“No es cierto que seamos pobres, sino que nos han empobrecido quitándonos el territorio, la lengua, la sabiduría, nuestra forma de pensar; por eso llego acá y traigo el saludo y el cariño del ngulumapu, de los pueblos del otro lado de los Andes, para acompañar esta lucha por defender el territorio, porque tenemos derecho a defender nuestro futuro”. Con estas palabras, la dirigente mapuche Elisa Loncón Antileo -recién llegada desde Chile- se presentaba ante el Malón de la Paz que sostiene su permanencia frente al Palacio de Justicia en Tribunales -Ciudad de Buenos Aires- a la espera de ser recibidos por la Corte Suprema para pedir “que caiga la reforma” constitucional impuesta en Jujuy por Gerardo Morales.
La dirigente chilena, eximia académica mapuche y lingüista, ofreció allí una jornada preanunciada como una “clase abierta” sobre las formas de organización de los pueblos originarios en la lucha por la pervivencia de sus formas de vida. Esto incluye vivir en sus territorios, desde luego. “Por eso estoy acá, y me presento como mujer mapuche que mantiene el orgullo de quien defiende su territorio”, sostuvo. Llevaba una whipala a modo de pañuelo anudado en su muñeca derecha. La platería mapuche sobre el pecho. La piel oscura, la mirada altiva.
Las mujeres en resistencia
El evento estuvo dedicado “a las mujeres en resistencia de cada punto del Abya Yala”, destacó Miriam Liempe, referente mapuche de la pampa bonaerense al presentar la jornada. Las palabras de Loncón fueron precedidas por las de Zenaida Yasacama, economista y vicepresidenta de la Confederación de naciones indígenas de la Amazonia ecuatoriana. Yasacama transmitió el mensaje de “unidad, fortaleza y resistencia para salir adelante a través de la academia, de los procesos organizativos y de la lucha en la calle que también es una universidad”.
Mientras, en la plaza, las mujeres mantenían humeantes las vasijas de incienso y jóvenes como Gastón, llegado desde Tilcara, describía ante PáginaI12 la reacción que según ellos provoca en los transeúntes la presencia del Malón en la ciudad: “Indiferencia”.
El día anterior, el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, le había hecho llegar al Jefe de Gobierno de CABA una carta manifestando “preocupación por la discriminación, el racismo y la intolerancia que tu gobierno ejerce contra los pueblos originarios presentes en la ciudad”. Esquivel hacía referencia a “la prohibición” de instalar carpas y baños químicos para el Malón por la Paz. Y así someter “a nuestros hermanos a soportar penurias y la inclemencia del tiempo durmiendo a la intemperie”.
Mujeres “fuertes y valientes”
“El despojo territorial y lingüístico está en la base de la colonización y de la imposición de este sistema económico y cultural”, declaró Elisa Loncón a PáginaI12, cuando en la plaza la noche llegaba con música del altiplano. Por eso vino, dijo. Y por eso habla con firmeza: “Ya no nos pueden callar”. Así se había dirigido un rato antes a las mujeres “fuertes y valientes” de los pueblos andinos que la escuchaban, junto a los demás integrantes del Malón que llegó a Buenos Aires el primero de agosto.
A todos les habló Loncón desde el escenario montado de espaldas al Palacio de Justicia. Incluyó “a los hombres que nos acompañan y a la sociedad que no pertenece a pueblos originarios, a los referentes de la lucha no indígena, los movimientos sociales, feministas, ecologistas”.
Sabe de luchas Loncón. Y de las maniobras del poder por acallar los reclamos por un mundo más justo e inclusivo. Como expresidenta de la Convención que redactó una nueva Constitución para Chile entre 2021 y 2022, vivió el embate de “dos grandes medios de comunicación” contra esa letra madre que incluía “los derechos políticos de las minorías, de las mujeres y de los hombres, y de la interrelación con la naturaleza”. Esa Constitución “acordada con la sociedad chilena fue manchada por los intereses del cuarto poder”, afirmó luego.
El diario El Mercurio y el grupo COPESA fueron los encargados "de hacer un lavado de cabeza a nuestro pueblo haciéndole creer que los mapuches odiamos a los chilenos”, explicó. Esto permitió que germine el odio en la sociedad “y con mentiras llevaron a que los chilenos votaran el rechazo a la nueva Constitución y ganaron el plebiscito”. Lejos de mostrarse abatida, la dirigente fue enérgica: “Son lecciones donde hay que aprender”.
Integrar el Estado
Loncón sigue sosteniendo que “hay que transformar al Estado, porque debe ser plurinacional”. Para eso “diseñamos un horizonte y creamos un documento que pueden encontrar en redes sociales, para que les sirva, hermanados en la lucha y en el conocimiento”. Mientras ella hablaba, las mujeres, los hombres y los jóvenes norteños iban acercándose a escucharla.
El lugar del Estado fue central en las ponencias encendidas de las dirigentes mapuche y amazónica. Yasacama explicó: “Respaldamos esta lucha; en cada lugar luchamos porque nos ven diferentes, pero somos humanos con culturas diferentes y podemos aportar al Estafo desde nuestra cosmovisión”. Y agregó que los pueblos indígenas “aún queremos tomar agua limpia, comer alimentos sanos y estas propuestas benefician a toda la sociedad”.
En Ecuador “es tal y cual como está sucediendo acá; no es lejano para nosotros este proceso; así se lucha”, enfatizó Yasacama. “Solo los que estamos durmiendo en la calle con hambre, con frío y sed, lo sabemos. Y luchamos porque hasta hoy vivimos viendo atropellados nuestros derechos. Nos han matado, nos han enjuiciado, nos han hecho incluso desaparecer, pero nuestra organización se ha mantenido con mucha firmeza y con coherencia”, sentenció.
Pinochet contra los mapuches
Al describir el proceso chileno de segregación económica y productiva, Loncón eligió la referencia a su historia de vida. Nacida en una familia de tradición agrícola, detalló que al llegar el pinochetismo al poder “se instaló el monocultivo de pinos y eucaliptus” a manos de empresas trasnacionales. Se desertificaron los territorios. “Ya no había agua para las cosechas ni para los animales, y nosotros quedamos empobrecidos”, contó.
Esa certeza devino en estrategias de empoderamiento. Entre ellas, fundamentalmente la organización: “La lucha indígena es la lucha por la defensa de la vida y la tenemos que hacer todos juntos”, sostuvo al concluir su “clase abierta” frente al Malón de la Paz. Luego añadió, ante la consulta de este diario: “Ellos están aquí defendiendo el futuro y eso toca en lo profundo de la memoria y del corazón. Eso es lo que hacen estos hermanos aquí, y todo Buenos Aires debería estar conmovido por eso”.
El osado malón
La osadía del Malón de la Paz generó una escena impensada: el reencuentro entre pueblos originarios que comparten una historia de despojos. En toda América el relato es similar desde que la colonización y la codicia impusieron sus reglas a sangre y fuego. Y en las demandas colectivas, el “ser indígena” se recorta sobre la tela del reclamo.
Loncón fue determinante al despedirse: “Tienen que sumar a la sociedad no indígena y así ¡avanzar! –les dijo a las familias “maloneras”, cuando ya era de noche en la ciudad--, porque así avanzamos nosotros también del otro lado de la Cordillera de los Andes”. Y echó a rodar una idea que apuntala al estoicismo ante la adversidad, un concepto donde el renacer de la naturaleza se enlaza al de las comunidades indígenas del sur del continente: “En mi pueblo decimos Marici Weu”. Y levantando su puño explicó el significado de ese grito mapuche que reza: “Si uno cae, diez van a levantarse”.