Explicar un fenómeno que uno no vio venir impone cautela para interpretarlo. Fuerza a fundarse en los hechos y a repasar lo sucedido en meses anteriores, a la luz de los guarismos electorales. El diputado Javier Milei “condujo” la agenda de la campaña, impuso temas a debatir. Juntos por el Cambio (JxC), la derecha real preexistente, se radicalizó para no dejarle margen. No estaría resultando.
En 2021 Milei concretó buena cosecha electoral en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), tierra fecunda para terceras fuerzas. Ahora se proyecta a nivel nacional, se impone en dieciséis provincias, literalmente desde La Quiaca a Tierra del Fuego. Queda segundo en cuatro. En un país federal y diverso eso significa policlasismo, vastedad intergeneracional. Es altamente posible que la mayor base del “libertario” esté compuesta por jóvenes que trabajan de modo informal pero ese segmento no alcanza para explicar victorias en barrios altos y bajos, entre los pobres de la Banda del río Salí en Tucumán, en ciudades santafesinas o cordobesas tranquis y de diez mil almas. El 20 por ciento porteño de 2021 no es sociológicamente idéntico al 30 por ciento del domingo, Milei pegó un salto cualitativo además de cuantitativo.
Milei carece de estructura territorial sólida (que no gana las elecciones pero ayuda); distó de ser el favorito de los medios. Juntos por el Cambio (JxC) se apoya en los medios hegemónicos, el peronismo tiene apoyo en radios, canales de tevé y diarios. Milei construyó el éxito con recursos escasos, fue más David que Goliat. En paralelo, Juan Grabois gravitó en la primaria de Unión por la Patria (UxP) “con dos escarbadientes”.
La proyección fulmínea de Milei carece de precedentes en cuarenta años. El rush en dos años es único, si lo mantuviera rompería récords por todos lados. Ninguna tercera fuerza arribó tan alto en presidenciales. Sergio Massa punteaba dicho historial con 22 por ciento en 2015.
Compararlo con Carlos Menem a partir de 1988 distorsiona proporciones. Menem fue gobernador en 1973 y revalidó a partir del 1983. Habló en el sepelio de Juan Domingo Perón, estuvo preso durante la dictadura, lo acunaban sectores importantes del movimiento obrero, algún gobernador justicialista. Llegó con experiencia en la gestión, militancia, conocimiento público.
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El ministro de Economía, Massa, y la exministra Patricia Bullrich tendrán que remar para frenar el crecimiento del outsider y llegar a un ballottage. El aval masivo a Milei posiblemente exceda el rótulo de “voto bronca”, tal vez incluya esperanzas en el futuro.
Los acumulados peronistas y cambiemitas debajo del 30 por ciento en votaciones por la Presidencia son los peores de toda su historia. La de JxC arranca en 2015, la del peronismo en1983 por ceñirnos a la etapa de recuperación democrática.
Las coaliciones antagónicas gobernaron en los últimos doce años, se sucedieron. El bipartidismo funciona así, el mandato frustrante del presidente Alberto Fernández redondea un mini ciclo. El escrutinio del domingo castiga a los dos, existió bronca ahí. El ciclo de alternancia fatigó después de que la ciudadanía diera oportunidades a las dos coaliciones. El cronista lo reseña, no lo justifica ni se alinea con el vencedor.
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La extrema paridad entre ambas coaliciones solía ser celebrada como equilibrio, la alternancia como virtud democrática esencial o imprescindible. No es para tanto. Los empates parlamentarios paralizan al Congreso y debilitan al mismo tiempo al Ejecutivo. La alternancia automática traba consolidar proyectos, incuba una falsa estabilidad, de suma cero.
El crecimiento desmedido del Poder Judicial deriva de muchas concausas, una de ellas es la impotencia de funcionarios elegidos mediante el voto.
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La oferta política de derecha creció y se multiplicó. La oferta de centroizquierda extraperonista viene marchitándose desde hace años. El domingo no hubo fórmulas que la expresaran así fueran minoritarias.
Con altos índices de pobreza, sueldos que no alcanzan para llegar a fin de mes, presencia lesiva del Fondo Monetario Internacional (FMI)... cuesta captar por qué no crece la izquierda con representación en el Congreso, en los movimientos sociales y en el espacio público. Tiene referentes conocidos, con presencia de años, militantes piqueteros muy activos, dirigentes sindicales.
La derechización prevalece en la aldea global, los ex presidentes Jair Bolsonaro y Donald Trump son ejemplos claros, forman parte de la explicación o del contexto. La misión de “la política” es encontrarle respuestas y réplicas en esta patria.
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Juntos por el Cambio era favorito en 2021 para ganar las elecciones nacionales. Recorrió mal un camino propicio, los dos precandidatos se apuraron, almorzaron la cena. El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, la desayunó. Corren de atrás hasta octubre, se pelearon demasiado, lucieron incontinentes, bruscos, inorgánicos. Larreta pareció disfrazado. Los manuales de la política práctica lo desaconsejan.
La bolilla uno de esos textos desautoriza designar candidato oficialista a un ministro de Economía en un país en crisis, con inflación galopante y sueldos que no alcanzan. Unión por la Patria optó por el experimento. La tensión entre las necesidades del candidato y el funcionario lo deterioran en los dos frentes.
Milei optó por una fórmula sencilla, favorecida por la obsesión binaria de los dos rivales que no lo registraban. Un par de consignas para designar a los contrincantes; “la casta” a la cabeza. Propuestas incumplibles pero resonantes como la dolarización. Otras inconstitucionales como una consulta popular referida a la despenalización del aborto. Dieron en el blanco igual, las campañas son resultadistas.
El libertario puede entrar en un ballottage. En un escenario catastrófico, hasta ganar en primera vuelta. El triunfo lo embellece, será invitado de lujo en los medios, contará con los fiscales que le faltaron. Si no se derrumba y conserva lo que obtuvo, contará con un bloque numeroso de diputados y unos cuantos senadores. Si gobernara otro, sería un árbitro potente en el Congreso, afín a JxC. Si llegara a la Casa Rosada, su base institucional sería endeble, la más frágil desde 1983.
Registrar el veredicto electoral, reconocer los derechos ciudadanos no equivale a equiparar el 30 por ciento del padrón con el 100 por ciento. “La gente” que votó a Milei es una parcialidad, una minoría intensa. Demasiados peronistas desde hace más de una década confunden “su” minoría con la mayoría. Demasiados intérpretes aplaudidores creen que otra minoría, contingente, expresa a la sociedad en conjunto.
Milei sigue siendo un candidato temible, sus proyectos carecen de sustento, serían impracticables amén de otras variables valorativas. La intolerancia y la soberbia que rezuma pueden hacer crisis en un país cuya población acostumbra a reclamar, a movilizarse por sus derechos. La tentación represiva acecha a protagonistas de derecha cuando ven que sus corazonadas no son acogidas o son cuestionadas sus medidas.
La jornada cívica del domingo resultó pacífica, ejemplar. Es verosímil que autoridades de mesa hayan protegido la integridad de los votos de Milei
En democracia la victoria da derechos, escasos hasta que se definan los cargos. No transforma en verdades proyectos cuestionables ni en estadistas a personajes peligrosos. Vencerlo en la próxima instancia es imperioso y deseable, opina este cronista. Arduo y cuesta arriba, desde ya.