En una economía vulnerable y sin vocación de acuerdos básicos entre fuerzas políticas antagónicas, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias son una instancia electoral que profundiza la ya elevada inestabilidad macroeconómica.

Con un par de experiencias pasadas y la de este domingo, ya concretada la elección y, por lo tanto, sin sospecha de especulación de beneficiar a uno u otro, puede darse por concluida la etapa de las PASO.

Para no herir sentimientos democráticos fingidos, cada partido o coalición debe garantizar, con financiamiento, estructura y seguridad por parte del Estado, elecciones internas voluntarias para afiliados o adherentes previamente inscriptos para dirimir candidaturas. De este modo, se revitalizará la vida interna y la movilización de los partidos políticos. El debate programático, además, sería intenso y más amplio.

Las PASO de agosto extienden en exceso el ciclo electoral sin definir quién será el próximo gobierno, convirtiendo entonces en una inmensa y costosa encuesta nacional para ordenar el tablero político para las elecciones generales de octubre. Mientras, la economía ingresa en un estado de fluctuaciones que termina afectando a los grupos sociales más vulnerables.

Esta organización del calendario electoral, desde la negociación para la definición de las listas hasta el traspaso de mando del gobierno, ocupa casi ocho meses. Período muy prolongado para una economía en estado de urgencia por ser bimonetaria, con elevada inflación, escasas reservas en el Banco Central, endeudada en dólares y encima con la presencia dominante del Fondo Monetario Internacional.

Las PASO del 2019 fueron traumáticas, con un gobierno que perdió por paliza y derivó en una acefalía de gestión de casi 48 horas. En ese tiempo, con un Presidente que, con pocas horas de sueño, se presentó a una patética conferencia de prensa echando la culpa del resultado de las elecciones a la población, hubo descontrol cambiario, derrumbe catastrófico de las cotizaciones bursátiles y shock inflacionario.

La controvertida decisión de Alberto Fernández, el candidato más votado y con seguridad quién iba a ser el nuevo Presidente, de señalar que el dólar a 60 pesos estaba bien, logró frenar la corrida.

Ahora no existe un gobierno irresponsable como el de Mauricio Macri, puesto que ya adelantó medidas proactivas para el día después de los comicios, pero que tiene que planificarlas, precisamente, por el factor perturbador que representan las PASO. Sin embargo, a diferencia del 2019 ahora no aparece ningún candidato de la oposición que adelante señales para tranquilizar el frente cambiario y, por lo tanto, el resto de las principales variables macroeconómicas. Por el contrario, el mensaje que difunden, en especial el referido a la sensible cotización del dólar, consiste en lanzar nafta al fuego.  

La muy buena elección de Javier Milei, sin definir nada al interior de su espacio, es una muestra más de lo perturbador de las PASO para la estabilidad de la economía.

La especulación acerca del día después ha adelantado entonces coberturas cambiarias, lo que ha provocado alzas de las cotizaciones paralelas (contado con liquidación, MEP y blue), y el consiguiente impacto en precios. Es un costo innecesario para una economía bastante vapuleada y solamente para dirimir candidaturas para las elecciones generales, cuestión que, como se mencionó, puede ser resuelta a partir de la revitalización de la dinámica interna de los partidos, sin poner bajo estrés a toda la sociedad.

¿Qué va a pasar con el dólar? ¿El FMI cumplirá con el desembolso de dólares comprometidos? ¿Seguirán los aumentos de precios preventivos? Estos y otros interrogantes, conocidos los resultados de las PASO 2023, definen un cuadro de situación que suma factores de inestabilidad al acelerar posicionamiento de agentes económicos, financieros y sociales, los cuales deberían darse recién un par de meses antes de la inauguración del nuevo gobierno.

Las PASO cumplieron una misión en un momento político del país. Es tiempo que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo al menos en un proyecto de ley para eliminarlas, en beneficio propio y sin especulación acerca de a quién favorece en forma circunstancial. Sería un aporte no menor para no agregar otro factor de inestabilidad a una economía que, a esta altura, posee poco margen para seguir soportando señales perturbadoras.