En un contexto de crisis económica con pronóstico más que complicado, sobre todo ante un modelo como el macrista que se sostiene por el ingreso de capitales especulativos, la realización de una movilización convocada por centrales sindicales para repudiar sus consecuencias es oxigenante y hasta imprescindible. Lo dicen en las CTA y lo saben incluso aquellos dirigentes de la CGT que participarán este próximo martes a regañadientes. La marcha se realizará y los dirigentes llegarán a Plaza de Mayo inmersos en una sorda pelea intestina donde el gobierno participa azuzando las diferencias para debilitarlos.
Si bien desde la Casa Rosada se habla de señales positivas en la economía doméstica, los analistas heterodoxos no coinciden y presagian tormentas inexorables. Y es que si bien sostienen que los indicadores coyunturales pueden ser optimistas, lo cierto es que la endeble base sobre la que se apoyan hacen prever que una simple ráfaga de viento en contra hará temblar, en el mejor de los casos, sus cimientos cuando no hacerlos triza. Afirman que esas bases están armadas a partir de la inyección de dinero que llega desde el mundo a jugar en la bicicleta financiera pero que tienden a huir en cuanto aparecen los nubarrones haciendo inviable toda promesa de mejoras, brotes verdes, inversiones y cuanta promesa surja de los mentideros políticos del gobierno.
Pero ese solo análisis hace necesaria la marcha, “aunque más no sea de manera preventiva y en defensa propia en el corto plazo”, dicen los sindicalistas más combativos.
Ahora bien, es preciso recordar cómo surgió la movilización. Nació con la represión a los trabajadores de PepsiCo. Se puso la fecha del 22 de agosto y se reafirmó su realización en el plenario ampliado de secretarios generales de la CGT realizado en el micro estadio de Ferro a fines de julio. Ese día la marcha, cabe decirlo, fue motorizada por el sector moyanista de la conducción sindical.
Pero también, como todo hecho humano, tuvo más de una motivación político-sindical donde se entrecruzan complejas relaciones internas entre los líderes de la mayor central obrera del país, necesidades políticas (que incluyen sus relaciones con el gobierno nacional), económicas y hasta legales de algunos de ellos.
Por caso, los dirigentes enrolados en lo que se conoce como los gordos, conocidos así por el poderío que significa contar con cientos de miles de afiliados, no creían en la conveniencia de la marcha. En rigor, no la querían ni siquiera antes de las PASO y mucho menos después de se conocieron los resultados. Pragmáticos como ninguno, pensaban que si Cristina Kirchner se imponía con holgura en las primarias podrían decir que el pueblo ya se había expresado haciendo innecesaria una nueva movilización para decir exactamente lo mismo. Pero como el gobierno tuvo una performance que le permite sentirse fortalecidos sostienen entonces que las razones de la protesta (también) han perdido peso.
Es más, algunos de sus referentes se arriesgan a afirmar que entre los afiliados no hay clima de protesta porque las paritarias se han cerrado quebrando por poco el techo impuesto desde el Ministerio de Trabajo. Señalan además que la economía ha entrado en una especie de meseta en la que no se producen suspensiones masivas e, incluso como dijo uno de sus máximos referentes, buena parte de los afiliados votaron por Cambiemos.
Hay otros argumentos que esgrimen. Por un lado señalan que esta marcha está impulsada por el moyanismo al que le endilgan un falso compromiso porque, juran, detrás de ello existe el interés por detener “los carpetazos” con los que los amenazan desde gobierno y que “la familia Moyano”, como los denominan, creen que podrán contrarrestarlos haciéndose nuevamente de la conducción de la CGT.
Es más, desde los gordos aseguran que este tema fue parte de la charla que el pasado miércoles el propio Hugo Moyano mantuvo mientras almorzaba con los sindicalistas Guillermo Pereyra y Antonio Cassia y los ministros Rogelio Frigerio, Jorge Triaca y Juan José Aranguren. Estos últimos le confirmaron a Moyano que no tendrían problemas en que sea el conductor de la central obrera (incluso los gordos juran y perjuran que le resolvían algunos temas de interés estratégico para el camionero) pero antes le exigieron una declaración pública donde anuncie la no realización de la marcha de este martes. Moyano, molesto, se negó.
Lo curioso es que esa conversación se realizó al mismo tiempo en que el Consejo Directivo (CD) de la CGT debatía la conveniencia de la movilización algo que finalmente se terminó por aprobar.
De hecho la posibilidad de abandonar la conducción tripartita para retornar al esquema unipersonal de la central sindical estaba en carpeta de los gordos e independientes. Contaban para ello con la venia de otros dos sectores que conviven en la CGT aunque no participan con cargos en el Consejo Directivo: la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT) y el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA). La confluencia de estos grupos tenía como objetivo evitar la presencia de un Moyano en la Secretaría General de la CGT. Pero el resultado electoral de las primarias abortó el plan, al menos por ahora.
Las primarias también impactaron en algunos acuerdos como el que los independientes tenía con los gordos respecto a la marcha. Estos también la creían inconveniente pero el miércoles, cuando debatían en el CD, el titular de UPCN, Andrés Rodríguez, con cabriola incluida propuso como moción de orden avanzar en la realización de la movilización. Los gordos casi se atragantaron pero contuvieron su indignación.
En definitiva, la marcha se hace y aunque algunos sindicatos enrolados en los gordos que estarán presentes no la “trabajen” con ahínco, será multitudinaria porque a ella se sumarán las dos CTA y organizaciones políticas y movimientos sociales como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie, que ya anunciaron que pondrán todo lo que tienen para colmar la histórica plaza y amplificar el reclamo de cambio del plan económico.