Muro de Berlín, hizo que en cuestión de semanas desaparecieran del mapa la Democracia Cristiana, el Partido Comunista y el Partido Socialista (que había colocado como primer ministro a Bettino Craxi entre 1983 y 1987). De ese vacío emergió la figura de Silvio Berlusconi.

El “compromiso histórico” no se dio a lo largo de los '70, la década más convulsionada para Italia desde el fin del fascismo. Fueron los años del asesinato de Pier Paolo Pasolini, la irrupción de las Brigadas Rojas, el secuestro y muerte de Aldo Moro y el accionar de los grupos neofascistas. Si fuese posible limitar en el tiempo ese período, podría afirmarse que terminó el 2 de agosto de 1980 con la bomba puesta por un grupo de extrema derecha que mató a 85 personas en la estación de tren de Bologna. El inicio de los llamados “anni de piombo” (“años de plomo”) fue el 12 de diciembre de 1969 con la detonación de un explosivo en Piazza Fontana, en Milán, el hecho que derivó en la muerte de Pinelli.

Neofascistas y eurocomunismo

Italia fue el centro de la Operación Gladio, un plan para evitar el avance de la izquierda. En su versión más delirante, la operación (planeada a nivel de la OTAN y con una más que probable participación de la CIA) se pensó como acción ante una eventual invasión soviética a los países de Europa Occidental. Francia, y sobre todo Italia, podían ser las cabezas de playa del comunismo.

En ese contexto, organizar atentados desde servicios de inteligencia y grupos ultraderechistas, para después responsabilizar a la izquierda, formaba parte de una estrategia de descrédito, aun cuando el Partido Comunista Italiano, a las órdenes de Enrico Berlinguer, se apartara cada vez más de la línea soviética. Para mediados de los '70 fue notorio el llamado “eurocomunismo”: partidos comunistas que se apartaban de la línea impuesta por el PCUS. El fenómeno se extendió a Francia con Georges Marchais y a la España de la Transición con Santiago Carrillo. La posibilidad de alianzas con fuerzas socialdemócratas o de centro era algo latente. El crimen de Aldo Moro terminó de impedir cualquier entente en el caso italiano.

En Piazza Fontana murieron 17 personas y hubo 88 heridos. Con diferencia de minutos hubo otras explosiones en la capital lombarda y en Roma, sin víctimas, y se encontró otra bomba que no estalló. Investigaciones posteriores asegurarían que Piazza Fontana fue el inicio de Gladio en Italia. En las primeras horas, la investigación se orientó hacia el movimiento anarquista. La policía realizó arrestos masivos de decenas de militantes. Giuseppe Pinelli fue uno de los detenidos.

Una muerte dudosa

El 15 de diciembre, tres días después del atentado, Pinelli estaba en una comisaría de Milán. Su detención ya había superado las 48 horas sin cargo, con lo cual, legalmente, no se lo podía retener más en el lugar. En un momento dado, el anarquista fue llevado a una habitación para ser interrogado. En la habitación había siete oficiales. Pinelli cayó por una ventana desde el cuarto piso. Lo llevaron de urgencia a un hospital. Ya estaba muerto al llegar. La versión oficial fue suicidio.

Dario Fo, el dramaturgo que llevaría el caso al teatro. 

Así lo hicieron saber las autoridades en una rueda de prensa en la que hablaron el comisario Luigi Calabresi y el responsable de investigar actividades políticas, Antonino Allegra. Eran las dos máximas autoridades dentro de la habitación al momento de la caída de Pinelli al vacío. “De repente, Pinelli dio un salto felino hacia la ventana que había quedado entreabierta y se arrojó al vacío”, dijeron a los periodistas.

Dos cuestiones quedaron en entredicho: una, la versión del suicidio; la otra, por qué Pinelli estaba en la comisaría si había expirado el plazo legal para tenerlo allí. Sin embargo, el debate quedó en un segundo plano cuando, al día siguiente del supuesto suicidio, se anunció el arresto del autor material del atentado: era un taxista, que fue absuelto.

