El pasado miércoles 9 de agosto, una nena de 11 años fue asesinada antes de entrar a su escuela, a las 7.30 de la mañana. Morena iba caminando hacia el kiosco donde sus compañeros suelen reunirse para esperar a que abran las puertas cuando dos motochorros la atacaron salvajemente para robarle su mochila. Una persona que se hallaba cerca escuchó sus gritos, corrió en su ayuda. Era un barrendero que no se amedrentó frente a la situación e intentó perseguir a los ladrones. Mientras ella trataba de ponerse en pie le pidió que la llevara con su mamá. La ambulancia tardó cuarenta minutos en llegar. Morena agonizó por casi dos horas, según los testigos, y murió.
Fue uno de esos días difíciles para una comunicadora de television. Me enteré de esta tragedia mientras me preparaba para salir al aire. Estaba impactada con la noticia, hablé con mi producción y les comuniqué que al final del programa haría una mención sobre el asesinato. Si bien hago un programa de espectáculos, soy una persona comprometida con la realidad y trabajo en un canal que me da absoluta libertad de acción. Estaba parada antes de salir al aire, comencé a repasar mi rutina del día y la mamá le ganó a la conductora. Intenté arrancar como siempre y fue imposible, tenía que poner en palabras la profunda tristeza que me ocasionó la injusta muerte de una nena de 11 años —la edad que tienen mis hijos—. Es imposible que esta noticia no me interpele. Empecé a hablar y me fue invadiendo la emoción y casi de inmediato se transformó en bronca: me niego a naturalizar el hecho. Les grité a todos los políticos —vergüenza debería darles, cómo pueden apoyar la cabeza en la almohada—. Quizás lo hayan visto porque se volvió viral.
La muerte de Morena mancha de sangre a toda la dirigencia política, a toda la justicia. ¡A todos! Los de hoy y los de ayer y los de siempre. Ninguno puede levantar la mano y arrojar la primera piedra, ninguno puede mirarnos a la cara y decirnos que no son responsables. En mayor o menor grado, son cómplices de las injusticias que vive nuestro pueblo. Acá no hay grieta, acá hay certezas, evidencias de que en 40 años de democracia en los que gobernaron todos, lo único que tenemos es un país empobrecido, arruinado, invadido por la droga y los narcos como amos y señores que reinan por encima de una justica ausente y vetusta.
Como a ustedes, estoy segura de que ante esta horrible realidad no podemos ser indiferentes. Debemos, más que nunca, reflexionar sobre qué sociedad somos y qué sociedad queremos. Se cruzó un nuevo límite, pero la verdad es que todos los días consciente o inconscientemente, vemos cómo los límites se van corriendo. Los titulares de los últimos meses lo dicen: “Matan colectivero”, “Amputan la pierna a una mujer a la que tiraron del tren para robarle el celular”, “Matan a golpes a una jubilada”, y puedo llenar muchas páginas con las crónicas de los últimos meses.
Frente a esta realidad, todos se pasan la pelota. El mismo Diego Kravetz, secretario de Seguridad de Lanús , salió a declarar que se trataba una banda archiconocida que paraba en la zona, que se los veía. Dijo conocer a los 50 motochorros de Lanús, sus nombres, sus DNI, el domicilio de sus familias, pero la justicia no los imputaba. Según el funcionario, tienen un galpón lleno de motos y la justicia los libera.
¿Cómo llegamos hasta acá? La respuesta seguramente sea compleja, pero lo que está a la vista es que nunca vamos a salir con una política enquistada en la corrupción y los amiguismos, donde todxs se cuidan el culo mutuamente. Llegamos hasta acá por dirigentes incompetentes que solo buscan llegar al poder para enriquecerse y acomodar a sus parientes. Llegamos hasta acá porque a pesar de las denuncias, nadie va preso. Llegamos hasta acá porque la justica es una vergüenza, igual que nuestro código civil con leyes de otro siglo que lejos están de resolver los problemas actuales de una sociedad que perdió los valores fundamentales. Cada vez estoy más convencida de que estas personas viven en una realidad paralela, ajena a de la del pueblo.
Si los jueces dejan libres a los delincuentes porque las leyes lo permiten, y ustedes los diputados y senadores que son los responsables de modificar esa falencia para garantizarle la seguridad a su pueblo no lo hacen: ¿qué están esperando? Y si existen programas que buscan asistir el consumo problemático, combatir la desigualdad, erradicar la pobreza, expulsar la corrupción institucional, en definitiva, prevenir que ocurran este tipo de hechos, ¿qué les hace falta para ponerlos en práctica de manera seria y responsable? Las políticas implementadas por uno u otro bando en materia social y de seguridad no funcionaron y está claro que las medidas de corto plazo como instalar tres cámaras y comprar algún que otro patrullero solo sirven para que veamos por televisión cómo siguen ocurriendo los crímenes.
A Morena la arrebataron la vida por una mochila con cuadernos y útiles escolares. Siento una profunda tristeza e impotencia. Me duele el corazón al pensar el terror que habrá sentido esa criatura, el miedo que podría sufrir cualquiera de nosotros en ese lugar. Si ya nuestros gobernantes no pueden garantizarnos que los niños lleguen seguros a la escuela, siento que todo esta perdido.