En las últimas temporadas varias obras de la cartelera porteña abordaron el impacto del cine en la vida cotidiana de los años 30 y 40, la forma en que moldeaba la sensibilidad y los hábitos. El hipnotismo de estrellas como Libertad Lamarque, Fanny Navarro y Zully Moreno, la influencia en los modos de hablar, de vestir y hasta de dar sentido a la existencia aparecieron reflejados en muchas creaciones. Desde trabajos de María Merlino como Nada del amor me produce envidia, Qué me has hecho vida mía y La dama del mar, hasta Bajo un manto de estrellas, de Manuel Puig con dirección de Manuel Iedvabni, e Impalpable, inspirada en el universo del autor Boquitas pintadas y dirigida por Sergio Calvo e Ignacio de Santis, son algunos ejemplos de este cruce entre cine y teatro. En la caja negra de Elkafka, los sábados por las noche se suma La soledad de las estrellas fugaces, una apuesta que funciona de maravillas en ese espacio despojado. Sólo dos sillas y un reflector en escena; el resto son las actuaciones precisas y versátiles de Vera Czemerinski, Catalina Krasnob y un único varón, Facundo Abraham. Ellas dan vida a Zully y Delia, dos hermanas que viven juntas y sólo se tienen la una a la otra. La primera es pizpireta y salidora; la segunda no se expone, encerrada en sus problemas bronquiales. Sueñan con trabajar en cine,  codearse con hombres, ser besadas; y desterrar una soledad aplastante. 

El texto de Carlos Diviesti intercala momentos de sus vidas con fragmentos de escenas de las películas que van a ver o que Zully ensaya, tras conseguir audicionar en un estudio. Las luces de la sala, un reflector con pie y las sillas móviles sugieren los distintos ambientes: el cine al que asisten, la casa, el set. El director Emiliano López imprime mucha fluidez al relato, que avanza sin cortes sumando humor y emoción. Los tonos de voz, las miradas entre ellas y los diálogos revelan complicidad pero también celos, envidia y hartazgo entre las chicas. El vestuario es impecable: vestidos al cuerpo, coquetos y pulcros, aros, zapatos, carteritas, pelo recogido y un plus imperdible: las canciones que por momentos entonan con afinación. Todo al servicio de estas muchachas de barrio que quieren salir del anonimato y sumarse al esplendor que por esos años rodeaba al cine. Desde el comienzo, asoma la figura de un narrador (Facundo Abraham), un morochazo pintón que va a alterar la convivencia. Este personaje con aires arrabaleros asume distintos roles: es la voz externa que presenta y hace avanzar la acción, también algún personaje de las películas que van a ver, encandiladas; o el actor de carne y hueso que se cruza en la vida de Zully y desata la tragedia. Siempre se lo ve aplomado, seguro de sí mismo y con cierta distancia irónica en relación a lo que genera en ellas. Catalina Krasnob compone una criatura con varias facetas: transmite el encierro, la rivalidad con la hermana que se espesa con el devenir de la obra.  Czemerinski se luce en la piel de una mujer sensual y abierta a la vida, que juega con todo su cuerpo para no quedar atrapada en la sala de cine y poder vibrar también fuera de ella. Es quien sale a trabajar, busca conseguir un papel en una película y enamorarse. Transmite vitalidad y erotismo.

La iluminación juega un papel central en esta pieza íntima, que precisamente habla de la atracción y el fulgor de las estrellas de cine, del encandilamiento que generaban en el público, de las ansias de brillar. Como si el diseño lumínico de Lucas Orchessi dibujara primeros planos, haciendo foco en los rostros,  exponiendo su expresividad. Casi todo transcurre sobre un tapete blanco cuadrado de dimensiones acotadas: allí el cine y la vida de las hermanas se cruzan permanentemente. Como los límites que parecen imponerse sobre ellas, incapaces de imaginar algún tipo de bienestar por fuera de la fama que les daría el cine. Breve, intensa y a la vez liviana, La soledad de las estrellas fugaces permite emocionarse y reflexionar sobre los vacíos que siguen acompañando a pesar del paso del tiempo, de las modas y el avance de los medios de comunicación. Texto, actuación, puesta y luces se integran con armonía y efectividad. El resultado es una síntesis compacta, lograda por un equipo que apuesta a contar una historia pequeña y que sabe cómo hacerlo. 

8 - LA SOLEDAD DE LAS ESTRELLAS FUGACES

Dramaturgia: Carlos Diviesti.

Dirección: Emiliano Carlos López.

Elenco: Vera Czemerinski, Catalina Krasnob y Facundo Abraham.

Asistente de dirección: Pablo Jesús Gatto.

Diseño lumínico e Iluminación: Lucas Orchessi.

Vestuario: Merlina Molina Castaño.

Asistencia artística: Rodrigo González Alvarado.

Sábados a las 21 en ElKafka (Lambaré 866).