Javier Milei dejó de ser una amenaza potencial para tomar cuerpo en unas PASO que se convirtieron en un “que se vayan todos” de derecha. Es difícil saber si en las elecciones de octubre tendrá el mismo acompañamiento que en estas internas, pero quedó claro con los resultados de ayer cuál es el estado de ánimo de la sociedad. El amplio triunfo del gobernador Axel Kicillof a pesar del malhumor generalizado por la difícil situación económica puso otro dato de relevancia en estos comicios.
Esa masa que votó a Milei no puso un voto opositor, sino uno antisistema. Es una masa que encausó la bronca por la situación económica hacia una bronca antitodo. Es un sendero de alerta roja porque ha sido la cuna de violencia y totalitarismos. Aunque es difícil dilucidar si se trata de un llamado de atención o un voto definitivo.
Si el de Milei es el voto de la antipolítica sin pensar siquiera en la gestión ni en las propuestas, por el camino contrario, el respaldo a Kicillof ha sido el voto a una gestión bien visualizada, con fuerte asiento en la política. Ha sido una gestión de mucha presencia en el territorio, hiperactiva y de respaldo a los intendentes.
El resultado de estas PASO reconfiguró el escenario político, donde los candidatos del macrismo serán Jorge Macri en CABA, Néstor Grindetti en el distrito bonaerense y Patricia Bullrich a nivel nacional. Es el ala dura y la más próxima a Mauricio Macri. El radicalismo sólo tiene expresión en su vertiente más derechista, con Luis Alfonso Petri como candidato a vicepresidente.
Sergio Massa deberá confrontar con Milei y Bullrich, que se disputan los votos entre sí, aunque ambos sumados lo superan ampliamente. Queda como interrogante si todos los votos de Milei son sumables a Juntos por el Cambio (o viceversa) y si todos los votos de Horacio Rodríguez Larreta son sumables a Bullrich. Es probable que sea así entre los núcleos más politizados de esas corrientes. Pero también es probable su dispersión, sobre todo aquellos de raíz peronista o radical.
Algunos ven el voto a Milei como una actitud ideológica: la bronca montada sobre los instintos más regresivos, el sálvese quien pueda, la discriminación y el patriarcado machista, la meritocracia, la antipolítica, el antisindicalismo y el autoritarismo represivo. Seguramente es así en un sector minoritario de esa base electoral.
Para la gran mayoría Milei representa hartazgo y frustración. La carga ideológica ultraderechista y prodictadura de este ex asesor del genocida Antonio Domingo Bussi, es un detalle que no interesa. Un candidato de estas características surge de una situación económica mala, de situaciones críticas de meses de encierro con la pandemia, sumado al golpe exasperante y permanente de la inflación.
Esa base electoral siente que dentro del sistema político conformado por los partidos no hay salida. Ha votado seguramente por todos ellos, sobre todo al peronismo, y siente que la defraudaron. Y ve que Milei es el único que está dispuesto a patear el tablero. Resulta extraña la similitud de este cuadro con el que se creaba antes de los golpes militares en otras épocas. Después los golpes militares se llevaban puesto el sistema democrático pero nunca solucionaron nada y, en contrapartida, empeoraron la vida de los argentinos: carestía, deuda, desempleo y demás.
Milei parece hijo de esa historia. Encarna las misma ilusiones que un sector de la sociedad que propició las dictaduras y después se arrepintió.
Sergio Massa deberá competir en ese escenario: Dos candidatos con discursos fuertemente derechista y un sector supuestamente moderado de oposición que quedó al garete. En el mapa del voto a Milei hay muchos votos peronistas que sólo fue retenido en la provincia de Buenos Aires, la más compleja y difícil de gobernar. Ese voto peronista no es un voto de derecha, sino un voto de frustración.
La disputa por ese voto no será entre Milei y Bullrich, sino entre Milei y Massa y los candidatos a gobernador de Unión por la Patria. Pero para eso, Massa tendrá que tomar distancia del gobierno porque saldrá a la pesca de un voto gopeado por la inflación que se desilusionó con esta gestión.
Todos los candidatos deberán ajustar sus campañas a estos resultados que se leen como una primera vuelta. Bullrich tratará de disputar con Milei con su discurso de mano dura y salvajismo neoliberal. Y Massa saldrá desde atrás en esa carrera en la que si quiere avanzar deberá tomar distancia de la imagen de incapacidad para resolver la crisis que desgastó a Alberto Fernández.
En un contexto tan desfavorable, el desempeño de Kicillof sobresale aún más como un candidato en crecimiento. La provincia de Buenos Aires y el conurbano fueron más golpeados aún por la crisis que los otros distritos donde creció el voto a Milei. Sin embargo, el trabajo de los intendentes y la gestión de la gobernación permitieron mantener abierta la posibilidad de que Unión por la Patria pueda ser visibilizado como factor de transformación. Es el camino que deberá recorrer el candidato Sergio Massa hasta octubre.