Lucas está en cuarto grado de una escuela pública. Fue diagnosticado a los 3 años con Trastorno Generalizado del Desarrollo (TDA). No fue fácil su integración, pese a la existencia de un decreto, el 2703, que regula la integración de las personas con discapacidad en todos los niveles y modalidades. La mamá, Ana, subraya que haber encontrado una escuela pública que acompañe y esté presente en la educación de su hijo “no es lo más habitual”, ya que si bien “en las leyes está todo bien”, no siempre las instituciones se comprometen realmente. La integración de infancias y adolescentes con discapacidad es un desafío para sistema educativo, en el que trabajan personas que ponen el cuerpo para que se haga realidad.
El Decreto 2703 del año 2010 que se encuadra en la Ley de Educación Nacional N° 26206 crea las instancias institucionales y técnicas necesarias para la orientación de la trayectoria escolar más adecuada, pero no hay una Ley de Educación Provincial que brinde un marco claro y una aplicación unívoca. En Santa Fe, el circuito para el ingreso de alumnado a un proyecto de integración interinstitucional se realiza conjuntamente entre la escuela común -que pide la intervención- y la escuela especial –técnicamente llamada de modalidad-, que evaluará a los y las alumnas con algún tipo de dificultad en la conducta o en el aprendizaje. Las dos instituciones elevan una planilla al Ministerio con las recomendaciones para que se ingrese al proyecto de inclusión y se les matricula en las dos escuelas.
Para esto es necesario disponer de personal, con la función de Docentes de Apoyo a la Inclusión (DAI). Algunos se encuentran dentro del sistema educativo y otros pertenecen a instituciones de salud y, forman parte de la cobertura de obras sociales por medio de una categorización, la certificación de capacitación para el trabajo de integración, con un reconocimiento oficial y cumpliendo los requisitos que los ministerios de Salud y Educación plantean. Generalmente las personas con discapacidad tienen un equipo profesional multidisciplinar -psicología, fonoaudiología, terapias ocupacionales- con una importante vinculación con la escuela común y las familias.
María Luz Caravaca es DAI con un cargo completo en una escuela en Villa Gobernador Gálvez. Trabajó en todos los niveles educativos, pero el secundario es el que más le gusta, allí la relación con los y las docentes es más directa, interviniendo en la adecuación de contenidos y evaluaciones para que puedan ser abordados desde otro lugar y teniendo en cuenta las posibilidades de cada persona. María Luz es la única DAI en la escuela y tiene a su cargo 12 alumnos y alumnas entre primero y quinto año. Cuenta que cuando trabajó en escuelas de gestión privada tuvo la posibilidad de tomarse tiempo más personalizado. “En la pública tengo que estar un ratito con cada uno”, contrasta.
En tanto, Agustina es DAI en Rosario y lleva adelante un proyecto de integración de 5 alumnos y alumnas en un mismo primer año en la escuela secundaria N° 630, “afortunadamente los profesores son muy flexibles y se labura muy bien y es una experiencia buenísima”. Una gran diferencia con primaria es que los y las docentes se vinculan más con las infancias que en secundaria, les conocen más y se relacionan más fluidamente con la familia. Agustina observa un gran avance en los últimos años, ligado al cambio de paradigma que se focaliza en los obstáculos a vencer, “se corre el eje desde la diferencia, se plantea que todos tenemos diferencias”.
Otra de las impulsoras de estos cambios es Alicia Ebelein, abogada de la Asociación para la Inclusión de las Personas con Síndrome de Down de Rosario (Aisdro) que nuclea a padres, familiares, personas con síndrome y profesionales de Rosario. Alicia es también madre de Renzo, un niño con síndrome de Down. Enfatiza que la Asociación trabajó en la nueva Ley de Educación Provincial para evitar que cada caso se lleve de a uno y las escuelas se manejen según el criterio de cada gestión. Muchas veces depende de la empatía de un o una directora para que todo funcione, pero cuando esto no ocurre, “al no haber un criterio unificado, es todo bastante lábil”. Esto provoca que las experiencias personales sean muy diferentes y que sea “muy duro para los padres y madres tener que hacer ese trabajo todos los años, para ver qué experiencia tiene la maestra de grado, qué empatía, o si es una maestra que dice que no puede, qué mirada prima sobre las infancias, las fortalezas o lo que el niño o la niña no pueden hacer”.
En la historia escolar de Lucas, recién en sala de 5 años gestionaron una DAI. Mientras tanto las maestras asignadas en la sala se ocuparon de realizar la adecuación pedagógica. Ana, su mamá, rescata que “las maestras le pusieron bastante, porque Lucas tenía sus mañas”. Tras la pandemia, el niño empezó primer grado. “En ese momento gestionamos un equipo para la integración escolar, iba los lunes, miércoles y viernes a la escuela común dos horas con su acompañante que es psicólogo, que forma parte del módulo de apoyo para la integración escolar y lo cubre la obra social. El resto de la semana va a la escuela especial, llega a almorzar y se queda hasta las 5 de la tarde, le ponen una garra genial”.
Eberlein destaca la importancia de que padres y madres estén acompañados, asesorados y en caso de duda, busquen ayuda para que sus hijos e hijas puedan tener todas las opciones que necesitan y que son sus derechos.
En las escuelas comunes, el personal docente está todos los días y durante todo el horario escolar junto a las infancias con discapacidad. Desde esa cotidianidad, articulan con los y las DAI. Celia Blanco es una orgullosa maestra de grado, como se autodefine, y lleva años poniendo en marcha la integración en el aula en escuelas de gestión pública y privada. Si bien menciona la importancia de tener acceso a un/a docente de apoyo, destaca la importancia que tiene su rol docente. Muchas veces se encuentra sola en el aula, porque la/los DAI solo puede llegar a la escuela dos veces por semana, y les niñes van todos los días.
“Las escuelas especiales no pueden cubrirlo todo y tenés que plantear qué objetivos tenés que lograr, qué necesita la familia. Es una cuestión muy personal y creo que las infancias deben estar en las escuelas y si bien no soy una maestra especial siempre se puede encontrar la vuelta, con pautas simples y objetivos claros. Hay que sostener el derecho a la educación. A veces las estructuras no están, no es fácil, pero todo tiene que ver con el lugar en que pone una a las infancias. Es mirar esa infancia, entenderla y acompañarla en su trayectoria escolar. Todos los caminos son distintos, todos llegamos de distintas maneras, pero tenemos que tener el lugar y el espacio para hacerlo. Eso es un derecho”, cierra Celia.