El periódico Lotta Continua (“Lucha continua”, publicado por la organización homónima de izquierda, y en la que militaba un joven, hijo de un industrial con negocios en la Argentina, llamado Paolo Rocca) responsabilizó abiertamente al comisario Calabresi, que se querelló contra la publicación. Sin embargo, la Fiscalía observó contradicciones en los relatos de los testigos y reabrió la investigación.

Lotta Continua publicó que el cuerpo de Pinelli tenía una lesión bulbar equiparable a la que podía provocar un golpe de karate, algo que la autopsia ordenada por el juez Carlo Biotti no había establecido. El informe hablaba de un "área de forma aproximadamente ovalada", producto del impacto del cuerpo tras la caída.

Otro magistrado, Gerardo D´Ambrosio, se hizo cargo de la causa y en 1972 ordenó una segunda autopsia, que confirmó el dictamen del primer estudio. El 17 de mayo de ese año, el comisario Calabresi fue muerto a tiros en una calle de Mián y las sospechas se posaron sobre Lotta Continua. Un exintegrante del grupo acusó a dos compañeros por el crimen a fines de los años '80.

En 1975, el juez D´Ambrosio cerró el caso Pinelli. En su fallo, estableció que el anarquista se había desorientado después de dos días sin comer y sufriendo el frío invernal con las ventanas abiertas, lo cual lo llevó a caer al vacío. No había ninguna mención a un posible homicidio involuntario ni tampoco al abuso de autoridad por retención ilegal. Más aún: se dio por probado, en base a los testimonios de los policías, que Calabresi no estaba presente al momento de la caída de Pinelli.

Familiares y amigos del anarquista sostendrían la siguiente hipótesis: Pinelli se habría desmayado por un golpe de los policías, quienes al creerlo muerto procedieron a montar la escena de un suicidio. En esa línea, Calabresi habría sido asesinado no por un grupo de izquierda, sino por sus propios compañeros, para cerrar el círculo con su silencio y la acusación a Lotta Continua.

Dario Fo entra en escena

Había pasado un año de la muerte de Pinelli cuando en Varese, cerca de Milán, a fines de 1970 se estrenó una obra de teatro. De modo satírico, Dario Fo tomaba el caso que había conmocionado a Italia. Muerte accidental de un anarquista es, junto con Mistero Bufo, la obra más popular del actor y dramaturgo, que recibió el Nobel de Literatura en 1997.

Fo escribió un prólogo a la obra, con el que se propuso desconcertar a quienes veían el caso Pinelli como inspiración de la pieza. Mejor dicho: hizo un juego retórico por el cual sentó posición en el sentido de que Muerte accidental de un anarquista tomaba en solfa a las autoridades por un asesinato disfrazado de suicidio, pero alterando el origen del texto.

“Con esta comedia queremos contar un hecho que ocurrió realmente en Estados Unidos, en 1921. Un anarquista llamado Salsedo, un inmigrante italiano, ‘cayó’ desde una ventana del piso 14 de la comisaría central de Nueva York. El jefe de la policía declaró que se trataba de un suicidio”, anotó Fo. “Se realizó una primera investigación, después una súper-investigación por parte de la magistratura, descubriéndose que el anarquista había sido literalmente arrojado por la ventana por los policías que lo interrogaban”, añadió.

A renglón seguido, la ironía: “Para actualizar la historia, haciéndola al tiempo más dramática, nos hemos tomado la libertad de recurrir a uno de esos trucos que se suelen emplear en el teatro: hemos trasladado la historia a nuestros días, y la hemos ambientado, no ya en Nueva York, sino en una ciudad italiana cualquiera...por ejemplo, Milán. Lógicamente, para evitar anacronismos, hemos llamado comisarios a los sheriffs, comisario jefe al inspector, etcétera”.

Y en el cierre, la advertencia, sobre lo deliberado de lo que en verdad no era ninguna casualidad: “También advertimos que, en el caso de que aparezcan analogías con sucesos y personajes de nuestra crónica, el fenómeno deberá atribuirse a esa imponderable magia constante en el teatro, que en infinitas ocasiones ha logrado que incluso historias disparatadas, completamente inventadas, hayan sido impunemente imitadas por la realidad”.

