A golpes de cuchillo, la investigadora española María Gimeno (51) corta las páginas de la Historia del Arte, de Ernst Gombrich, para engordarlo y hacer justicia: inserta y pega en el manual canónico unas cuantas hojas con las biografías y las obras de artistas que no figuran en la cronología original del libro. Arma así otra línea de tiempo donde no sólo hay artistas hombres europeos, sino también mujeres. “Les hago sitio junto a sus contemporáneos, ellas también existieron”, advierte.
Es la trigésima vez que Gimeno hace su performance, la primera en Buenos Aires, sobre una mesa de cocina-disección-edición. Calza unas botas texanas y está vestida de pantalón, chaleco, camisa y corbata, “como si fuera un académico, aunque con herramientas”, aclara, y el público que asiste en vivo al Km 0 de Bienal Sur, en el Hotel de los Inmigrantes, observa atento y curioso esa operación reparadora de la feminista nacida en Zamora en 1971 y residente en Londres.
La acción con la que intenta curar este peculiar síndrome del olvido se llama "Queridas Viejas", tal la traducción que Google Translate arrojó sobre el título del ensayo Old Mistresses: Women, Art and Ideology, de Griselda Pollock y Rozsika Parker. Ese libro de 1981 conmovió a Gimeno y le cambió la perspectiva sobre el que había leído en sus tiempos de estudiante. Es que las británicas revelaron que las mujeres habían sido excluidas de la historia clásica del arte europeo. Para Maria Gimeno, su performance es un homenaje a esas pintoras y escultoras negadas y un modo creativo de restañar la herida, dando una versión diferente de aquel volumen cuya primera edición, de 1950, “vendió más de 8 millones de ejemplares en todo el mundo”, según informa el Museo del Prado.
“Cuando leí el trabajo de las ensayistas, abrí los ojos y me di cuenta de la ausencia femenina en el libro de Gombrich. Fue fulminante. ¿Cómo podía ser que el historiador florentino Giorgio Vasari, en el siglo XVI, haya considerado a una veintena de mujeres y en el gran manual moderno no figuraba ni una sola?
“Me sentí horrorizada, se me cayó una venda y tomé conciencia de que muchas personas habíamos pasado por alto esa falta y decidí hacer estas conferencias con cuchillo y tabla, para incluir a estas Queridas, una forma irónica de llamarlas porque no hay término en inglés para designar a las grandes maestras del pasado”, prosigue la docente y artista que se formó en la Academia de Bellas Artes madrileña, que viene circulando por distintos ámbitos con esta obra justiciera desde 2014.
Un acto vivo que involucra al público
El formato “funciona perfecto porque al ser un acto en vivo implica al público. Es como preguntarle: ¿Qué harás con esto que te he contado? La perfo se ha comentado mucho en los medios y ya ha estado en varios sitios porque la gente quiere saber lo que se nos ha ocultado. Y solo estamos hablando de la parte femenina, blanca y europea de la historia del arte”. Lo cierto es que el trabajo de Gimeno dio lugar al de otras colegas, como Diana Larrea que empezó una investigación luego de ver "Queridas viejas" en el Museo del Prado, en 2019, conmemorando a diferentes artistas mujeres en su blog.
El criterio de selección siguió las cuatro reglas impuestas por Gombrich: hablar solo de obras cuya imagen pueda mostrarse; hacer referencia en exclusiva a artistas con trayectoria profesional; mostrar verdaderas obras de arte; y por último, “romper con cualquiera de las anteriores reglas”.
La performance de Gimeno introduce cerca de noventa creadoras. Comienza con la ilustradora española En (siglo XI), primera pintora europea documentada, hasta varias del siglo XX. La acción complementa la instalación Habitando ausencias, de la misma autora, donde a través de retratos bordados desvela la invisibilidad de algunas de las excluídas. Tal es el caso de la monja domínica Sor Plautilla Nelli, considerada la primera pintora renacentista y Sofonisba Anguissola, quien cultivó el retrato y el autorretrato femenino. Ambas fueron mencionadas por Vasari, así como la escultora prodigiosa Properzia De Ross, quien comenzó tallando complejas miniaturas en carozos de guindas y melocotones y recién a los treinta años pudo acceder a materiales nobles para crear a gran escala. “Son mil años que necesitan ser corregidos”, señala Gimeno. “Recién en la versión final de Gombrich, de 1995, incluyó a la escultora expresionista alemana Kate Köhlwitz, que perdió un hijo durante la Primera Guerra Mundial y fue prohibida por Hitler”.
En Bienalsur, que permanecerá hasta noviembre, ahora mismo puede verse por tres meses el video de "Queridas Viejas". Consultada sobre lo que la conmueve, cuenta que “Siempre fui feminista, aunque no lo había racionalizado, me fui dando cuenta de a poco por las injusticias que se cometen contra nosotras. Me crie en una familia igualitaria, no tuve que hacer más labores domésticas que mis hermanos por ser mujer, pero siempre sentí un rechazo instintivo a las desigualdades. Una de ellas, la nada inclusiva historia del arte. En lo personal, no tengo nada contra Gombrich, entiendo que es fruto de una época en la que a las mujeres se las escondía debajo de la alfombra y nadie decía nada. Mi batalla es contra el canon impuesto por la ideología patriarcal que nos ha borrado del mapa”.
Gimeno es madre de dos hijos y combina su tarea como artista y perfomer con actividades de cuidado: “Preparo la comida, hago las compras, tengo un marido y vivo como freelance. En el arte es todo muy inestable, hoy ganás bien, mañana no y en cinco meses quién sabe. No tengo galería, los sueldos no son muy altos y vender obra no es fácil”.
María se esperanza en volver pronto a Buenos Aires, donde “conocí gente encantadora, comí muy bien y me sentí fantástica”. Antes de despedirse, exige que se aplique la ley de igualdad en todas partes “esa norma que obliga a que haya igual representación de mujeres y hombres en exposiciones, jurados, mesas redondas, comités de museos. A las mujeres se nos da menos visibilidad, pero no dejamos de decirlo”.