Entre los dientes habita el demonio. La poesía, ese decir distinto, personal, desatado, las convierte en brujas. No importa que todas aquí lleven atuendos de monjas. El delirio de la palabra, las ganas de transgredir el lenguaje, de no hablar como se sospecha y se intuye sino de sorprender con la palabra, de hacer de cada diálogo una inventiva, lleva a cualquier mujer a ser destinataria de la hoguera.

Pero en Lengua, lengua, lengua, la obra de Carolina Mazzaferro que fue la ganadora en la última edición del Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, todo sucede desde un humor extrañado, perdido en esa lejanía del tiempo.

La escena hace convivir el medioevo con una dj en vivo que trama su música loopeada, también vestida de monja, a cargo de Sofía Gambino. Pensar la caza de brujas desde cierto desenfado anacrónico es uno de los riesgos que corre la escritura de Mazzaferro. Aquí los atuendos de monjas, realizados por Paula Ameri, siempre esconden otras provocaciones. De hecho los personajes dejan en claro la artificiosidad de la escena, especialmente en esos momentos donde toman una pócima para limpiarse la lengua (un camino previo para evitar la hoguera) y se escucha una música celestial.

Si hoy sabemos que la caza de brujas fue la excusa para eliminar a mujeres que transmitían un saber y una disidencia, Mazzaferro se ocupa aquí de sintetizar ese drama en la fascinación por la palabra poética y en hacer de esa voz que disfruta del lenguaje como de un pecado, una anomalía satánica. Pero este placer se conjuga con otro ligado también a la lengua. La cocina deliciosa de Alba (Maite Rodríguez Chietino), una joven panadera que es hija de una bruja (Analía Malvido). Las monjas sospechan que sus talentos culinarios son propios de un pacto con el demonio.

Lengua, lengua, lengua: un vodevil del monjerío


La lengua extirpada

En el mundo creado por Mazzaferro todo lo que ofrece cierta desmesura, lo que se desmarca del recato y la normalidad, tiene un tinte satánico. Pero esa invocación que delata el título de la obra llama a una frescura alegre. De hecho los recursos que utilizan Edda y Rosetta (Joaquín Sesma y Caro Go) para salvar a Alba de la hoguera también son propios de la representación. Es interesante como Mazzaferro usa la mentira, incluso llevándola a una instancia de evidente falsedad como ocurre en la escena donde una de las monjas se hace pasar por Jesucristo, para aumentar la comicidad y el delirio y también para demostrar que hasta los hechos más brutales de la historia siempre corresponden a una gran puesta en escena, una representación cuyo verdadero motivo nunca se enuncia.

En este vodevil del monjerío (un término que en la época isabelina se usaba para hablar de prostíbulos) la lengua separada del cuerpo, transmutada en un objeto después de una mutilación, ejerce una atracción en los personajes y los espectadores. Mazzaferro como directora plantea un puesta donde se dan situaciones simultáneas pero esos momentos donde las actrices juegan con la lengua extirpada como si se besaran con ella, funcionan como una parodia fetichista, imposible de soslayar.

George Bataille en El erotismo señalaba que la religión católica expulsó al demonio, no aceptó convivir con esa contradicción y por esa razón todo lo satánico pasó a perder entidad y valor, a quedar condenado a la locura, a no poder amoldarse a las formas cotidianas. Lo que hace Mazzaferro aquí es quitarle ese sesgo oscuro y pensarlo e integrarlo como una forma de desobediencia convertida en aventura, en la audacia de esas brujas disfrazadas de monjas que se acerca al teatro de enredos. La fábula de Mazzaferro está contenida en esa peripecia que busca salvar a una joven inocente y que tendrá siempre un final feliz donde la malvada (la verdadera bruja de los cuentos a cargo de Jazmín Broitman) será la sacrificada. Este esquema solo busca sostener una dramaturgia que se cuenta en el lenguaje, en su capacidad dislocada para transformarse en una entidad, en un cuerpo, en un personaje.

Lengua, lengua, lengua se presenta los sábados a las 20 en el Centro Cultural Rojas. 
Entradas por Alternativa Teatral.