Santiago Peña, el nuevo presidente del Paraguay, tiene raíces argentinas. Su mamá Ana María Palacios nació en Buenos Aires y es sobrina nieta del primer diputado socialista de América, Alfredo Palacios. El exministro de Hacienda de Horacio Cartes que a partir de este martes gobernará por cinco años desde el Palacio López de Asunción, es un economista de 44 años que completó su formación en Estados Unidos, pasó por el FMI y regresó al país para desarrollar su carrera política. Primero como militante del principal partido de la oposición, el Liberal Radical Auténtico (PLRA), y después ya como funcionario del aparato del Estado bajo la hegemonía del Coloradismo.
Convocado por el discutido Cartes a integrar esa fuerza que el 11 de septiembre próximo cumplirá 135 años, tuvo un ascenso meteórico. Según sus detractores se debe a la docilidad para trabajar junto al ex mandatario, un multimillonario a quien el gobierno de EE.UU definió como “significativamente corrupto”. Peña suele evitar referirse a ese padrinazgo polémico.
Escorpiano, nació el 16 de noviembre de 1978, dos años después de que sus padres se mudaran a la capital paraguaya. Sus dos hermanos mayores, como su madre, son argentinos. Él se graduó en la Universidad Católica de Asunción, dio clases en la misma casa de estudios y en 2001 se mudó a los Estados Unidos. En una entrevista reciente que le realizó Marcelo Tinelli en su casa, declaró que forjó su carácter en el deporte. Jugó al rugby e integró la selección de su país. Acostumbrado a la rigurosa disciplina en ese juego de contacto, dijo que no le gusta confrontar ni responder los agravios. Su madre en un reportaje que le hizo el diario La Nación recordó que era “estudioso y buenísimo”.
Ya como presidente electo, se preguntó sobre el Paraguay que gobernará: “¿Cómo puede ser que un país que genera alimentos para 80 millones de personas en el mundo tenga 500 mil que están por debajo de la línea de pobreza? Desde ahora debería apuntar a la solución de ese tipo de problemas estructurales, aunque es un economista liberal que pregona el ajuste a tono con las políticas clásicas del FMI, su antiguo empleador.
Uno de los senadores más influyentes del Partido Colorado, Basilio Bachi Núñez, le marcó la cancha en declaraciones recientes sobre lo que Peña tendría que hacer con el Estado: “Este gobierno – por el de Mario Abdo Benítez que se va - metió 70 mil funcionarios, vamos a sacar 30 mil, y en vez de tener planilleros vamos a llevar eso a los niños”. Aludía a las raciones de almuerzo escolar que se perderán con la baja de un convenio de financiamiento que provenía de la Unión Europea.
El flamante presidente es un producto genuino del poder de cooptación del Partido Colorado. Había militado 21 años en el PLRA – casi la mitad de su vida – y cuando integraba el gabinete de Cartes (2013-2018) decidió cambiar de vereda y se sumó al oficialismo. La Asociación Nacional Republicana, el nombre oficial de la fuerza gobernante, lleva casi 70 años sin interrupciones en el poder. Su colosal maquinaria electoral, que contaba con 2.616.424 afiliados a diciembre de 2022, le permitió colocar en la presidencia al joven Peña.
Jorge Coronel Prosman, historiador paraguayo y con una especialización en Economía Social por la UNICAMP de Brasil, le dice a PáginaI12 que “el Partido Colorado en sí, es el oficialismo y la oposición al mismo tiempo”. Autor de libros como Itaipú y la lucha de los trabajadores y El último de los tranviarios o cómo el stronismo destruyó al sindicato del sector eléctrico, Coronel Prosman cuenta que Peña deberá lidiar con tres problemas: “la dualidad del poder entre él y Cartes, algo que se repite en Paraguay como ya había sucedido con el presidente Wasmosy y Lino Oviedo; el conflicto creciente de los movimientos sociales con los terratenientes más la preocupación que hay con las amenazas de despidos de funcionarios estatales y, en tercer lugar, la disputa interna en el propio partido Colorado”.
Cartes, el padrino
El nuevo presidente tiene una complicación adicional en su agenda de gobierno. La situación de su padrino político. A Cartes lo acusó la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en un documento del 26 de enero pasado. Señaló que incurrió “en actos de corrupción antes, durante y después de su mandato como presidente de Paraguay”.
Conservador en lo político, nacionalista, pero también pro-mercado como cualquier neoliberal que se precie de tal, Peña acaba de anunciar que Paraguay volverá a abrir su embajada en Jerusalén. Durante un acto en Asunción se mostró con los representantes de la fundación Aliados de Israel (IAF), una organización que hace lobby buscando apoyo parlamentario en Estados Unidos y muchos países de América Latina.
Hincha del club Olimpia como Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, asistió la semana pasada al partido en que su club eliminó de la Copa Libertadores al último campeón, Flamengo. Con la llegada de Peña al gobierno, se interrumpió la segunda ola de fuerzas progresistas en la región que, con matices, se transformó en la tendencia más visible desde los triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Lula en Brasil. A éste último lo visitó en Brasilia a fines de julio, calificó al encuentro como “excelente” y agregó: “hablamos sobre el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, además de un tema estratégico como Itaipú. Queremos trabajar juntos en estos años que tenemos por delante”.
Con la Argentina tiene temas semejantes a tratar, desde Yaciretá hasta la Hidrovía. Después del resultado electoral en las PASO, hoy es imposible prever quién será su interlocutor.