El mate quedó una vez más, perfecto. Nada mejor se puede hacer un domingo de elecciones a las doce y media “de la mañana”. Eso y escuchar la desesperación urgente de los periodistas que tienen que llenar doce horas de noticias cuando lo que pasa es sólo gente votando.

Las declaraciones son las de siempre, y como siempre, más grave que la vez anterior: “esta elección es crucial.”

Hablando con Ernesto (que siempre habla desde su aclarada condición de viejo) me dice:” ¿Qué domingo, eh? yo tengo todas las expectativas puestas en mis boletas” y pone al mismo tiempo una carcajada de descrédito junto con sus papeles del Quini 6. Pero no se queda ahí y sigue con una catarata de reclamos y recuerdos en ráfaga y un final previsible:” yo sabía que esto terminaba así. Hace años lo digo. Desde el turco que lo vengo viendo, ¡pero no me dan bola! ¡Creen que la gente no se cansa de tanta huevada!”

El “esto terminaba así” viene antes de todos los pormenores numerados del recorrido histórico desde aquella elección Alfonsín-Luder, donde el entusiasmo salvaba todos los escollos, y lo más -públicamente- grave, fue la quema de un cajón fúnebre en pleno acto de cierre, generando un escándalo que visto desde hoy, no fue más que un berrinche adolescente, en una democracia que tenía algo de pre púber, por aquello del candor y la alegría de los más jóvenes.

Mientras escuchamos que Patricia Bullrich tuvo que votar siete veces, porque la maquinita del infame invento de la intendencia porteña le daba un resultado que no era el que ella había digitado, y solo remató, con una tensión evidente: “es que el sistema es bueno, pero no está maduro.” Entre bueyes no hay cornadas.

El mate ya murió y Ernesto afianza su avejentado cinismo de jugador irredento y discutidor cascarrabia:” nadie sabe que va a pasar. Era más fácil acertarle al PRODE, ¿te acordás?” Y dibuja en el papel. “Local, empate o visitante. Esa tarjeta era lo máximo en tecnología y casi no había encuestas. Otra cosa que empezó con el turco, ¡las encuestas por cientos! Era fácil el PRODE, porque hasta los que no sabían de futbol, miraban la boleta como si supieran y no dudaban. Eran lujos de la época. Ahora nadie tiene ni idea de que va a pasar en nada, porque nadie sabe. Y todo el mundo duda de todo.”

Preparando el café que saltea el almuerzo, vemos el video de Axel llegando a votar con dos bandejas de facturas. Va relajado, confiado. Saluda, vota, se toma un mate que le convidan, se saca fotos y se va. La pregunta sin respuesta mientras tomaba el mate que le ofrecieron en la mesa, es si votó a Massa o a Grabois. Alguien de su equipo comentó que en la provincia de Buenos Aires no hacen boca de urna, porque eso es “comida en mal estado”. Otro cambio en las palabras: antes se decía pescado podrido. Eso pasa con las palabras: las suavizaron tanto, las lijaron tanto que muchas acabaron desapareciendo, lo que no ayuda a los chicos que hoy estrenan los nervios de entrar por primera vez a un cuarto oscuro, y que salvo pocas excepciones, se “informaron” con memes, donde las palabras no se suavizan y la brutalidad se campea sobre almas y cabezas a las que nunca les llegó la información de los años anteriores a estos cuarenta años que tanto se festejan. Y allá van, decidiendo el futuro del país en el que ellos vivirán.

En la Provincia de Buenos Aires pueden votar casi un millón de extranjeros. Es gente que vino de otros países a labrarse un presente y un futuro, y si se quedaron es porque lo están consiguiendo y nadie los suma, nada se dice de esos nuevos compatriotas, de sus aportes a la economía y al extenso entramado cultural, de las tareas del gobierno de la provincia para facilitarles algunos procesos en vistas a la incorporación general, dando por tierra con lo que parece meterse en el mal llamado mundo libre: el corrimiento al fascismo con su horrible cuota de xenofobia. La pregunta es: ¿por qué no se habló públicamente de eso? Quizá la explicación se encolumne en la (incompresible) falta de palabras sobre el trabajo constante del gobierno de una provincia que acaba siendo, no solo el crisol de todo el país, sino la amalgama del continente suramericano.

A las seis de la tarde de este 13 de agosto, nadie sabe que pasará mañana, mucho menos se puede intentar imaginar el futuro, ya que para eso harían falta los auspicios de la clarividencia y la mística – esta vez- no está disponible y la realidad es cada vez menos proclive a los milagros. Quizá el error resida en hablar tanto del futuro, cuando a luces vistas el presente es lo que está en riesgo. Como dice Ernesto, cagándose de risa: “es que el futuro ya no es lo que era”.

A las seis y media de la tarde, la corte anuncia que votó el 66% del padrón, y Ernesto no pierde la oportunidad, claro:” ¡Lo dije! Ahora pónganlo donde quieran, pueden decir que votó casi el setenta por ciento del padrón o que votó apenas un poco más de la mitad. Las palabras no importan. Yo sé dónde estoy parado y solo espero que la nacional no se lo lleve puesto a Axel. Yo creo que no va a pasar, pero bueno, se tomaron decisiones burocráticas como si fueran decisiones políticas. Festejamos cuando se pelean entre los Macris pero fogoneamos las internas nuestras. Por suerte en la Provincia no fue pública la pelotera, que la hubo, y creo que tampoco permeó la pelea de Alberto con Cristina, pero desespera, y la gente está más preocupada en ver que hacer para vivir. Por eso hablaba de la diferencia entre aquella primera elección y cómo esta vez la gente llegó hinchada las pelotas, cansada de idas y vueltas, porque Axel hizo un gobierno lineal, pero las idas y vueltas de los otros nuestros, agotan el ánimo, velan el entusiasmo.”

El gobierno de Axel Kicillof tiene una lista inigualable de gestión, desde las casi veinte mil viviendas entregadas, hasta las escuelas, y todo lo que se hizo en tareas sociales, cosas que gestionó sin parar. Ojalá alcance con eso, porque debería, pero cuanto más suma todo, más se amarga Ernesto y vuelve con la monserga de cómo puede ser que no se sepa todo lo que se hizo y entonces mientras pone el quinto termo del día hace chistes groseros a los gritos porque cada uno esconde sus ternuras y angustias cómo puede, pero entre mate y mate, mira el celular a ver si hay resultados y sin que nadie le pregunte dice: “estoy mirando si ya salió el Quini. Eso estoy mirando.”