La parodia como arma

En la obra, el comisario Bertozzo interroga a un sospechoso, al que acusa de haber usurpado varios cargos (psiquiatra, profesor universitario). Al comienzo mismo, el sospechoso, que no está en sus cabales y encarna distintas personalidades, ante el requerimiento del comisario para que se lo lleven a un calabozo, dice: “Comisario, o deja que me quede o me tiro por la ventana. ¿En qué piso estamos? ¿El tercero? Bueno, un poco justo, pero me tiro, y cuando esté abajo, moribundo, estampado en la acera, jadeando... porque soy duro de morir y jadeo mucho... llegarán los periodistas y les contaré, jadeando, que ustedes me han tirado por la ventana. ¡Que me tiro!” El jefe de policía ordena cerrar la ventana. 

La parodia no podía ser más fuerte, al igual que en este otro pasaje: "No me eche, señor comisario. Con lo bien que estoy con usted, en la comisaría... me siento protegido. En la calle hay tantos peligros... la gente es mala, conducen, tocan la bocina, frenan con chirridos... hacen huelgas. En los autobuses y en el metro las puertas se cierran de golpe... frriii ñac...espachurrado. Deje que me quede aquí, yo le ayudo a que hablen los sospechosos... los subversivos... sé hacer supositorios de glicerina con nitro...".

A continuación Bertozzo habla con un prisionero loco que tiene en la comisaría (lo hace el mismo actor que interpreta al sospechoso y a otros personajes) y le cuenta que resolvió el caso de un atentado, que arrestó a un ferroviario anarquista y que murió tras caer al vacío por una ventana. El loco asume la personalidad de un juez con barba postiza y se produce un diálogo en el que Bertozzo ensaya su defensa ante las preguntas sobre lo que pasó con el anarquista. El loco adopta varias personalidades en su diálogo con Bertozzo, y la obra avanza sobre el encubrimiento y las coartadas del jefe de policía.

Al final, resulta que el loco ha grabado la conversación y, con una bomba en la mano, reclama salir para divulgar a la prensa lo que le dijo Bertozzo. El loco cae el vacío por una ventana y muere. En medio del tumulto, el actor que hacía del loco vuelve a escena en una de sus caracterizaciones, el juez. Bertozzo le quiere arrancar la barba postiza, pero resulta que es un juez de verdad, que viene a investigar la muerte del anarquista. Así termina la obra.

(De 1970 es también la película Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, de Elio Petri, en la que Gian Maria Volontè encarna a un comisario que mata a su amante y comienza a manipular la pesquisa que realizan sus compañeros. De hecho, orienta la investigación hacia sí mismo, a modo de probar su impunidad. El personaje de Volontè podía verse como un símil Calabresi; de hecho, al comienzo del film, es promovido para investigar actividades políticas. Petri dirigió un documental sobre Pinelli.)

Violencia institucional

Fo vino a la Argentina a presentar Mistero Bufo en abril de 1984, cuando apenas habían pasado algo más de 100 días desde la recuperación de la democracia. Una función en el Teatro San Martín fue saboteada por grupos de derecha, que cantaban “se va a acabar, se va a acabar, la sinagoga radical”. El futuro Nobel trató de dialogar con los exaltados, de manera infructuosa. El juez D´Ambrosio volvió a la fama en 1992 como miembro de los tribunales que condenó a políticos corruptos en Mani Pulite.

La investigación sobre la muerte de Pinelli no avanzó más desde que D´Ambrosio cerró la causa en 1975. El anarquismo fue deslindado de la investigación sobre la bomba en Piazza Fontana y para fines de los '70 se apuntó al grupo neofascista Ordine Nuovo por el atentado.

Las dudas sobre lo ocurrido en la comisaría de Milán todavía persisten. Con los años, habría otras muertes similares, en distintas partes del mundo, con fuerzas policiales involucradas, en lo que se denomina violencia institucional y con la cobertura del poder político. Hasta con frases de desafortunada reminiscencia con el caso del anarquista italiano, como una en defensa de una represión: “No voy a querer hacer la injusticia de tirar un gendarme por la ventana”