En su discurso a la militancia tras los resultados del domingo, desde el escenario y tras escuchar al gobernador, Sergio Massa habló de los derechos en riesgo, algo que ya hizo Daniel Scioli en 2015, en un escenario comparable. Comparable, pero con una diferencia que puede terminar siendo decisiva: la provincia de Buenos Aires.

La victoria de María Eugenia Vidal en octubre de 2015 fue clave para la suerte de Mauricio Macri, tanto como los votos de Córdoba o el apoyo de los grandes medios. En este caso, en cambio, el gobernador queda en una posición muy competitiva de cara a su reelección ya que obtuvo más votos que la sumatoria de sus candidatos a presidente, Massa y Juan Grabois, y que sus dos rivales de Juntos por el Cambio, Néstor Grindetti y Diego Santilli, sumados.

Ganar la Provincia tiene un doble efecto político: arrastra voto “a ganador” y permite hacer acuerdos con actores sueltos o satélites. Hasta se puede reflotar el viejo argumento de que las relaciones entre gobiernos bonaerenses y nacionales, cuando no son del mismo signo, no terminan bien y lo sufren todos.

En síntesis, si el oficialismo sigue vivo y competitivo, algo que parecía imposible hace apenas un año, es gracias al triunfo en Buenos Aires, que ratifica (obviamente, con el diario del lunes), que la decisión de Axel Kicillof de no competir por la presidencia fue acertada. 

El oficialismo tenía tres objetivos para las PASO. Uno, ganar la Provincia. Cumplido. Dos, que Bullrich venciera a Larreta (el gran perdedor del domingo), porque éste hubiera competido en parte por el mismo voto de Massa, tanto como Patricia Bullrich con Javier Milei. Cumplido. El tercero, que no se cumplió, era que Massa fuera el candidato más votado. 

El 27 de abril pasado, desde el Teatro Argentino, en ocasión de la presentación de la Escuela Justicialista Néstor Kirchner, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, decidió antagonizar con Javier Milei y sólo con él, ignorando deliberadamente a los precandidatos de Juntos por el Cambio. Muchos se sorprendieron, “¿Qué busca?” “¿Por qué lo hace?”.

El resultado del domingo confirma la idea que anticipaba una elección de tercios, con una gran paridad en la grilla de largada, de cara a octubre. El crecimiento de Milei tuvo un componente espontáneo. Aún no se sabe a ciencia cierta si algunos dirigentes peronistas  se involucraron en otro tipo de ayuda, en algunos casos con la idea de partirle el voto de derecha a JxC. ¿Cuánto de cada cosa? Se sabrá en poco más de dos meses. Lo que hay ahora es un triple empate.

La elección de Milei lo coloca en el centro del ring. Confrontará natural y lógicamente, con Sergio Massa. Bullrich, en cambio, tendrá problemas para diferenciarse, para encontrar su lugar en esa disputa. Milei ya la trató de "segunda marca". Macri está indeciso. Su ex ministra de Seguridad duda entre confrontarlo o elogiarlo.

Pero, tanto o más importante que lo que juntaron hasta acá, es lo que pueden sumar en los próximos dos meses. Es improbable que se roben votos entre ellos y deberán ir a pescar a las otras peceras. ¿Cuánto del electorado de Larreta podrá retener Bullrich? ¿Quién interpelará mejor a los 5 puntos de Schiaretti, al punto de Moreno, al 10 por ciento que se quedó en su casa? En la respuesta a esas preguntas está la llave de la elección.

La característica que empieza a tallar ahora es la ductilidad, algo que a Massa no le falta, al punto que algunos lo consideran excesivamente dúctil, y que hasta ahora, ni Milei ni Bullrich, magos de un solo truco, han demostrado.  

Aunque todo es posible y la incertidumbre es elevada, hay escenarios más probables que otros. Uno de ellos es un ballotage entre Massa y Milei. Está entre las probabilidades que la campaña adquiera, gradualmente, semana a semana,  el tono épico de la campaña que se desplegó entre octubre y noviembre de 2015, cuando el Frente para la Victoria, a pura militancia, redujo la brecha entre Macri y Scioli, inicialmente de 20 puntos, a 2.68 por ciento, la diferencia entre el 51,34 de Cambiemos en el ballottage y el 48,66 del FVP.

¿Qué puede o debe hacer Sergio Massa en las próximas semanas? Primero, seguir antagonizando con Milei, con nombre y apellido. Desarmar su discurso y mostrar sus consecuencias en el primer metro cuadrado de los argentinos, en su vida cotidiana. Y  pedirle a la militancia que lo imite y haga lo mismo. 

El voto es emocional, Milei moviliza enojo. Frente a eso, hay que movilizar el instinto de supervivencia, de defensa y cuidado de los seres queridos. De nuestros jóvenes (¿qué futuro tendrían en un país dolarizado?), de nuestros viejos (el mayor componente del gasto público que quiere bajar son las jubilaciones) y de las mujeres (otro colectivo que no la pasaría nada bien si gobernara). El clivaje a instalar es entre quienes tienen algo para perder y quienes no. Y e los que creen no tener nada, tienen algo: su vida, la de sus hijos. ¿Habría más o menos inseguridad con una policía sin control civil y con un salario mensual de 12 dólares?

La segunda cosa que Massa puede hacer es reunir la mayor cantidad de apoyos entre los perdedores y heridos de las PASO. Y la tercera, subirse al Clio de Carli Bianco, que sigue invicto y tiene todavía más para dar.