La escena del voto fallido de Patricia Bullrich fue la síntesis de una jornada caótica en la Ciudad de Buenos Aires, donde las elecciones primarias combinaron la tradicional boleta de papel y la boleta única electrónica. Al mediodía, en La Rural --que en ese momento comenzaba a llenarse de gente--, la precandidata a presidenta de JxC tardó 20 minutos en votar con la boleta electrónica por fallas en el aparato. Máquinas con problemas; escuelas que abrieron tarde; cuadras de cola y hasta dos horas de espera; confusión sobre los pasos a seguir y distintas irregularidades conformaron el escenario del domingo electoral en CABA. Las quejas se sentían en las calles y se replicaban en las redes sociales.

Temprano, la jueza federal con competencia electoral en CABA, María Servini, había advertido sobre el "preocupante grado de improvisación" en el manejo de las máquinas. Indicó, luego, que había más de 200 que no funcionaban, que la gente quería votar pero no podía, y anunció que presentará una denuncia penal por los problemas con el voto electrónico. Además de las mencionadas, otra dificultad importante, señalada por el precandidato a diputado nacional por CABA Patricio del Corro (Frente de Izquierda), fue que hubo quienes pudieron votar para la elección nacional pero no para la local. "Piden a la gente que vuelva después", posteó. En algunas escuelas debió extenderse el horario de votación hasta las 19.30.

Para gestionar la incomodidad que le produjeron los ocho intentos, Bullrich se sacaba selfies con los técnicos. Parecía una sátira. Minutos antes había sido recibida al grito de "¡Viva Pato!". "Parece a propósito para dejarlo mal parado a Larreta", bromeó alguien. "Es una mala señal", vaticinó una mujer. Los problemas en La Rural habían comenzado antes. "Arrancó complicado porque se imprimían mal algunas boletas que estaban mal hechas. Eran las de apertura de mesa, que ahora se hacen electrónicamente. En algunos casos hubo que hacerlas por escrito. Los presidentes de mesa se enojaban. Podrían haber hecho una inversión más grande para que estén mejor hechas las computadoras y no pasen estas cosas", dijo a este medio Gonzalo, uno de los asistentes que socorrió a Bullrich.

"¡Qué ganas de complicar la votación con la cosa digital! ¡Qué ridículo!", se quejaba una señora con su caniche. La fila de su mesa no avanzaba porque había una mujer luchando con la máquina ubicada al lado del biombo de cartón con las boletas de papel. Una autoridad de mesa se levantó y le brindó ayuda del otro lado de la pantalla.

El carácter íntimo del ritual se perdía: en algunos lugares el voto electrónico se emitió con el rostro a la vista de todo el mundo. Algo parecido a tener que probarse "un short delante de otras personas", como lo graficó Pedro Saborido. En el centro de votación de Palermo, en varias mesas, votaban en simultáneo dos personas --una en la computadora, la otra detrás del biombo--, algo que según Servini constituye una irregularidad, pero que los ciudadanos pedían que ocurriera para agilizar los tiempos. "Algunos presidentes no están dejando votar en simultáneo. En las recomendaciones estaba que eso se permitiera", señaló, en contraste, un fiscal.

"Después de ocho veces que vengo a votar acá es la primera que veo tanta gente. Creo que tienen ganas de votar", decía, optimista, José María Bravo, de 80 años. Afuera, para votar en otro pabellón, se extendía una fila impresionante bajo el sol. Para Tais (65), la acumulación de gente no tenía que ver con el deseo de expresarse en las urnas. "¿No viste todo lo que tenés que hacer? Sacás una, ponés la otra, metés otra... La de adelante mío se fue a poner la cosa en la computadora de al lado. Se armó un kilombo... otra ponía al revés la boleta. A un vecino mío no le anduvo la máquina y no votó", contó. Su experiencia fue frustrante. Se confundió, votó "cualquier cosa", imprimió la boleta con el error. "Son las PASO. Me importa un pepino. Es tanto lo que estás esperando que te querés ir a la miércoles."

Las confusiones se sucedían a pesar de que había máquinas para practicar. En La Rural había cuatro personas con remeras con la leyenda de "capacitación", que cobraron 30 mil pesos por esta tarea, contratadas por el gobierno porteño. "Se acerca un montón de gente de diferentes edades; eso me sorprendió. Pensé que iba a ser solo gente grande, pero muchos chicos dicen que es la primera vez que votan y no tienen idea", comentó Julieta García, una de las capacitadoras. Los jóvenes consultados por este medio definieron como "intuitivo" el método. Los técnicos, por su parte, cobraron 50 mil pesos por tres días de trabajo. Los problemas más comunes se daban en la impresión o porque las máquinas no respondían al tacto. 

La fila daba vuelta la esquina en el caso de la sede de la UTN ubicada en Almagro. Pasadas las 13, el aula Libertad, la única en la que se votaba, estaba colmada. "Estoy esperando hace una hora y pico. Tendrían que dejar pasar al personal de salud. Tengo pacientes en terapia. Le dije al militar que soy esencial, pero me respondió que no podía pasar", se quejaba Antonella Pérez (29), enfermera del Sanatorio Antártida. A las demoras que generaba el doble voto se sumó el revuelo que causó la llegada de Javier Milei, quien votó en ese lugar. "El problema es el voto electrónico, porque cuesta hacerlo. La fila está frenada. A mí me tuvieron que ayudar. Tengo 72 años. No sé hacerlo", expresó María Esther. "Es lento y engorroso. No son seis minutos como decían en la tele cuando hacían las pruebas", evaluó Sonia, de 68 años.

La fiscal Josefina Marino (JxC) consideraba que las demoras no tenían que ver con la doble urna: "Esta es la hora en la que más se concentra la gente. Afortunadamente funcionan todas las máquinas. Se demoró un poco la apertura del establecimiento porque hubo autoridades que llegaron tarde y todo se ralentiza al introducir lo nuevo, pero por suerte arrancaron todas las máquinas de una". 

"Fui tres veces a querer votar. Hay dos cuadras de cola. Para mí es el tema de la máquina: no saben usarla", le comentaba un señor a otro en la zona de Constitución. Al parecer, las largas filas desalentaban la participación. "Fui a votar pensando que si veía una fila grande y gente que tardaba 10 minutos en votar me tomaba el palo", decía, por ejemplo, un taxista. 

En la escuela Tomás Espora, en Solís al 1800, una mujer había tardado 20 minutos en emitir su voto. Pero todo fluía más o menos bien. "No hubo problemas con las máquinas, pero en otros colegios sí, principalmente falta de tinta, máquinas que no funcionan. A algunos votantes les decían que si no funcionaban votaban en blanco. En una escuela cambiaron la máquina tres veces y seguía sin funcionar", precisó Lara Antonelli, fiscal general del espacio de Juan Grabois, en el patio de la institución donde él votó. "A algunas personas les cambiaron el colegio donde tenían que votar. En eso hubo lío. Una fiscal se encontró con alguien que ya había votado en su mesa. No hay un protocolo y las situaciones las maneja cada mesa. Creo que nadie sabe bien cómo manejarlas", agregó la joven. "Como las autoridades de mesa no pueden ver el voto de la persona, es complicado que le expliquen cuando no entienden algo. La gente se queda trabada y se empiezan a atrasar los votos", describió.

El apoderado de Unión por la Patria, Lisandro Teszkiewicz, adelantó que se hará un relevamiento con todas las denuncias. "Hay lugares en la Comuna 10 donde la gente se retiró habiendo votado únicamente para los cargos nacionales", denunció. También cuestionó lo ocurrido la titular de la Fundación Vía Libre, Beatriz Busaniche, para quien este "desastre" fue "una crónica anunciada" de las múltiples falencias del sistema de voto electrónico.